Ginza Samba: guari que guari que guá
Por José de María Romero Barea
El poema “Camisa” tiene una vitalidad áspera, musical. El patrón rítmico que lo pespunta diríase reacción al credo estético de la época en que fue concebido (impúdicas confesiones y poesía beat): “Hemos elegido los precios y calidades/ de los botones de hueso falso, / los ojales, la talla, la entretela, las letras/ impresas en negro en la banda del cuello y el faldón. La hechura, / la etiqueta, la mano de obra, el color, el tono”. “Ginza Samba”, el poema que da título a la colección, usa un pentámetro yámbico pleno de claridad, flexibilidad y eficiencia: “Un europeo monosilábico llamado Sax/ inventa un cuerno, guari que guari que guá”. La antología Ginza Samba (Vaso Roto Poesía, 2014) se ocupa de la trayectoria de Robert Pinsky (Long Branch, New Jersey, 1940).
Vigorizante mirada a la obra de un poeta familiar para el lector en inglés, el lector en castellano está de enhorabuena: esta remodelación supone una visión completa de la obra del poeta norteamericano. Solo sincronizado al milímetro, en “Saxofón” predomina el estilo discursivo, propio de la tradición poética anglosajona, junto a una fluidez verbal y conceptual de raíz latina: “Aliente atemperado en su cámara por las ocultas zapatillas/ mientras deseo y exigencia recorren el diestro instrumento”. Pinsky se abre paso a través de la emoción con la libertad de un narrador y la profundidad de un poeta: “Escucha. Tarea: mátate a practicar todas las escalas alteradas. Persiste, / experimentado adicto, adepto, esclavo de Dante”.
El entrelazado de historias genera la estructura de “El burro”. Venas divergentes se tejen en torno a un tema central, creando un mosaico de hechos históricos, que aúnan la descripción lírica y la historia personal. Ningún tema o imagen en particular recibe mayor énfasis que otra, ninguna nota más peso: “Ustedes están enfermos, la puerta está cerrada, María está cansada, la manzana aún está verde. / La manzana es verde, Juan es inteligente, ella es seria, la historia es larga”. En “El burro” conviven Cervantes, Góngora y el yo más autobiográfico.
En “Rima”, por último, Pinsky regresa a la imbricación de la historia mundana y personal de su primera época: “El aire un instrumento de la lengua, / la lengua un instrumento / del cuerpo, el cuerpo / un instrumento del espíritu, / el espíritu de un ser del aire”. La música y la fragmentación del poema se sacrifican en favor de un juego de encantamiento. Canción tradicional, se diría que Pinsky termina aceptando el vocabulario poético que se vio obligado a desafiar al comienzo de su carrera.
Lo que hace admirable la traducción de los poetas Luis Alberto Ambroggio (Río Tercero, Córdoba, Argentina, 1945) y Andrés Catalán (Salamanca, 1983), es la capacidad de llegar a las profundidades del estilo del poeta norteamericano y hacerlo creíble en nuestro idioma. Su versión nunca reniega del poder duradero de la lírica ni los riesgos de la vanguardia. Al igual que Pinsky, Ambroggio y Catalán utilizan el sonido como principio estructural, centrándose en la cultura y la historia que subyacen en la composición, experimentando con la forma. La traducción, al igual que el poema original, se fundamenta en el deseo innato de comunicarse con un lector que los traductores y el poeta de New Jersey suponen atento.
Ese afán de comunicación es lo que ha llevado a Pinsky a colocarse ante una cámara con más frecuencia que la mayoría de escritores, ya que aparece tanto en El informe de Colbert y, haciendo de sí mismo, en un episodio de Los Simpsons. Su papel como embajador no oficial de la poesía no está exento de justificación: ha sido el único poeta laureado de Estados Unidos que ha sido designado en tres mandatos consecutivos (1997-2000). Por otra parte, Pinsky ha dedicado gran parte de su tiempo a establecer el Proyecto Poema Favorito, una empresa multimedia que invita los estadounidenses de todas las tendencias culturales a leer, grabar y discutir sus poemas favoritos (favoritepoem.org).
En definitiva, la antología Ginza Samba consigue trazar el curso de una obra variada, prolífica y aún en evolución. Supone el logro de toda una vida, una liturgia de nuestra cultura y nuestro tiempo, del arte y la Historia que compartimos, y sobre todo, de nuestras alegrías y tristezas. Encantadores y encantados, estos poemas cumplen con creces su cometido: ser testimonio de vida y herencia para las generaciones venideras.