Pier Paolo Pasolini (1922 – 1975). Cine y Religión
Por Stephen Cachia
Traducción: Teresa Hage
PASOLINI Y LA RELIGIÓN
La relación entre Pasolini y la religión estuvo siempre suspendida de una delgada línea entre lo espiritual y lo profano.
Sin embargo, es precisamente en este encuentro, entre la necesidad de exponer el escándalo y la necesidad de llegar al corazón de las cosas, al “espíritu”, donde Pasolini mostró su profunda religiosidad.
Esta relación fue malinterpretada de manera lamentable durante toda su vida. En una entrevista concedida, mientras trabajaba en el Vangelo secondo Mateo, Pier Paolo Pasolini, había dicho: “En el mundo en el que vivo yo soy más bien la oveja en medio de lobos. Y lo demuestra lo que ha sucedido en estos años en que he sido literalmente despedazado”.
Pasolini era dolorosamente consciente de la recepción incómoda y difícil que tenían sus obras por parte del público, sobre todo en lo concerniente a la religión –católica-. Sin embargo, tenía gran consistencia, y era difícil disuadirlo de no continuar.
Ya en su colección de poemas, L’Usignolo della Chiesa Cattolica, Pasolini había mostrado una buena disposición para hablar sobre temas religiosos -la tentación, el pecado, la absolución, del sacerdocio- desde el punto de vista de un hereje pero, al mismo tiempo, también desde el punto de vista de alguien que está profundamente interesado en los asuntos espirituales.
En su poema de 1958, “A un Papa”, de su colección de poemas La Religione del Mio Tempo, Pier Paolo Pasolini atacó al Papa por no haber hecho nada para mejorar las condiciones sociales y económicas de las clases más bajas de Roma que, hasta bien entrados los años sesenta, vivían en condiciones deplorables en los barrios marginales periféricos (El borgate) donde habían sido trasladadas por Mussolini en los años treinta en un esfuerzo por limpiar Roma.
Aunque el poema habla específicamente sobre el marxismo, su inspiración es claramente cristiana, del cristianismo primitivo. Da la impresión de un Francisco de Asís moderno mirando al Papa Inocencio III y preguntándole sobre las riquezas de Roma y la inmensa pobreza y miseria que todavía les rodeaba; además, las últimas líneas giran en torno a una de las citas más célebres de la descripción que hace San Agustín del pecado:
«Tú lo sabías bien, pecar no es hacer el mal, dejar de hacer el bien, eso es el pecado, ¡y cuánto bien pudiste hacer! Pero nunca lo hiciste y por eso no puede haber mayor pecador que tú!»
No hace falta decirlo, Pasolini fue duramente criticado por su actitud hacia el Papa, pero no fue objeto de ataques sólo por parte de las autoridades religiosas sino también por las autoridades judiciales y por las organizaciones de extrema derecha.
ATAQUES
22 de septiembre de 1962. Estreno de Mamma Roma en el cine Quattro Fontane de Roma. La última sesión terminó a la una de la mañana, Pasolini estaba presente. Un grupo de estudiantes universitarios, miembros de organizaciones de extrema derecha, la fascista Giovane Italia y Avanguardia Nazionale, lo atacó en el vestíbulo del teatro. Laura Betti y dos actores de la película, Sergio Citti y Piero Morgia, estaban junto a Pasolini.
Aparte de los continuos ataques a Pasolini por los fascistas, también fue llevado a juicio por “desacato a la religión del Estado” tras la publicación de la película Rogopag, producida por Alfredo Bini. El título de la película era una clave que contenía los nombres de los cuatro autores que colaboraron en ella: ROssellini, GOdard, PAsolini y Ugo Gregoretti. Pasolini fue llevado a juicio por su episodio, “La Ricotta”.
Pasolini filmó “La Ricotta” en el otoño de 1962, en una cima montañosa cerca de las puertas de Roma, entre la Via Appia Nuova y la Via Appia Antica, cerca del Acqua Santa spring.
En su biografía de Pasolini, Enzo Siciliano dice: “en el paisaje excavado de toba, surgió su película más singular”. Moravia, el gran escritor italiano, dijo que era “brillante”. “No quiero decir con esto que sea perfecta o totalmente hermosa; pero se pueden apreciar en ella las características de la brillantez, es decir, una cierta calidad de vitalidad que es sorprendente y al mismo tiempo profunda”.
Un poema a través de imágenes en un plató de cine que filma la Crucifixión. El cine como autorreferencia, el cine atrapado en sus propias trampas, o el cine sobre el cine. Pero un cine que también utiliza el teatro, la pintura y la literatura.
“Sacad de ahí a esos crucificados”; “subid las cruces”, “dejadles clavados ahí arriba”, “cornudos”, “silencio”, la actriz Magdalena que baila el cha-cha-cha delante de las cruces; y Stracci, pobre Stracci (“Trapos” en italiano “), el pobre extra que interpreta a uno de los ladrones crucificados y que come tanto queso ricotta durante el descanso que sufre una indigestión y literalmente muere atado a la cruz bajo el sol abrasador.
Con todos sus gritos y gestos, su amarga crueldad, Siciliano dice que este set de la película no es más que una metáfora compleja (una parábola) del “templo invadido por los cambistas” del Evangelio. La Pobreza, sugiere Pasolini, sólo la pobreza con sus palabras puras y simples, puede redimir la fe. El tema es complejo y profundamente cristiano. Esto violenta el clericalismo de cualquier iglesia.
La blasfemia de los gritos que repiten: “¡Sacad de ahí a esos crucificados!” es el signo de una antigua desesperación, no ver la urgencia eterna de armonizar la religión con el mundo.
Se trata de una imagen en la que la sensibilidad cultural de Pasolini, y su necesidad irreversible de profanación, “tiene el propósito de hacer más concreto el credo cristiano, lograr una mayor claridad de expresión”.
JUICIO EN LA CORTE
El 1 de marzo de 1963, “La Ricotta” fue incautada por el delito de difamar la religión del Estado. La denuncia fue firmada por el fiscal interino, Giuseppe Di Gennaro.
Pasolini fue detenido por el tribunal por ser “culpable del delito que se le imputa” y condenado a cuatro meses de prisión. El 6 de mayo de 1964, el Tribunal de Apelación de Roma lo absolvió “debido a que el hecho no constituye un delito”.
Esta segunda sentencia fue revocada el 24 de febrero de 1967, por la Corte Suprema “porque el delito ha sido anulado a través de una amnistía”. Pero, mientras tanto, Pasolini se había expresado de nuevo a sí mismo a través de la religión y esta vez de la manera más inesperada.
EL EVANGELIO
En una carta escrita en febrero de 1963 a Lucio S. Caruso de la Pro Civitate Christiana de Asís, el cineasta decía:
“Querido Caruso,
Me gustaría explicarte mejor por escrito lo que confusamente te confié en una conversación. La primera vez que les visité a todos ustedes en Asís, encontré los Evangelios al lado de mi cama: ¡vuestro cálculo diabólico!
Ese día, en aquel lugar, los leí de principio a fin, como una novela.
Y en la exaltación de la lectura -como ustedes saben, ¡es lo más conmovedor que se puede leer!- Vino a mí, entre otras cosas, la idea de hacer una película … con el pasar de los días y de las semanas, la idea se hacía cada vez más abrumadora y excluisiva. Pasaron al olvido todas las otras ideas de trabajos que tenía en mi cabeza, se debilitaron, se desvitalizaron.
Y ésta sola se mantuvo, viva y floreciente dentro de mí … mi idea es la siguiente: seguir el Evangelio según San Mateo, punto por punto, sin hacer un guión o adaptación de la misma. Para traducir fielmente en imágenes, siguiendo su historia exactamente sin omisiones o adiciones.
El diálogo también debe ser estrictamente el de San Mateo, sin ni siquiera una sola frase explicativa o de conexión, ya que ninguna imagen o palabra insertada podrían nunca alcanzar las alturas poéticas del texto… para decirlo de manera muy simple y franca, yo no creo que Cristo es el hijo de Dios, porque no soy creyente -por lo menos no conscientemente-. Pero yo creo que Cristo es divino. Yo creo que Es, que en Él la humanidad es tan amable y tan ideal que sobrepasa los límites comunes de la humanidad. Por esta razón digo “poesía” -un instrumento irracional de expresar este sentimiento irracional mío hacia Cristo-.
Me gustaría que mi película se pueda mostrar el domingo de Pascua en todas las salas de cine parroquiales en Italia y en el mundo. Es por eso que necesito su ayuda y apoyo. No quiero que mis necesidades creativas, mi inspiración poética, choque nunca con su sensibilidad como creyentes. Porque en ese caso, yo nunca lograría mi propósito de dar de nuevo a todo el mundo una vida que es un modelo – aunque sea imposible alcanzar – para todos “.
ASISTENCIA PARA LA PELÍCULA
La asistencia concreta fue, de hecho, dada a la película por el Pro Civitate Christiana de Asís, a la que en noviembre de 1959, el breve pontificio del Papa Juan XXIII había asignado el objetivo de “conducir a la sociedad de nuevo a los principios de los Evangelios”.
Esta ayuda o asistencia fue un acto de valentía. Muchos en el mundo del cine y de la Iglesia juzgaron la empresa una locura. La controversia estalló. La Cittadella en Asís respondió:
“Hemos tenido una excelente impresión de Pier Paolo Pasolini, como la hemos tenido de todos los que hemos tenido la suerte de que se acercaran a nosotros. De hecho, en cada rostro humano vemos reflejada la maravillosa presencia del Señor… a todos aquellos que nos dicen que Pasolini no sólo es un incrédulo, sino también un pecador, humildemente respondemos que aunque fuera cierto, esto no es ninguna razón para cerrarle la puerta en la cara y negarle la ayuda que nos ha solicitado.
Jesús amó a todos, pero tenía una preferencia por los publicanos, pecadores, ladrones e incluso por las pobres criaturas que habían caído en la miseria moral más angustiante, como la Magdalena, la mujer sorprendida en adulterio, la mujer de Samaria. A ciertos tipos de ataques no hemos respondido ya que la Pro Civitate Christiana no tiene la costumbre de participar en la polémica. Hemos, sin embargo, observado que si todos nosotros fuéramos verdaderamente cristianos, no echaríamos vinagre en el dolor humano, sino el aceite de la bondad. Jesús murió para ayudar a todos, para salvar a todo el mundo … “
FILMACIÓN, EDICIÓN Y SELECCIÓN
El rodaje del Evangelio comenzó a principios de la primavera de 1964. La elección de una de las caras era sintomático – la de la madre de Pier Paolo, Susanna interpretando a la Virgen, convulsionada por el dolor en el Gólgota debajo de la cruz que soporta a su hijo. Pasolini pasó todo el verano en el montaje de la película.
El 4 de septiembre de 1964, “El Evangelio según San Mateo” se presentó en el cuarto Festival Internacional de Cine de Venecia. No fue una noche tranquila.
Los fascistas protagonizaron su alboroto habitual, lanzando octavillas e insultos a los espectadores. Asaltaron, entre otros, al pintor Renato Guttuso y a Paolo Valmarana, crítico de cine del periódico de la Democracia Cristiana, “Il Popolo”.
Pero la proyección de la película terminó con un caluroso y largo aplauso. Paolo Chilanti escribió:
“Esa noche vio la formación de un punto increíble de intersección en la que fluían diversas y opuestas filosofías y fuerzas políticas irreconciliables. Sólo los fascistas se destacaron claramente: estaban solos y hablaban y gesticulaban solos”.
Dedicado “a la querida y feliz sombra familiar de Juan XXIII”, la película fue citada por la OCIC, la Oficina Internacional de Cine Católico: “El autor de quien se dice que no comparte nuestra fe, ha dado pruebas en la elección de los textos y las escenas de respeto y delicadeza. Ha hecho una buena película, una película cristiana que produce una profunda impresión.”.
A pesar de que las obras posteriores de Pasolini también contendrían claras alusiones a la religión, como Teorema o su novela publicada póstumamente Petrolio, fue en El Evangelio donde Pasolini mostró más claramente al público los motivos reales por los que hacía sus “impactantes” declaraciones a través de la religión.
No, no en aras del sensacionalismo, ni para ser original o diferente, ni siquiera para hacerse famoso.
Irónicamente, el “ateo” y “marxista” Pasolini se expresó a sí mismo en la religión, en un esfuerzo por volver a las raíces del cristianismo, a las primeras comunidades pobres de pescadores y agricultores de Palestina. Al hacer esto, Pasolini esperaba sinceramente que conseguiría arrojar lejos la vinculación que con el tiempo se había establecido entre la religión y el poder y, por lo tanto, ayudar a recuperar los verdaderos principios de la fe cristiana.