‘Ventajas de estar en la ruina’, de Emilio Losada

Por Jose Rasero

Imagen (38)Con nocturnidad y alevosía. Así he leído ‘Ventajas de estar en la ruina’ (Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros 2014) de Emilio Losada. Le tenía ganas. Y he visto escenas en blanco y negro. He vagado por una ciudad engañosa, mínima, tardía y desquiciante. La atmósfera de este poemario me ha envuelto de spleen, de mujeres, de amores, de taxis, de recuerdos, de maletas por hacer o deshacer, de huidas, de lecturas. También he observado la derrota: “…y alardear de derrota / ante otra hoguera sitiada / por la imberbe prole del éxito”. La fuerza que hay en la derrota. Dividido en tres partes, ‘El homónimo’, ‘Las Estampidas’ y ‘El último’ (un bellísimo poema de amor, no sé si imposible amor), pasean por sus hojas gentes que se lanzan a su abismo cotidiano, princesas y bribones en batín, viajeros y barmans de venta de carretera, referencias literarias como Nicanor Parra, Mallarmé, Baudelaire o Fernando Cañas, versos tan aparentemente libres que a veces se nos escapan de las páginas. Rupturas y encuentros. El observador – el yo poético de ‘Ventajas…’– no es inmutable, pero parece no participar. Hablemos con el culpable:

–Pessoa decía que ‘la vida no basta, por eso existe la literatura’. ¿Qué dice usted?
Y también dijo algo parecido en defensa del arte en general. Estoy completamente con el enorme Pessoa, como estoy completamente contra aquella afirmación de Wilde en el prólogo de El retrato de Dorian Gray: “Todo arte es completamente inútil”. ¿Cómo pudo soltar Wilde semejante memez? Ganas de tocar la moral, supongo. Desgraciadamente, hay mucho caranalga por ahí que piensa que el arte es absolutamente prescindible. Y, para mayor desgracia, ese tipo de personal tiene mucha mano. Así nos va. En Génova 13 algún iniciado debe tener a Wilde en un pedestal.

–Su poesía es muy visual. A veces ‘esa cámara’ se cuela hasta en las alcobas, pero no parece implicarse…
Ventajas está más cerca de la épica que de la lírica. La implicación es anecdótica. Se contempla, se sacan conclusiones subjetivas pero no se toma partido. Laconismo epicúreo elevado a su máxima potencia. Sucede lo mismo en mis novelas, hasta el momento escritas en primera persona. El yo narrativo de este poemario no tengo por qué ser yo, aunque muchas veces es cierto que servidor ha protagonizado la vivencia, como en el caso del último poema, o de Revival, o de Dernier cri. Aquí no hay Chinaskis, Bandinis ni Belanos. Aquí pasa sobre todo la vida de los demás, como en Escena urbana, poema definitorio del conjunto. Me da a mí que con este libro se identificaría más un neoyorquino que un europeo. Hace unos años me pateé a base de bien Nueva York. Una de las cosas que me impresionó es ver a gente llorando sin ningún pudor. En quince días vi a cuatro personas llorando desconsoladamente. Todos de muy diferente pelaje: un negro enorme, un ejecutivo WASP, una chica joven y una señora de mediana edad. El primero en el metro, los demás en plena calle. Y todo el mundo hacía la vista gorda. Aquí no tardaría en entrometerse el buen samaritano de turno. Me parece más humano dejar hacer, respetar el berrinche de cada cual, no cortar el desahogo. Hay que intervenir si vemos que alguien se va a lanzar a las vías del tren, pero ¿porque está llorando…? ¡Acabáramos!

–¿Se nos queda pequeño el lenguaje?
No, se nos queda grande. El lenguaje tiene tantas posibilidades que es imposible que una obra literaria sea perfecta en su conjunto. Algún poema corto, algún soneto puede ser perfecto. Punto. A Rico Occidente, de Jorge Guillén, ni le sobra ni le falta de nada; Viaje al fin de la noche, novelaza indiscutible, es imperfecta, pero sólo por una cuestión de extensión. Si se refiere usted a que si a veces es posible que nos quedemos sin palabras ante lo que vemos, pues evidentemente que sí. Hay un poema en el libro, Receso triste, que precisamente habla de esto. Se enumeran allí circunstancias inverosímiles, una por verso, pero no se intentan comprender, simplemente se sufren.

–¿Está devaluado el concepto de romanticismo?
Es escurridizo el romanticismo, pero creo que existirá siempre. Yo no sé si soy romántico. Es más, ¿qué es ahora el romanticismo? ¿Es romántico Manolo el del Bombo? Igual hasta María Dolores de Cospedal se considera romántica, ojo. Si la pregunta va por el libro, pues yo diría que éste es un poemario hiperrealista en un porcentaje elevado, pero muy, pero que muy romántico en lo referido a su adhesión a las causas perdidas. Enseñanzas de mi adorado Lou Reed, Satanás lo tenga en su gloria.
‘…como cada bendito día / desde que la razón / sucumbió al beso con lengua / del camino torcido’ –¿Hay ventajas en la ruina?

Alguna. El tiempo libre, por ejemplo, que no es poco. Pero, ah, amigo, el tiempo libre no nutre ni paga el transporte ni el calor artificial ni los vicios ni las endodoncias. Aunque, eso sí, este tipo de ruina te permite enredarte un martes tonto por ahí hasta el amanecer y relacionarte con gente increíble: hampa, lumpen, poetas que nunca han escrito nada y que han leído menos, princesas de cuento, muñecas rotas con un pasado interesantísimo… La mayoría de la gente se pierde esa parte de la vida, casi siempre por cobardía. No digo que haya que meterse de cabeza en el ajo, pero morirse sin haber tonteado un poco con el wild side… ¡San Jean Genet sea por siempre alabado, claro que sí!

 

El autor

Emilio Losada nació en Barcelona en 1972, pero a los siete años se traslada con su familia a Sevilla. Desde los 80 compone y toca en grupos de rock, década en la que empieza a escribir poemas y relatos, algunos de los cuales son publicados en medio mundo al resultar premiados en diversos certámenes internacionales. Tiene publicadas dos novelas, La quintaesencia suave (RD Editores, 2008; I Premio Guadalquivir de Narrativa) y Los ángeles rasos (Bitiji, 2014; segundo puesto en el II Concurso Internacional de Novela Contacto Latino, Ohio, USA). En 2010 crea y actúa como secretario en el Premio de Relato Corto Lar Gallego de Sevilla. En 2014 gana el XXIX Premio Andaluz de Poesía Villa de Peligros con el poemario Ventajas de estar en la ruina. Recientemente funda la revista literaria La Antibiótica (dedicada en su número 0 al poeta Fernando Cañas), que dirige y coordina y en la que colabora con artículos, relatos y poesía.

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