¿Te atreves? Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror Mórbido Mérida
Por: Gloria Serrano Solleiro (@gloriaserranos)
“A veces el mundo de los vivos se mezcla con el de los muertos” Los Otros (2001)
Lo siniestro y morboso en todos sus grados, así como el abanico de sensaciones que causa pensar en la muerte, son rasgos distintivos del terror cinematográfico. Pero antes de adentrarnos en asuntos necróticos, comencemos por lo más esencial. La palabra terror viene del latín terror, que a su vez se deriva del verbo terreo (hacer temblar) de raíz indoeuropea y de tremo (temblor), de modo que terror es el principio del temblor. Palabras como terrorismo, trémulo y terrible son parte de la misma familia léxica. Más allá de su etimología, podemos definir el terror como el miedo, fobia o rechazo en su escala máxima que experimentamos cuando nuestro cerebro es incapaz de procesar de manera lógica y analítica un determinado suceso, y que en algunos momentos, literalmente “nos paraliza”. Sudor incontrolable, escalofrío en todo el cuerpo, inquietud, estado de vigilia y una lucha casi instintiva por la supervivencia, son algunas de las reacciones físicas y mentales que se producen cuando estamos “aterrados”. No, el miedo no es cosa menor, todos lo hemos padecido de una u otra forma. Para los griegos estaba personificado en las figuras de Fobos (miedo) y Deimo (dolor, pena); al semidiós Pan (temor) se le imputaba la generación del pánico más implacable.
Entonces, ¿de qué hablamos cuando nos referimos al cine de terror? Sí, es un género cinematográfico, pero no sólo eso; son las cintas sobre el más allá y lo desconocido, pero no sólo eso; es la tiranía cruel, el sadismo, pero no sólo eso; es lo monstruoso, el ocultismo y la locura, pero no sólo eso; es una fuerte dosis de sangre, sesos, tripas y más sangre, pero no sólo eso. Los hacedores del miedo extremo son los encargados de combinar todos estos elementos y subgéneros con otro adicional que resulta indispensable para que la alquimia funcione: querer contar una historia, comunicar y transmitir emociones a sus receptores a través del lenguaje audiovisual. Sin narrativa no hay efecto especial que supere las expectativas de una audiencia ávida de relatos que escapen de la mente más despiadada. Esto es el cine de terror, el arte de la cinematografía, la poética de la imagen llevada sutilmente y a voluntad hacia las postrimerías de lo nauseabundo y repugnante. Del Frankestein (1910) de J. Searley Dawley, pasando por el terror naturalista de Alfred Hitchcock en Los pájaros (1963) y El resplandor (1980) de Stanley Kubrick, hasta llegar a Halloween 3D (2014).
Pues bien, imaginen ahora una increíble semana para descender a los abismos de lo perverso en un espacio pensado para albergar lo mejor y más escalofriante del género, teniendo como marco un ambiente cultural inmejorable. ¡Ahí lo tienen! Bienvenidos al Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror Mórbido.
Una pertinaz adicción a todo lo relacionado con el mundo de los muertos, reflejada también en su gusto por el cine de terror italiano, es lo que llevó a Pablo Guisa Koestinger y su productora Spiderland a crear este festival que se realizó por primera vez en 2008 en el pintoresco pueblo de Tlalpujahua, Michoacán, aprovechando esa puerta a lo espeluznante en el cine mexicano que abrieron un año antes películas como Kilómetro 31 y Cañitas. El éxito fue total. Hoy, el Mórbido Film Fest, como también se le conoce, es la plataforma por excelencia no sólo para proyectar películas de terror, sino para realizar toda una variedad de actividades y eventos en torno al tema. Tal es el caso, que países como Costa Rica y Panamá ya son sede del festival, que además cuenta con una publicación especializada, la Mórbido Magazine.
Y así como sucedió en Tijuana, León, La Paz, Oaxaca, el Distrito Federal y recientemente en Puebla, la ciudad de Mérida también se ha convertido en una veta para profesionales y apasionados del terror como Sergio Aguilar Alcalá y Kevin Manrique Cámara, los productores del festival en la capital yucateca que en esta, su quinta edición, ofrecieron una excelente programación conformada por 25 películas, exhibición de cortometrajes, impartición de talleres con valor curricular, lectura de relatos, presentación de evidencia paranormal y la presencia de invitados especiales como el productor Tim Luna, mayormente conocido por el largometraje Tears of Kali: Crónicas sangrientas (2004) bajo la dirección del alemán Andreas Marschall. Del 10 al 14 de diciembre -además de divertirse- los fans del horror de closet, como Guisa los llama, tuvieron la perfecta oportunidad de apreciar la producción, dirección, guion, sonido, fotografía y montaje de las cintas de terror nacionales e internacionales más recientes que no suelen llegar a las salas de cine comerciales, algo que obviamente agradecieron y fue motivo de un mayor disfrute.
El Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror Mórbido Mérida 2014, comenzó como suelen comenzar los proyectos que se cocinan a fuego lento, esos que llevan meses de planeación y para los que se requiere un equipo de trabajo bien conformado, lo cual se reflejó en cada una de las películas proyectadas, la logística, la difusión de todos los eventos realizados, así como en los infaltables imprevistos. Y es que claro que hubo momentos en los que su peor sueño se volvió posible, situaciones que quizás los llevaron a recordar aquella frase de Alien (1979) “en el espacio nadie te escucha gritar”, pero que finalmente los productores y su staff, conformado por Andy Manrique, Alejandra Can, Humberto Irigoyen, Estephany Blanco y Carolina Erosa, hicieron que se quedaran sólo en eso, intentos fallidos de un mal sueño que supieron sortear e integrar a la dinámica propia del festival.
El primer día estuvo dedicado a la presentación del documental Jirón (2014), una interesante y pulcra investigación sobre la última película realizada por el ubérrimo director y guionista mexicano Carlos Enrique Taboada, director de populares filmes como Hasta el viento tiene miedo (1968) y Más negro que la noche (1975). Esta ópera prima del mexicano Christian Cueva producida por Rocío Amézquita, viuda de Taboada (ambos presentes en la proyección), se sube al tren de los entusiasmados por retomar el cine de horror gótico de Taboada entre quienes también se encuentran los directores Gustavo Moheno y Julio César Estrada, así como el periodista Antonio Camarillo y el cineasta argentino Adrián García Bogliano. Como buen documental, Jirón es la ventana perfecta para asomarse a una etapa de transición del cine mexicano y, en lo particular, al digno y profuso trabajo de un cineasta que sigue asustando y generando interés dentro y fuera de México. Su indudable habilidad para suscitar el miedo y construir una “cinematurgia”, la impronta que dejó en otros realizadores como Guillermo del Toro y su talento como guionista, lo hacen merecedor de ocupar el lugar que tiene en la cinematografía nacional. Igualmente recomendable es el libro “Taboada”, de Pablo Guisa.
Crazy Bitches (E.U.A. 2014), The creeping garden (Reino Unido, 2014), We are what we are (E.U.A., 2013), Vienen por ti (Tailandia 2008), Perdidos (México, 2014) y Free radicals (Francia, 2012), fueron los largometrajes que se proyectaron el segundo día. Escenas clásicas de terror que funcionan, guiones al estilo de Sé lo que hicieron el verano pasado (1997), suficiente horror psicológico, entornos que remiten a El proyecto de la bruja de Blair (1999) y un magnífico ensayo de Chodorov sobre el cine avant-garde o experimental, fue la selección que pudo disfrutar el público asistente, en su mayoría jóvenes. De lo visto, bien vale destacar por la originalidad de su temática y magnífica fotografía, el documental de Reino Unido que de forma sugerente invita a mirar con mayor atención los pequeños organismos que nos rodean y a partir de ello, repensar el concepto de inteligencia en todas sus dimensiones. No digo más.
Si lo suyo es el canibalismo, la ansiedad resultado de no saber dónde demonios se encuentran, el delirio que siente un cazador al convertirse de pronto en la presa, el ritmo de los comics llevado a la pantalla, el amor que se vuelve acoso o las perversiones sexuales mezcladas con lo sanguinario, películas como Cannival fog (Suecia, 2014), Tombville (Francia, 2014), Sonno Profondo (Italia, 2013), Bloody Knuckles (Canadá, 2014), Feed de light (Suecia, 2014), Persecución (Francia, 2009) y Visceral (Chile, 2013), son la elección correcta. El día tres del festival sorprendió con diálogos inteligentes, buena música, tomas cerradas que exaltan lo alucinante de la escena, el miedo en blanco y negro y una mano evocativa de cintas como El ángel exterminador (1962) de Buñuel.
Mención especial merece The Mórbido Trailer Show, la muestra de los avances de películas más representativos del género a través de un interesante recorrido por tres décadas, a partir de 1950, de ese cine en el que todo es posible: zombies, monstruos, alienígenas, gigantes y cualquier otro personaje que quepa en el saco de lo espantoso y espectacular. Si a esto le agregamos que fueron presentados por Tim Luna, quien gustosamente compartió sus conocimientos sobre la evolución de la publicidad en el séptimo arte, sólo queda decir una palabra: ¡genial!
Día 4. Relaciones familiares cáusticas, narradas con la inconfundible marca del suspense de Agatha Christie; una ópera prima basada en el sadismo y la violencia naturalizada del hombre hacia los animales, mostrados ambos de manera grotesca; una clásica de zombies en su versión socialista, pero con toda la espectacularidad hollywoodense; un thriller que mezcla la seducción que provoca lo prohibido con sucesos extraños y recuerdos de la infancia… ¿Sigo? Un “adorable” niño que aparece de la nada y, ¿qué tal descubrir que tu hermano mayor es un asesino? Mucho de esto es lo que pueden ver en filmes como La hora cero (Francia, 2007), Naturaleza muerta (Argentina, 2014), Socialisticky Zombie Mord (Eslovaquia, 2014), Perfidia (Chile, 2014), House of the last things (E.U.A., 2013) y Found (E.U.A., 2012). El terror tal como lo conocemos; así, sin mayores adjetivos, pero con argumentos suficientemente buenos para despertar la curiosidad de quienes desean incursionar como espectadores del género. Sin dudarlo diría que la mejor de todas es Found y su dramático desenlace.
Para el cierre del Festival los productores apostaron por la formación de nuevos públicos con la matiné de cortometrajes infantiles y la cinta Los niños de Timpelbach (Francia, 2008), un típico cuento con reminiscencias de Harry Potter. Para los adolescentes se presentaron Capa caída (España, 2013) y Mar negro (Brasil, 2013). Ya avanzada la tarde se proyectó la coproducción Sólo Dios perdona (Dinamarca, Tailandia, E.U.A., 2013) y finalmente Chiméres (Suiza, 2013). Súper héroes posmodernos, criaturas extrañas tropicalizadas, la exageración sangrienta que siempre perturba y el vampirismo abordado con elegancia, completaron cinco intensos días después de los cuales quedó manifiesto que a este género nunca se le debe dar por muerto. Por la intensidad dramática de los personajes, su estética y el tratamiento del tema, el voto debería ir para Suiza y Chiméres, un film que por cierto, logró parte de su financiamiento vía el mecenazgo.
Pero no únicamente los aficionados al cine de terror se dieron gusto, los estudiantes y profesionales de comunicación, producción audiovisual y cinematográfica, también contaron con un atractivo programa para continuar con su aprendizaje. El seminario impartido por Tim Luna, el taller de maquillaje y efectos especiales dirigido por Edgar Ruiz Fernández, director de Go Fx Studio y “Descifra la mente del asesino”, taller a cargo del grafólogo Benjamín Hernández, constituyeron ese valor añadido de esta fiesta de los muertos que año con año ofrece novedades para todos los asistentes. Un performance realizado por zombies, concursos universitarios de cuento y cortometraje, la entrega del premio a la mejor película por parte del público y el emotivo recuerdo de cineastas y artistas que fallecieron en 2014, son algunos ejemplos de la amplia gama de “inesperados sucesos” con los que se pueden topar en este recinto de culto a lo funesto.
Desde sus orígenes en la novela gótica, el cine de terror ha transformado su concepto y estética hasta llegar a lo que conocemos actualmente como cine gore o splatter que se caracteriza por explotar la violencia visceral y la aparición de sangre, en ocasiones valiéndose de plano secuencias en las que se emplean distintos ángulos para acompañar a los personajes o para mostrar un escenario, logrando con ello un impacto dramático y narrativo de mayor contundencia que además es reforzado con efectos especiales creíbles por su gran realismo. Aunque, si bien ahora la tecnología facilita el rodaje de estas escenas, cabe mencionar que el uso de plano secuencias no es nuevo dentro del género. Ya antes la cinta italiana Tenebre (1982) dirigida por Dario Argento, uno de los máximos exponentes del cine giallo, aprovechó esta técnica con el fin de crear mayor expectativa. Lo mismo sucede con el found footage (falso documental) que podemos apreciar en Holocausto caníbal (1980), película también italiana en la que ya se valían del movimiento inestable de la cámara para hacer más verosímil el relato, un efecto que luego veríamos repetirse en otras cintas como Cloverfield (2008).
¿Qué nos sugiere esta información? Básicamente que, como lo demostró Kubrick, el terror en la pantalla también puede ser un arte cuando se elige la técnica adecuada para realzar la potencia visual del film, los diálogos, el tono expresivo de cada personaje y las atmósferas en que se encuentran inmersos. He de insistir, el cine de terror es mucho más que una monótona sucesión de sesos, tripas, sangre y más sangre. Hablar de este género, significa referirse también al expresionismo alemán y a clásicos del cine mudo como El gabinete del doctor Caligari (1920). De igual forma, implica hacer referencia a la transformación que han tenido los arquetipos del terror y, necesariamente, mencionar la literatura de Edgar Allan Poe, la etapa de fascinación por lo diabólico que quedó plasmada en cintas como en El bebé de Rose Mary (1968) y la tendencia a elogiar la personalidad psicópata que se aprecia en películas como El silencio de los inocentes (1991).
Más que en el propio género o en los festivales de terror, el acento de la crítica lo debemos poner en las películas perezosas y predecibles que resuelven la trama de manera simplista, en aquellas que recurren a estereotipos por demás desgastados o en esas otras cuyos personajes aparecen desde un inicio grises y completamente desdibujados, dejándonos en la boca la frase “esto ya lo vi”. La atrofia inventiva, la carencia de planteamientos magistrales y la falta de respeto por el público, son los principales aspectos que continúan haciendo la diferencia entre un cine palomero y aquél propio de los grandes maestros que construyeron nuestro acervo filmográfico y cuyas obras alcanzaron el adjetivo de sublime, como es el caso de Orson Welles, Tobe Hooper o John Howard Carpenter, que develaron el secreto de cómo “escribir” el terror con silencios, miradas, pausas y movimientos.
No obstante, es un hecho que el cine de lo terrorífico sigue vendiendo boletos en taquilla y generando el surgimiento de innovadores proyectos como el Fanter Film Festival de Cáseres, España o el Mórbido Film Fest en México que, para su realización, requieren no tanto de mercadotecnia, sino de una profunda comprensión del género aunada a una considerable dosis de desparpajo; características que Sergio Aguilar Alcalá y Kevin Manrique Cámara, productores del festival en Mérida, han demostrado tener de sobra.
¿Asistir o no a un encuentro con el miedo puro y duro? En mi opinión, la verdadera tragedia de la vida está en las calles, en el dolor causado por la pobreza, el hambre o la guerra; situaciones reales y cotidianas que deberían, de inmediato, provocarnos indignación y rechazo. El cine nos trastoca en otro sentido y el de terror, no hace sino seducirnos a través de posibilitar nuestra aproximación a ese universo de lo enigmático, macabro y tétrico que también forma parte del imaginario colectivo.
Después de todo lo dicho la decisión final queda en cada uno de ustedes. Eso sí, diversión, creatividad, sentido del humor, fragmentos de realidad, desmesura, sobresaltos y, en suma, mucha adrenalina que dejarán de secretar al terminar la función, es lo que encontrarán si asisten a un festival de cine de terror y se atreven a ser parte del fascinante juego de los hermanos Lumiere.
Nos leemos pronto…
Sobre los productores del FICFT Mérida:
Sergio Aguilar Alcalá: Apasionado del cine y la fotografía, es Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) y maestrante de Gestión Cultural por la Universidad de Zaragoza, España. Actualmente también se desempeña como profesor universitario.
Kevin Manrique Cámara: Es Licenciado en Psicología egresado del Centro de Estudios Superiores CTM, locutor de radio y organizador del Zombie Walk Mérida.
Twitter: @morbido_merida
Correo electrónico: contacto@morbidomerida.mx
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