‘Callar a tiempo’, de Mauricio Gil Cano
Por Jose Rasero
En la línea íntima, personal y temática de Declaración de un vencido nos presenta Mauricio Gil Cano su último poemario: Callar a tiempo (Ediciones en Huida. 2014). Quien se acerque a sus poemas constatará que Mauricio y literatura son palabras que se entremezclan y hacen una: vida. Desde su 19 sonetos y un canto a Venecia, pasando por Declaración de un vencido hasta llegar a esta última entrega, Callar a tiempo, vemos en sus versos el relato de una existencia: amor, pasión, compromiso con lo que nos rodea, con el prójimo, Dios, la creación literaria. Contemplación íntima, sin dejar de mirar alrededor, en busca de comprenderse. De comprendernos. Como es habitual en sus poemarios finaliza Callar a tiempo con una serie de ‘Homenajes’: a Rafael Esteban Poullet, a María Teresa Chacón o a Pepita Cano, su madre. Pero ya a lo largo de las páginas del libro circulan versos, citas o guiños a poetas como Cernuda, San Juan de la Cruz, Miguel Hernández o Blas de Otero. Las fuentes literarias de Mauricio son amplias y selectas a un tiempo. Hacemos un breve paseo por sus versos, nuestras dudas y sus respuestas:
‘Callar a tiempo. / O decir la verdad.’
–¿Qué hacer?
– Podría responder con el verso que concluye el poema: «El silencio es la música de esferas». Más que de hacer, se trata de una invitación a contemplar y a escuchar. El silencio permite escuchar aquello que ocultan los estruendos y ruidos cotidianos, es la música de los mundos. Si la percibimos, a través de ella podemos conectar con el alma universal, una verdad inefable. Otra cosa es la verdad mundana, una verdad que puede ser amarga y que se puede decir, aunque a veces es mejor callar para no generar odio. Por otra parte, ante preguntas sin respuesta el silencio es la mejor opción.
‘Para surcar en busca de palabras / que nombren nuestro asombro.’
–¿Tan inabarcable es este asombro nuestro?
–Hay personas que se jactan de haber perdido la capacidad de asombro, pero eso es porque no se han detenido en la grandeza de las pequeñas cosas. El milagro de la vida, cuando se toma conciencia de él, provoca un asombro perpetuo, infinito.
‘Miradme. Leed: este soy yo.’
–¿Hasta dónde alcanza el ejercicio de exposición íntima en tu poesía?
–No sabría trazar unos límites claros. La poesía es la expresión del alma, pero esto no quiere decir que nos vertamos en ella como ante un confesionario, de un modo explícito. En la creación poética cada gesto del lenguaje es un gesto propio, porque las palabras están repletas de sentido y el poeta ha pretendido poseerlas dejándose poseer por ellas. Sin embargo, hay un proceso de selección personal a la hora de manifestar parcelas de intimidad en los textos, con el que voluntariamente construimos nuestro yo literario. Pero las metáforas nos traicionan, por muy pudoroso que sea uno.
‘Otra vez el amor ha nacido en lo oscuro.’
–¿Siempre es enigma el amor, en todas sus fases?
–Como la luna. Y así como esta ejerce su influencia en las mareas y en los seres vivos, el amor mueve el universo. Newton lo llamó ley de la gravedad, pero es por amor por lo que se atraen los cuerpos. Esa fuerza nos lleva y resulta imposible resistirse. Todo lo más, podemos sublimarlo, como los artistas y los santos. El amor en todas sus fases, no sólo carnal, es siempre un misterio.
‘Hay un barco fantasma en mi garganta…’
–¿No hay isla ninguna en el horizonte del náufrago?
–Eso depende de los días, nublados o claros.
‘Yo fui aquel poeta. Hoy soy sólo una sombra / en esta ciudad de piedra…’
–¿No están ya los poetas como para lanzar adoquines en forma de metáforas?
–Los poetas están para lanzar flechas que den directamente al corazón. Un poema tiene que constituir un revulsivo, que afectarte interiormente. No debe dejarte igual, sino regocijarte o estremecerte o desasosegarte incluso. La ceniza de su sombra es lo que queda del poeta en sus versos. Pero cuidado, que estas cenizas pueden llevar un ascua que prenda el corazón del lector.
‘La soledad sonora, otra locura / otra razón de arder…’
–‘In vino veritas’. ¿En los clásicos está también la verdad?
–En los clásicos está todo. Actualmente, la saturación informativa y de medios de comunicación distrae de lo esencial. En los clásicos, por ejemplo, de nuestro Siglo de Oro hay un ritmo vital que hoy es difícil conseguir. Eran más naturales, sin ordenadores ni teléfonos ni televisión… No había tantos ruidos, sino que se hacían la oscuridad y el silencio. Estaban más cerca de la naturaleza, y de la naturaleza humana. La muerte, por ejemplo, estaba más presente como realidad natural que puede acontecer en cualquier momento y era algo a lo que un hombre honesto no debía temer, sino tener siempre el alma preparada. Eran más conscientes de la finitud y, por ello, del valor de la vida. En los clásicos me descubro como hombre y aprendo a discernir lo que es vanidad de lo sustancialmente importante.
‘Dios, háblame de ti… / Una palabra tuya bastará.’
–Me resulta paradójico que reclames la palabra a Dios…
–El lenguaje es divino. Decía don Antonio Machado que quien habla solo espera hablar a Dios un día. Conversar es humano. La cita bíblica que concluye el poema, que ha comenzado como una interpelación a Dios, lo transforma en oración ante el misterio inexplicable de su silencio. Una oración que le pide a la divinidad que se humanice de nuevo y nos libere, que se haga presente ante su aparente ausencia cuando hay tantas situaciones de angustia y de dolor.
El autor
Mauricio Gil Cano (Jerez de la Frontera (1964), Licenciado en Historia de América por la Universidad de Sevilla, ha publicado hasta hoy Del soneto al cómic (El Puerto de Santa María, 1997), en colaboración con Dolors Alberola, el volumen de narrativa Cuentos con alcohol (Cádiz, 2002) y los poemarios Declaración de un vencido, prologado por la profesora de la Universidad de Cádiz Ana Sofía Pérez-Bustamante, y Callar a tiempo. Ha desarrollado una importante labor como periodista y columnista de diversos medios, colabora en prestigiosas revistas poéticas de ámbito nacional y actualmente es profesor del Taller de Microrrelatos de la Fundación Caballero Bonald.
Pingback: Ediciones en Huida » Entrevista a Mauricio Gil Cano