“Contraste de la política y de la ciencia actualmente en España.- Resurgimiento nacional”
Por José Antonio Ricondo
El optimismo no nos ciega; el fenómeno es evidente. Montones de sabios de pueblos diferentes reunidos en la Residencia de estudiantes, lo dice. No somos nosotros. Suya es la observación y la responsabilidad. Dicen que España da ejemplo al mundo y que va camino de la felicidad. Lo cierto es que en nosotros no había sedimentado tal estado de conciencia. En medio de las pasiones y vocerío no nos hemos percatado de la obra que vamos haciendo.
Es la serenidad, la imparcialidad forastera, que en este caso no es de ningunos indocumentados, quienes observan y dicen. Nuestra extrañeza es justificada. La historia de nuestra monarquía, más el agregado de la dictadura, parecía natural que abonaran humildad y pesimismo; y, en verdad, nos juzgábamos irremediables.
“Don Enrique Diego-Madrazo y Azcona”
El mismo choque revolucionario levanta quejas estrepitosas al contemplar su obra tumultuosa, sin casi haberla iniciado. Todo nos parece torpe e injusto. Del Gobierno jamás hemos hablado bien, y no es fácil hacer usos nuevos. La República no tiene la culpa de nuestra ignorancia y de nuestra pobreza. Y pretender que sin gestación la servidumbre para [subjun. del verbo ‘parir’] libertad, y la miseria bienestar, es absurdo.
No: esto no puede ser; lo de convertir en paraíso el infierno en que hemos vivido, no puede ser. Sin el cimiento de la sabiduría, no lograremos la sociedad que ambicionamos. Esos sabios extranjeros, al contemplar nuestra codicia de grandeza, nos acusan de glotones, aconsejándonos un poco más de calma, que la precipitación estropea la obra meditada, cuanto más aquella que no sentimos, y de la cual parecía que vivíamos alejados, y tan alejados, como de un continente desconocido (Diego-Madrazo -La Región, Diario demócrata de la tarde- 10.05.1933).
Con este título, don Enrique Diego-Madrazo publica esta colaboración, dos años después de ser proclamada la Segunda República en España. El pasiego y cántabro no dejó un solo momento de su vida de estar en el centro de la vida social y política del país. Regeneracionista y eugenista, este cirujano afamado que se había forjado en la cirugía europea alemana y francesa del último cuarto del siglo XIX, nunca descansó para equiparar a nuestro país, mediante la ciencia, con las demás naciones europeas.
Hoy, ochenta y dos años después de este escrito, el texto podría variar, pero el contexto es totalmente diferente. Entonces, España salía de una restauración borbónica de casi seis décadas -de la ‘recuperación’ de una monarquía larga de medio siglo y de una dictadura-. Hoy, todo indica que la apuesta por el saber científico está lejos de la realidad, a la vez que es un dato demostrado el que a nuestras autoridades no las alarma el éxodo multitudinario de nuestros chicos, como sí sucede en otros países con su juventud, léase Bosnia y Kosovo por ejemplo o cualquier país cuyo gobierno tenga dos dedos de frente y sea sensible a esta verdadera migración de jóvenes y de cerebros.
“Luca Pacioli demuestra un teorema de Euclides (Jacopo de’Barbari, 1495)”
La democracia no es la causante de nuestro estado de irrecuperación por el momento, de nuestra miseria. Porque ¿qué sentido tendría que hubiera ciencia y educación en un país sin jóvenes que las puedan llevar a cabo? Es una contradicción en ambas proposiciones. La ciencia no progresa, sino que se estanca y se seca, en parámetros de miseria y de remisión demográfica.
Diego-Madrazo, como digo, fue un luchador durante toda su longeva vida (92 años). Una vez inaugurada la República, tiene prisa, por recuperar y regenerar el país, y sabe bien cómo hacerlo: sin ciencia ni educación no hay solución posible. No hay precio posible ni venta de un país tan atractivo geográfica y meteorológicamente. Había que defenderlo del afán de los países más poderosos y de la ineptitud de los gobernantes indolentes, caprichosos, que nunca habían sentido el deber de la patria, el origen de uno, el ser del pueblo y entender y amar la propia naturaleza, luchando para no estar a la cola de los demás países europeos. Cuando un pueblo es fuerte, tiene orgullo y no está al socaire de lo que digan los que él cree que son más cresos. Para él, finalmente, un pueblo había de granjearse el mayor de los respetos, lo que se conseguía mediante la ciencia, el progreso y la educación.
A la postre, era la fortaleza la que se incubaba y raza superior la que alumbraba confusión semejante. Si por un lado el sol adormecía el músculo, la espiritualidad persevera en la Arcadia feliz. Esto dicen los sabios, y todos acusan al sol. El hecho parece comprobarse en la actual explosión Eugénica. Esto decía un naturalista extranjero. Sin antecedentes, sin preparación, surge de esta tierra bendita el plantel de sabiduría más acabada. Porque es innegable, la ciencia de la vida, la más compleja, de intrincada experimentación, puesto que ella constituye la síntesis de todas las ciencias que la crearon y la sostienen, es en las dulzuras de este clima, en las alegrías de esta vida, de estos cielos, en donde en gestación de otros esfuerzos aparece espontáneamente el bello cantar de la ciencia biológica, la hermosura de las razas humanas (Ibídem).
La negrita es mía. Diego-Madrazo fue uno de los impulsores del eugenismo en España a través de sus escritos, pretendiendo con ello únicamente la toma de conciencia por parte de los educadores y agentes sociales. La discusión en este tema mezcló, a principios del XX, lo más escogido de la Criminología, la Psicología, la Pedagogía y otras ciencias: Constancio Bernaldo de Quirós, Luis Ángel Simarro Lacabra, Francisco Giner de los Ríos, etc.
Todos tenían que ver con la Institución Libre de Enseñanza. Diego-Madrazo, solo para ser aquélla diana de sus críticas. Le daba igual la buena voluntad que tenían en sus tareas, le traía al pairo que Francisco Giner fuese un buen pedagogo amigo suyo. Siempre le criticó que dirigiera sus esfuerzos a la etapa Secundaria, cuando el problema estaba en las raíces, en Maternal, Preescolar y Primaria.
No lo duden; la cosa parece prodigio. Pero me siento vanidoso por la parte que me pueda caber en esta función hereditaria. Nosotros, en el diario esfuerzo, mantenemos firmes la voluntad, el músculo y la inteligencia y ustedes viven de la cooperación; son menos trabajadores, pero son más dichosos (Ibídem).
Sí estaba de acuerdo con él respecto a la forma de vida, al trabajo concienzudo, al rigor en las enseñanzas y a la experimentación siempre. Por otra parte, también es humilde y solidario cuando está convencido de que llegar hasta donde se llegó, después de la larga travesía de un desierto tan extenso, no es mérito de nadie en particular, sino de todos, comenzando por los fundadores de todos y cada uno de los pueblos y razas de nuestra península.
Todos fueron dejando a los demás algo de clarividencia, de intuición, siendo según él mucho en importancia o disposición intelectual. Ve de justicia que nuestra ‘piel de toro’ y su iniciativa haya contribuido y participado en el progreso europeo y mundial. Él lo reconoce y cree que así hay que hacerlo. Sin embargo, hacerlo extensivo a sus gobernantes… es otro cantar.