Nombres propios inventados por escritores

7787634_f520

 

Los nombres propios se ven influidos por muchas cosas. Están los gustos de los padres (y esas decisiones marcadas por los afectos de los padres que hace que sus hijos carguen con nombres que no les hacen realmente felices). Están las modas. Están las cuestiones legales (en España no podías tener un nombre fuera del santoral hasta los 70 y ahora mismo no podrías llamarte ni Basurilla ni – a pesar de que no está tan mal – Mandarina). Y a veces está el hecho de que alguien se lo haya inventado antes.

Todos sabemos que muchos nombres de los libros de ciencia ficción o fantasía no son reales. Por ejemplo, George R. R. Martin inventó un montón de nombres (y algunos se han puesto de moda: en Reino Unido varios niños llevan nombres de personajes de la saga y en Estados Unidos Arya está creciendo como elección para dar nombre a las recién nacidas) y Jean M. Auel se inventó el nombre de la niña protagonista de El clan del oso cavernario y creó un boom de Aylas en los 80.

Pero el hecho de que los autores contemporáneos hayan inventado nombres, no quiere decir que los del pasado no los inventasen también. En su caso, el paso del tiempo ha ido normalizando el uso de estos nombres y se han ido incorporando a la lista de nombres habituales (sin que muchas veces la gente recuerde que en algún momento los inventó un escritor). Casi todos estos nombre literarios vienen de la literatura en inglés, aunque muchos han acabado siendo universales.

Wendy. Algunos expertos señalan que el nombre de Wendy era más o menos usado antes de Peter Pan, como abreviatura de Gwendolyn o incluso como nombre de chico, pero en realidad es que el nombre no era en absoluto popular o conocido. En todo caso, el nombre era más o menos usado en Gales pero no en el resto del mundo anglosajón. Si la gente empezó a llamarse Wendy fue gracias a J. M. Barrie, que hizo que uno de los personajes de su popular historia se llamase justo así.

Vanessa. Es uno de los nombres más populares en los países de habla inglesa… y también en los que no lo son. Seguro que conocéis a un montón de Vanessas y habéis asistido a un montón de debates sobre cómo debe escribirse el nombre. En justicia debería ser Vanessa, porque así fue como lo escribió Jonathan Swift (sí, en de Los viajes de Gulliver) que fue quien lo inventó en el siglo XVIII. El nombre partía del principio del apellido y del apodo (Essa por Esther) de Esther Vanhomrigh, que era su amante. Swift escribió un poema sobre la relación, pero no podía usar el nombre de su enamorada, así que usó un apodo. Cadenus and Vanessa fue el título y el principio de la fortuna del nombre.

Olivia. Entramos en la lista de cosas que se inventó Shakespeare. Olivia es un nombre muy popular, aunque en realidad debe su existencia al bardo (sí, hay quien dice que es simplemente un derivado del latín, pero en el mundo anglosajón todos le dan la patente al escritor). Olivia, como femenino de Oliver, aparece en Noche de Reyes.  Y de ahí al estrellato en el registro civil.

Jessica. Otro nombre inventado por Shakespeare: en esta ocasión aparece en El mercader de Venecia y puede que fuese una versión (errónea) de un nombre en hebreo (Iscah, que es el nombre de un personaje que aparece en el Antiguo Testamento).

Fiona. Otro nombre que parece de lo más antiguo y con una profunda tradición y que en realidad es fruto de la mente de un escritor. Lo inventó en el siglo XVIII el escritor James Macpherson para las obras del ciclo de Ossian ( que se suponían que eran antiguas y misteriosas, pero no…). Luego lo usó un escritor del XIX para el pseudónimo femenino con el que escribía historias románticas.

Cedric. Otro nombre que parece muy antiguo y muy francés, casi casi digno del material de Bretaña. En realidad, lo inventó (quizás sin querer, usando mal un nombre real de la alta Edad Media) Walter Scott en Ivanhoe.

 

[Librópatas]

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.