Practicar deporte y no morir en el intento.
En la última media maratón de Benidorm un joven de 24 años perdió su vida. Asimismo, en la última maratón de Málaga un hombre de 53 años también perdió su vida, previamente sintiéndose indispuesto. Resulta trágico y paradójicamente macabro que el deporte, tan recomendado para la salud, salde su balance con víctimas humanas en pruebas de todo tipo: profesionales, semi profesionales y amateur. Sin embargo, a colación de estos dos ejemplos, deseo plasmar mi absoluta repulsión por ciertos comentarios que he leído sobre las negras crónicas.
Parafraseando, que es gerundio, me refiero a comentarios del tipo «El cuerpo humano no está preparado para correr tales distancias»; o comentarios del tipo «Llevo décadas corriendo y actualmente estoy muy jodido de las articulaciones, casi cojo: no se lo recomendaría a nadie». Cuestión de ética, a los autores de dichos comentarios —y similares— los mantendré en el anonimato, como bien merecen.
Sin ánimo de entrar en batallas dialécticas y/o argumentos más y/o menos contundentes, sí deseo responder (para empezar por algo) a estas dos tipologías de comentario; [1] el cuerpo humano no está preparado para muchas cosas y por ello se entrena y prepara al mismo en virtud de conseguir ciertas metas, [2] el deportista entrenado y preparado sigue una disciplina conociendo sus límites más allá de toda obsesión.
¿Quién ha nacido preparado para correr 42Km sin dejarse la vida en el intento? ¿Quién es el responsable cuando se fuerzan los límites por cualquier motivo?
Servidor —quien ahora teclea— es un tal denominado runner. Pero lo es actualmente y, estimado lector, permítame mencionar algunos datos autobiográficos manque le importen un bledo, ya que, en parte, los considero adecuados para mi exposición y conclusión. Quien ahora teclea comenzó con natación a los 3-4 años; a los 6 se inició en Taekwondo; de ahí pasó al tenis para acabar practicando durante muchos años el bádminton, compitiendo a nivel provincial/ autonómico/ nacional; a los 16, como todo mocoso púber, pasé una temporada en el gimnasio entre máquinas y pesas; a los 18 me inicié en el Kickboxing, se me quedó corto y lo cambié por Muay Thai y Jeet Kune Do, artes marciales que he entrenado y practicado durante 8 años, seis días por semana, tres horas diarias (combates incluidos); una lesión de rodilla me obligó a retomar la natación por no quedarme parado, y, una vez recuperado, volví a las carreras con 29 años… ahí sigo.
Y disculpe, estimado lector, si le aburro con más datos autobiográficos. Quien ahora teclea ha vigilado su salud como todo ciudadano responsable; más allá de las analíticas convencionales, por “X” e “Y” los profesionales médicos detectaron en mi organismo, concretamente el corazón, una serie de anomalías no determinantes. Hemibloqueo en la rama derecha, y, en condiciones de haber dormido poco, soplo funcional, hipertensión y extrasístole. ¿Jodido? Para nada. Basta con dormir un mínimo de 7h y, en casos concretos, paliar las molestias mediante ß-bloqueantes (propanolol) y benzodiacepinas (clonazepam). Siempre prescritas, ambas, por un profesional de la cardiología.
Termino esta apertura a mi historial médico privado diciendo que, en estas condiciones, habiendo pasado todo tipo de pruebas —electrocardiogramas, ecocardiogramas y resonancias magnéticas—, mi aparente corazón lisiado está bien sano. Y con este bagaje, siendo un runner, puedo completar medias maratones en 1h 25′ o correr 50Km disfrutando del paisaje. ¿Una curiosidad entre tantas posibles? Sí: mis peores lesiones corresponden a la etapa del bádminton, donde sendas tendinitis en hombro y codo me dejaron literalmente “fuera de combate”. ¿Otra curiosidad entre tantas posibles? Sí: habiendo combatido sobre un cuadrilátero con reglas de Muay Thai, lo peor que me ha sucedido fue partirme el cartílago de la nariz (nada, absolutamente nada teniendo en cuenta los riesgos).
Hilvanando y confesando, deseo volver a la raíz de este artículo: [1] un cuerpo humano no “está preparado” sino que “se prepara”, [2] tanto en el deporte como lo que no corresponde al deporte toda responsabilidad recae en quien practica o deja de practicar. Las tragedias que dieron comienzo a este artículo no dejarán de ser tristes, tragedias con nombre y apellido, tragedias que, como tales, dejan una estela compuesta por dolor y duelo, lágrimas y solidaridad para con las víctimas y sus allegados. Empero no nos jodan a quienes estamos preparados y somos responsables, puesto que nuestra actitud es el paradigma hecho realidad tangible: «El deporte es vida».
Gracias por su paciencia.