Lo que esconden los sótanos de Ulrich Seidl
José Luis Muñoz
El provocador realizador austriaco Ulrich Seidl, el de la trilogía Paraíso, vuelve a incomodar, esta vez con un peculiar documental que se llama En el sótano, un viaje a los sótanos de otras tantas familias austriacas y lo que en ellos se esconde que resulta muy inquietante.
Con un sentido corrosivo del humor, y acudiendo a lo grotesco y a la estética de lo feo en lo físico—hombres gordos y peludos; mujeres obesas—que parece ser ya marca de la casa, Ulrich Seidl hace desfilar ante los atónitos ojos de los espectadores a un aficionado a la ópera que ha convertido su sótano en un campo de tiro al que invita a disparar a sus amigos; un admirador de Adolf Hitler dipsómano cuyo sótano está decorado con fotos y retratos del führer, uniformes nazis y dagas de las SS y toca el trombón en una banda de música; una mujer madura que juega con bebés de juguete hiperrealistas que mantiene en cajas; una ama dominante que hace ir a su esclavo siempre desnudo por su casa y explica los crueles juegos a los que lo somete; una mujer masoquista, feroz detractora del maltrato de género, mientras recibe una tanda de azotes de su sádica pareja, tumbada sobre un potro de tortura; un adicto a la prostitución que explica que muchas veces las putas deciden no cobrarle por la presión de sus copiosas eyaculaciones; un cazador que tiene las paredes de su sótano decoradas con las cabezas de todos los animales que ha abatido a lo largo de sus safaris en África.
Con todos estos frikis, que miran y hablan a la cámara con una naturalidad pasmosa y sin el más mínimo atisbo del sentido del ridículo de sus extrañas aficiones y patologías sexuales, Ulrich Seidl, que amenaza remover de su trono de enfant terrible a Lars Von Trier, ofrece un retrato vitriólico de su país que deja atónito al espectador y apunta, una vez más, al tópico de lo extraños que son los austriacos desde que se quedaron sin ese monumental imperio austrohúngaro y quedaron reducidos a un país pequeño.
En la patria de Hitler (Billy Wilder decía que sus compatriotas eran muy hábiles porque habían hecho creer al mundo que Adolf Hitler era alemán y Mozart austriaco) el provocador Ulrich Seidl parece dispuesto a concitar más odios que su paisano Thomas Bernhard. Los sótanos de Austria no son precisamente el palacio de la emperatriz Sissi de Viena ni las verdes colinas del Tirol. En un siniestro sótano austriaco Josef Fritzl violó durante 24 años a su hija.