10 poetas que eligieron morir: versos escritos al pie del abismo
Por Mónica Maristain/ SinEmbargo
La publicación reciente de La libélula, el poema famoso de la italiana Amelia Rosselli, dado a conocer en una nueva traducción a cargo de la escritora española Esperanza Ortega por la editorial Sexto Piso, volvió a destacar la presencia de los poetas suicidas, aquellos que escriben versos al borde del abismo y toman su propia vida, su propia muerte, a su cargo total.
Por mal de amores o de poesía –ese vivir intensamente en el magma de la sensibilidad más honda-, lo cierto es que el suicidio de los poetas es hecho desafortunadamente común en la historia de la literatura, donde se erigen casos paradigmáticos como el de Paul Celan o Vladimir Maiakovski en una larga lista.
Libros como Diccionario del suicidio, de Carlos Janin y Poetas suicidas: sensibilidad o supervivencia, de Ricardo Fernández Moyano, así como la Antología de poetas suicidas, con traducción y prólogo de José Luis Gallero, son algunos de los trabajos editoriales destinados a comprender un poco más lo incomprensible.
Este recuento no significa de ninguna manera hacer apología del suicidio. Constituye más bien un intento de acercarnos al misterio de la voluntad de morir por mano propia y de paso renovar el gusto por un legado poético tan vivo como estimulante.
Paul Celan
Decir que el rumano-alemán Paul Celan (1920-1970) es poeta de un solo poema es no haberse beneficiado totalmente de la fuerza de su palabra rota y desesperada, el testimonio después de todo victorioso de una víctima del nazismo, derrotado al pie del Sena, en cuyas aguas se ahogó voluntariamente cuando apenas tenía 50 años.
Pero nombrar a Celan sin hacer mención a su impresionante “Fuga de la muerte” es también ser injusto con una de las obras más hermosas y conmovedoras que se hayan escrito nunca en torno al Holocausto, en esa primera mitad del siglo XX, tiempo de guerras y muertes masivas, cuando el hombre fue el lobo del hombre con la anuencia oficial de ejércitos, gobiernos e incluso voto popular.
Vladimir Maiakovski
El 14 de abril de 1930, cuando apenas tenía 37 años, Vladímir Vladimírovich Maiakovski se pegó un tiro en el pecho en su casa de Moscú y se hizo inmortal. Había caído en desgracia en el sistema ruso atrapado por la creciente burocracia y comenzaba a ser visto como una figura elitista, alejada del modelo del hombre nuevo al que aspiraba la Revolución Bolchevique.
Para el escritor español Juan Bonilla, autor del libro Prohibido entrar sin pantalones (libro dedicado al vate rsuso), “Maiakovski quería inventar un modo de vivir y era un enamorado del caos”, un elemento que lo hace un verdadero precursor del punk aun cuando defendía el futuro, algo de lo que descreen los aficionados a dicho movimiento.
Amelia Rosselli
“El 11 de febrero de 1996. En esa fecha (la misma del aniversario de la muerte de Silvia Plath), Amelia Rosselli se arrojó por la ventana de su vieja casa en Via del Corallo, en el centro de Roma. Considerada entre los máximos poetas italianos de posguerra, amada por su generosidad y su altruismo, dotada de un carisma que transmutaba cada una de sus lecturas públicas en una experiencia de rara concentración, la autora de Variaciones bélicas es aún una presencia vivísima en el mundo literario”, escribió el poeta y ensayista Valerio Magrelli.
La siempre propositiva editorial Sexto Piso acaba de publicar su famoso poema La libélula, con una nueva traducción a cargo de Esperanza Ortega (ya había una edición en español a cargo de Guillermo Piro).
Cesare Pavese
(San Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950) Escritor italiano. Su infancia y su juventud transcurrieron en Turín, donde se graduó en Letras con una tesis sobre W. Whitman. Su carácter tímido, los desengaños amorosos y las sucesivas crisis vitales, de orden religioso y político (en un principio vinculado al fascismo, posteriormente fue miembro del partido comunista), lo llevaron hasta un aislamiento que culminó en suicidio.
Su vida pública y literaria está relacionada con su actividad en la editorial turinesa Einaudi, de la que fue lector y consejero.
Alfonsina Storni
Una canción la inmortalizó: “Alfonsina y el mar”, del ya fallecido compositor Ariel Ramírez y que, desde Mercedes Sosa al Cigala, han cantado artistas en todo el mundo.
Alfonsina Storni (1892-1938), nacida en Argentina representa una figura indispensable en la poesía latinoamericana de la primera mitad del siglo XX, si bien su obra tiene todavía un notable vigor en la actualidad.
Su obra, inscrita en un clima intelectual y creativo de gran intensidad, cuenta con influencias decisivas como la Horacio Quiroga o Gabriela Mistral, para conformar una biografía vital y literaria única.
Sylvia Plath
Nació el 27 de octubre de 1932 en Boston, Massachusetts (Estados Unidos). Era hija de los maestros Otto Emil Plath, profesor universitario de alemán y biología en la Universidad de Boston (además de especialista en abejas), y Aurelia Schober, profesora de inglés y alemán.
Su primer título publicado fue el poemario El Coloso (1960). Su principal libro es su novela La campana de cristal (1963), de carácter autobiográfico y firmada con el seudónimo de Victoria Lucas.
Poco tiempo después de la aparición de este libro Sylvia, poeta y novelista de gran sensibilidad y rica imaginería que se convertió en un icono feminista, se suicidó el 11 de febrero de 1963 en Londres, abriendo la llave del gas y metiendo la cabeza en el horno.
Alejandra Pizarnik
La poeta argentina (1936-1972) completó una obra que constituye una de las propuestas más rupturistas y de mayor influencia en la poesía contemporánea, sobre todo en la escrita en lengua española por mujeres.
Emparentada con el Conde de Lautréamont y André Breton, la vida y la obra de esta autora puede definirse como una extraña tentación de traspasar los límites, siempre tanteando el milagro, aun a riesgo de asomarse a la locura.
Amiga de Julio Cortázar, exploró como él ese otro lado de la realidad en el que se instala lo fantástico.
José Agustín Goytisolo
Inmortalizado por la canción “Palabras para Julia”, con música de Paco Ibáñez, fue un poeta español nacido en Barcelona en 1928, en el seno de una familia burguesa donde se respiró siempre un gran ambiente intelectual.
Maestro de la poesía libre, que para él, era la “menos libre de todas si está bien hecha”. Y bien hecha significa “con música interna”.
Fue además escritor, traductor y crítico literario. Se suicidó en 1999, arrojándose por la ventana de su domicilio, situado en el número 177 de la calle Mariano Cubí de Barcelona.
Gérard de Nerval
(Gérard Labrunie; París, 1808-id., 1855) Escritor francés. Huérfano de madre, se crió con su abuelo en Valois. En 1822 se trasladó a París, donde llevó una existencia bohemia. En los últimos años de su vida, los más fecundos, sufrió graves trastornos y estuvo internado en varias ocasiones; finalmente se suicidó.
Tras publicar una traducción libre del Fausto de Goethe (1827) y crónicas teatrales y ensayos en distintas revistas, en 1854 apareció la colección de novelas cortas Las hijas del fuego, que incluía el relato Sylvie, de estilo clásico y temática estrictamente romántica. Ese mismo año publicó Las quimeras, colección de sonetos simbolistas que prefiguró la poética de Baudelaire y Mallarmé. En 1855 apareció Aurelia, que mezclaba sueño y realidad y fue considerada una de las obras fundacionales de la literatura moderna.
Marina Tsvetaeva
Poeta rusa nacida en Moscú, donde pasó sus primeros años de infancia junto a su longeva hermana Anastasia (1894-1993) y en su casa de verano de Tarusa.
En 1910 publicó su primer libro de poemas Álbum de la tarde. En 1912 contrajo matrimonio con Serguiei Efron, hijo de una familia revolucionaria ruso-judía, con el cual tiene tres hijos y al que le dedicó su segundo libro La lámpara maravillosa.
En 1941 en plena invasión nazi y después de que su marido fuera fusilado y su hijo enviado a trabajar en un campo de minas, Marina Tsivietaieva es evacuada a Yelabuga, donde el 31 de agosto se suicida ahorcándose.