Esta vez Gerald Stern
Por José de María Romero Barea
“… soñaba con mi baño y cómo el agua/ era negra y jabonosa entonces y cómo era/ el vacío y cómo una vela me instruía”. El poema “Sed de invierno” (p. 213), incluido en Esta vez. Antología poética de Gerald Stern (Vaso Roto, 2014), es una autobiografía justa y concisa, la del poeta estadounidense Gerald Stern (Pittsburgh, Pensilvania, 1925). Esta vez es un recorrido por la obra de este poeta admirado, ganador de numerosos premios (el más reciente, el Robert Frost 2014); una selección que muestra, por primera vez en castellano, la gran variedad de voces y estilos del poeta de Pensilvania.
Su poesía es tan rica en sensaciones, sugerencias y sucesos, la interrupción de la expectativa es tan frecuente, que es fácil que un lector escéptico o perezoso sienta que los poemas de Stern no son más que una aglomeración de palabras al azar, imágenes y citas. Una lectura atenta demuestra que dicha amalgama es, en el fondo, un acto de generosidad. “Estábamos rodeados de ranúnculos y flox, / para que sepas qué mes era” (“En la cuneta”, p. 227). Stern exige lectores comprometidos. A su vez, promete (y cumple) ser el interlocutor ideal. Puede ser diplomático y sincero, profundamente humano y cruel. “Amor mío” (p. 245) es un ejemplo de literatura y compasión: “porque tú has mimado al universo y caminas/ con miedo—o cuidado, caminas con cuidado—y te limpias/ la cara con tierra y besas al asesino”.
Gerald Stern deambula por París en compañía de Jack Gilbert en “La brasa roja” (p. 49). De paso, nos confiesa el deseo que ambos escritores tenían de escapar a la influencia dominante de Pound y Williams, así como su participación entusiasta en la vanguardia de su tiempo. La erudición de Stern proporciona un marco histórico útil al lector. Su filantropía ilumina el poema y nos lo acerca. “Las lágrimas son distintas—aunque odio hablar por él, las lágrimas son lo que devolvemos a la oscuridad, lo único que nos queda”.
En “El perro” (p. 96), el poeta de Pensilvania acierta a articular el dilema del arte de vanguardia, la necesidad de seguir adelante y alejarse de la tradición, el temor de hacerse difícil e impopular: “Soy un caballo al galope, soy un león, / espero mi galletita, rechino mis dientes, / como tú me has enseñado, oh distante y brillante y solitario”. En “Hoy una hoja” (p. 79) Stern se esfuerza por lograr nuevas formas de ver a fin de contrarrestar un mundo homogeneizado, consumista, sin dejar de ser consciente de que esa “nueva forma de ver” no es sino otra forma de ortodoxia. Stern escribe el poema igual, con intactos entusiasmo y sentido del humor. “Hoy bastó una hoja para darme cuenta/ de que debía vivir por amor”.
El poema “Esta vez” (p. 167), que da título a la colección, parece sugerir que un poema surge de un impulso que el propio poema debe incluir. Ningún detalle es demasiado importante o humilde para Stern, ningún estilo demasiado elevado o llano. Todo es poesía: “Esa era su mesa de pícnic y esos eran sus dos/ abetos creciendo tan verticales que te hacían pensar/ que había cierta desesperación”. La experiencia social, económica y cultural compartida se mezcla con el deseo de libertad en “Conocimiento de ida y vuelta” (p. 111). Stern nos emplaza a ver los objetos de la vida cotidiana con ojos nuevos. La actitud del poeta con cada detalle es a la vez generosa y humilde: “Así era vivir en la ciudad en los años treinta, / hacer metralletas con viejas cámaras neumáticas, / pelear por encima de los garajes”.
El poeta de Pensilvania es político en el sentido más amplio de la palabra: anti-consumista, demócrata, rebelde. Stern es, sobre todo, un ciudadano alerta que comparte su pasión, su estoicismo, su diversión o su ira sin intimidarnos o aleccionarnos: “Al llegar la zarigüeya muerta parecía/ un bebé enorme dormido en la carretera”. “Comportarse como un judío” (p. 41) es de un humanismo tan radical que, si bien puede provocar tantas lecturas como lectores, ninguno de ellos puede permanecer ajeno. Es un poema que, conmoviéndonos, nos deja espacio para pensar y sentir por nosotros mismos.
Esta vez es un recorrido por sus 18 libros de poemas, entre ellos Lucky Life [Vida afortunada] (ganador del premio Lamont en 1977), This Time: New and Selected Poems [Esta vez: poemas nuevos y escogidos] (ganador del Premio Nacional de Literatura en 1998) y Everything Is Burning [Todo arde], que le valió el Premio Wallace Stevens al dominio del arte de la poesía en 2005. La selección y el prólogo de la antología, a cargo del poeta y traductor Curtis Bauer (Iowa, 1970), comparte la perplejidad en trance que siente el lector al acercarse a los poemas de Stern por vez primera.
Esta vez es una de las obras más divertidas, lúcidas y generosas que he tenido el placer de traducir. Un poema de Stern, leído en el momento oportuno, con la predisposición adecuada (a mí me gusta leerlo en los autobuses), puede ser todo un acontecimiento. Difícil definir el raro milagro de su poesía. Aconsejo acercarse a ella con la misma mezcla de escepticismo y simpatía con la que el propio Stern se acerca al mundo. Lo que nos ofrece Vaso Roto no es una lectura de Stern, sino una forma de vida.