Los europeos reconquistan el Oeste
Ahora que Estados Unidos parece haberse olvidado de su género por antonomasia, el western, salvo algún valioso cineasta irreductible y romántico como Kevin Costner que recupera en sus films el aroma de los clásicos, cineastas ajenos al territorio intentan reverdecerlo con propuestas originales.
Un director español, Mateo Gil, filmó en espectaculares paisajes de Bolivia su Blackthorn sobre un anciano Butch Cassidy interpretado por Sam Shepard en 2011 y ese western estimable no tuvo el reconocimiento que merecía. Si consideramos a Jim Jarmush un extranjero en su país, además de extraño y extravagante, el director de Cielo sobre la tierra rodó un extraño western en blanco y negro con Johnny Depp de protagonista llamado Dead man, última ocasión que tuvimos de ver a Robert Michum en la pantalla del cine, y que era de una lentitud exasperante. Y algo de Jim Jarmush, pasado por la fría estilización de Monte Hellman, hay en este film del escocés John Mclean rodado en paisajes neozelandeses, las tierras altas de Escocia y Colorado, Estados Unidos.
Músico, además de cineasta, la fidelidad de John Mclean a Michael Fassbender es incluso superior a la de su compatriota Steve McQuenn. El intérprete de Shame ha protagonizado sus dos anteriores cortometrajes, Man on a Motorcycle y Pitch Black Heist, y está como actor y productor en este curioso e irónico western con el que se estrena en el campo del largometraje.
El adolescente escocés Jay Cavendish (Kodi Smit-McPhee) vaga por un territorio desolado, por los cazadores de indios que han quemado poblados y sembrado de cadáveres el bosque, en busca de su novia Rose Ross (Caren Pistorius) de la que nada sabe salvo que vive en Colorado con su padre John Ross (Rory McCann) tras huir de Escocia por haber matado accidentalmente a un aristocrático terrateniente. En el camino tropezará con un extraño y silencioso pistolero llamado Silas (Michael Fassbender) que le protegerá de los peligros que acechan, entre ellos el malvado Payne (Ben Mendelshon) y su banda de forajidos de la que antes formaba parte.
Slow West es una horse movie. El caballo substituye al coche en este western deliberadamente lento con golpes de humor e historia poco creíble que discurre al paso de caballos que nunca van en ningún momento al galope, haciendo honor al título. El espectador acompaña a los protagonistas en ese paseo hacia su destino final en Colorado y, mientras, se deleita con los paisajes naturales que ofrece Nueva Zelanda y las Tierras Altas de Escocia resaltados por una buena fotografía. La película es bella a nivel formal; el planteamiento, original (las visiones del joven protagonista anticipan el final; los flash backs escoceses no son tan afortunados); los golpes de humor abundan (Jay Cavendish y Silas secan su ropa mojada por el diluvio que los sorprende con una cuerda que tienden entre sus caballos, lo que provoca la caída de dos indios cuando intentan robarlos), pero sin que hagan del producto una parodia; y el sangriento tiroteo en la diáfana casa de los Ross, recién salida de fábrica, con papel de pergamino en vez de vidrio en las ventanas, con una feroz Rose Ross que no repara ni en su amado Jay Cavendish en el fragor del tiroteo, es un ejercicio de hiperbólico distanciamiento.
Hay una extraña poética en el film que subyace en sus fotogramas, que, sin embargo, no dura más allá de su proyección, y hace que la visión de este western sea sumamente agradable para el espectador. Y están las interpretaciones de Michael Fassbender, ausente un año de la pantalla tras haber aparecido el anterior en cinco o seis películas, y, sobre todo, de ese malvado Ben Mendelsohn, el actor australiano de Animal Kingdom, que roba plano al dúo protagonista.