Entrevista a Ángel Membiela
Ángel Membiela (Valladolid, 1946). Escultor, pintor y grabador. Ha expuesto en Barcelona, Bilbao, Boyuyos Par del Condado (Huelva), Botriana (Castellón), Burgos, Madrid, Murcia, Olmedo (Valladolid), Salamanca, Soria, Valladolid, Zamora, Gante (Bélgica) y La Haya (Holanda).
A propósito de Cuarenta (Sala de Exposiciones del Palacio de Pimentel de Valladolid).
D.A.- En el catálogo de tu última exposición, Vicente Cuéllar te define como “artista autodidacta e intuitivo”. Sin embargo, a mí me viene a la cabeza el consejo que Juan de Mairena da a sus discípulos: «Desconfiad de los autodidactos, sobre todo cuando se jactan de serlo». Y es que maestro, sea persona o materia, hemos tenido todos…
A.M.- Estoy de acuerdo, aunque yo creo que el término autodidacta se refiere más que “a no tener maestro” a no tener una enseñanza reglada como academias, universidades, o escuelas de cualquier tipo. Pero tampoco tengo claro que en el caso del arte sea necesaria una enseñanza de esa índole, la mayor parte de los “grandes” que conozco son autodidactas en los términos que propongo, por lo menos, los modernos. Los antiguos no tenían más remedio que ir a una enseñanza tradicional porque no había otro medio de aprender. Hoy día los medios de comunicación son tan enormes que no es necesario nada más que sentarte enfrente del televisor y en una hora ves más cosas que en el siglo diecisiete en dos años…o más. En el caso del arte visual todo lo que sea “enlatado” huele, como mínimo, a viejo, cuando no a obsoleto o innecesario. En el arte visual no es como en la literatura que “lo que no es copia es plagio” (Eugeni D’Ors), si no que hay que renovarse o morir.
D.A.- A simple vista constato que el Tiempo es una de tus obsesiones. No obstante, no es el tuyo un tempus fugit tópico. Muy al contrario, frente a tu obra, percibo un tiempo detenido. Un tiempo evocado en un punto donde todo “s’es ido e acabado”…
A.M.- El concepto “El Tiempo” que repito en los títulos de todos los cuadros de la serie –son treintaicuatro de diferentes medidas- viene dado por el libro de Stephen Hawking “El Gran Diseño”. Cuando lo leí, me pareció, con todas las limitaciones que impone la ignorancia del tema, una gran temeridad pensar que el tiempo se puede ir o puede quedarse, ir despacio o ir deprisa… licencias poéticas que nos dejan como estábamos antes de leerlas. Si esto mismo tuvieran que escribirlo en el tiempo actual, grandes genios como Virgilio, Horacio o Jorge Manrique hubieran escrito de diferente manera al margen de la poesía que impregnan estos escritos. De todas las maneras antes que con Virgilio en la manera de entender el tiempo (Pero huye entre tanto, huye irreparablemente el tiempo), prefiero a Horacio “si el tiempo vuela, aprovechemos la ocasión”.
D.A.- Intuyo que no eres amigo de etiquetas y que no te gustará adscribirte a ninguna corriente artística en particular. Mas, y para el caso concreto de tu pintura, yo sí que te definiría como simbolista. Todos esos símbolos que empleas (toros, relojes, lunas,…) parecen corroborarlo…
A.M.- Intuyes bien amigo David, es algo que odio sobre todo si la etiqueta que te colocan, aunque sea positiva, va acompañada de una afirmación o negación taxativa. Creo que todos los seres humanos no somos una cosa, solo una cosa, sino que tenemos la capacidad de ser de muy diferentes formas en función de la ocasión y del momento. Eso nos permite crear situaciones o formas y colores distintos/as en la medida que sepamos situarnos a ambos lados de la carretera en el momento oportuno, y sobre todo nos permite equivocarnos… bastantes veces. Amén. Pero más que símbolos todos los elementos que introduzco en la pintura son formas, de que con una intención didáctica tratan de explicar mi forma de pensar sobre distintos elementos o sucesos de mi vida cotidiana. No sé si has entrado en mi Página. Si no lo has hecho y quieres hacerlo cuando hayas entrado, pica sobre “Bagaje” ahí tengo algunos escritos que con una visión diferente del tiempo y con menos información que tengo ahora pueden explicar de alguna manera lo que hago actualmente.
D.A.- Y hablando de símbolos. Mi hija pequeña me señaló que tus lunas son siempre amarillas. Me parece un bello oxímoron. ¿Acaso el sol no puede ser cano y la luna rubia?
A.M.- Yo, que ya no soy un niño, siempre he sabido que la luna es amarilla y el sol blanco, pero desde luego el color puede ser cómo cada uno lo vea. Tenemos la facultad de ver los colores a nuestro antojo. Hay una prueba que es como la del algodón, mira, o que mire tu niña, la luna -porque el sol es malo mirarlo sin protección- fijamente durante unos segundos y rápidamente pasa la mirada a un papel blanco, si ves sobre el papel blanco el color negro es blanca, si ves el color violeta es amarilla. Siempre que hagas esta prueba sea el color que sea, verás sobre el papel blanco el complementario del color que está en el objeto que elijas. Esta es una forma de saber que colores componen la mezcla del objeto que analizamos y así componer el conjunto con conocimiento de causa. Esto es por fastidiar el eterno dilema “los niños siempre dicen la verdad…”
D.A.- Y es que, en el fondo, todo artista es como un niño y puede pintar o crear como le dé la gana…
A.M.- Aunque fuera cierta esa aseveración, y que creo que no lo es, lo cierto es que ningún pintor que se precie puede pintar “como un niño”. Decía Leonardo que la pintura es una cosa mental –Lo decía en latín y sonaba mucho mejor, pero como es un idioma que desconozco y además está muerto, dejemos a los muertos en paz- y creo que es cierto que la pintura es algo que necesita mucha inteligencia, costumbre y valentía, porque si no, no existiría Picasso, ni Mondrian ni tantos pintores que como mínimo fueron valientes y seguramente que no fueron los primeros que hicieron “Cubismo”, “Neoplasticismo” ni otros “ismos” que se me escapan, si no que fueron los que llegaron, vieron y vencieron. Los demás se quedaron en el intento y a lo mejor fueron quemados en la hoguera por demoniacos mientras que estos se hicieron de oro. Este es el tiempo que yo reivindico en mis pinturas. Más vale llegar a tiempo…
D.A.- Por último, no quisiera acabar esta conversación sin transcribir una décima que escribí hace tiempo interrogando a uno de tus arlequines. «Payaso de pura raza, / arlequín iluminado, / ¿cuánto sabes del pasado / si no sales de tu plaza? / Si te callas, amordaza / tu silencio resistente / de bufón intransigente / que padece verborrea / y, de noche, ronronea / como gato delincuente». O dicho de otra manera, ¿no será que la quietud que nos ofreces es el reverso de nuestra propia inquietud?
A.M.- Has retratado a “El Arlequín Iluminado” exactamente como es y como yo, que en realidad soy un figurativo empedernido, traté de modelarle – ¿Le has conocido en el lugar que ocupa en la Plaza de San Francisco de Asís? ¿O le has visto en alguna fotografía de mi página o de otra revista? Los Arlequines que hago son todos “payasos bufones y perdedores cuando no algo peor. Pero también mujeriegos, embaucadores, transgresores y astutos y me gustaría que al final, pudieran cantar conmigo, la marcha de Les Luthiers: “Ya el sol asomaba en el Poniente”…Perdimos, perdiiimos otra… vez.