La guerra del 14, una contradicción más en la recargada y trastornada crónica de Europa

Por José Antonio Ricondo

 

A medida que las circunstancias y su fuerza creciente capacitaban a Alemania para desempeñar un papel cada vez más importante en las relaciones internacionales, era natural que los asuntos europeos alcanzasen mayor volumen; (…) los incidentes de Alemania en ultramar [en la primera década del s. XX: ferrocarril de Bagdad (1903), Tánger (1905), Agadir (1911)] respondían esencialmente al propósito de reforzar la posición alemana en Europa.
Geoffrey Barraclough, Introducción a la historia contemporánea.

 

Muchos historiadores han estudiado que el estallido de la guerra del 14 no se originó en su comienzo como una guerra intercontinental, sino que fue una pelea europea que se les fue de las manos: únicamente se trocó en guerra mundial en el 1917. No fue la dominación europea exterior ni el desarrollo de las ganancias ultramarinas de las naciones poderosas europeas ni tampoco el empeoramiento de los grandes estados de fuera de Europa en sus hostilidades lo que arrastró a esta guerra, sino las antiguas y atrasadas rivalidades europeas.

Si algo puede tener de positivo esta guerra es para aprender de sus causas y no volver a repetirlas, siempre que el género humano y, sobre todo, sus dirigentes, dejen de alentar su contumaz ignorancia. Por ejemplo, una salida lógica a los armamentos fabricados en insana producción procede del agravamiento de las suspicacias violentas en el mundo provenientes de las contiendas coloniales y económicas, como también del florecimiento del nacionalismo avasallador y sectario.

 

 

guerra ‘La maquinaria de la guerra’

 

Europa, en el amanecer del siglo pasado, se ubicaba en la cima de su imperio y los estados europeos se dividían y asignaban el planeta con sus dominios en los demás continentes. El siglo anterior, el XIX, había producido una vida más holgada, abastecida materialmente, que en los siglos anteriores, y asimismo un avance científico y educativo -la competencia y los estudios en Medicina posibilitaban alargar la esperanza de vida, y los recursos tecnológicos así lo permitían-. Sí, es cierto que el proletariado fabril vivía en la escasez y en la pobreza, pero ya no aguantaba las estrecheces y desdichas de la entrada de ese siglo. Además, con la aparición del socialismo[1] y sus partidos, y de los sindicatos, había una mayor vigilancia por una asistencia, ayuda y defensa básicas del obrero industrial. Evolución también en la libertad de las mujeres, que podían aprovechar el camino a la cultura y a la educación. Indudablemente, a Rusia y al pueblo austrohúngaro les faltaba democracia y libertades, sin embargo sobrevivían con una dirección razonable y en un estado a medio camino de lo que podemos entender por moderno. Europa nunca había vivido de una manera destacada como en el inicio del siglo XX.

Comúnmente se acostumbra a calificar a la guerra del 14 como una efeméride más en una prolongada gradación de batallas por la obsesión de acordar en Europa el dominio de alguna de sus naciones -desde Carlos I[2] y su hijo Felipe II, en España, hasta Hitler-. No es posible titubear cuando afirmamos que Alemania proyectó fijar su poder sobre Europa, aunque su deseo era restablecer nuestra autonomía para concursar en el gobierno mundial: el juicio es suficientemente obvio porque el ensayo o el experimento de un joven estado para reemplazar a los viejos desató una contestación desconocida hasta entonces y la entrada de las considerables fuerzas internacionales provocó una inédita guerra. Fueron suficientes las causas y pueden refrescarse en cualquier manual. Arriba se han ido citando algunas de pasada. A mi modo de ver, hay dos que son fundamentales: los nacionalismos -el francés con su revanchismo y el alemán con la asociación pangermánica- y el enfrentamiento económico entre las naciones con capitalismo avanzado -excedentes en la producción, necesidad de mercados emergentes-, pues este sistema se nutre de las guerras.

 

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‘Alistamiento para la guerra’

 

Nueve lustros después de comenzado el siglo XX, Europa se aterirá arruinada. Y como en la del 14, con un aturdimiento y descuido disparatado realmente desconcertantes, los dirigentes y estadistas posibilitaron que la guerra del 39 se desencadenase: con ella, el desequilibrio y el dislate de la propia asolación, de la catástrofe, del exterminio… Sí. Los pueblos habían experimentado períodos horripilantes y espantosos -la peste, la guerra de los Treinta Años-; sin embargo, jamás se habían fabricado hecatombes, mortandades y masacres como en los tres decenios entre las dos guerras mundiales. Lo que tampoco es erróneo decir que esta esquizofrenia general salió de Alemania, transmutada en un psiquiátrico en donde un alienado y perturbado se subió al mando e hizo saber al progreso mismo que le iba a tratar como enemigo y que iba a realizar contra él uno de los más execrables períodos de hostilidad y guerra nunca conocidos hasta entonces. Porque no nos olvidemos que la Primera Guerra Mundial no dejó de ser la preeminente carnicería del siglo XX; de la misma se determinaron las sucesivas y progresivas avalanchas de barbaridades, brutalidades y salvajismos que han originado que el siglo XX haya sido el tiempo funesto del autoritarismo, de la autocracia y de la crueldad, y de la destrucción de masas humanas.

Por lo tanto, la primera guerra mundial no dejó de ser el contraataque de Alemania ante la naciente galaxia de potencias en el mundo, como asimismo la guerra del gran dictador veinticinco años después. La del 14, desencadenada en Europa, resultó desde sus cimientos una guerra mundial tanto en su mentalidad como en su intención. Y el resultado que causó esta guerra en nuestro continente fue devastar por tiempo indefinido los principios del contrapeso y armonía europeos[3]. En 1918 -como en 1945- la autoridad de los pueblos europeos había desfallecido, supliendo su rol culminante y estratégico Rusia y Estados Unidos, y Europa asolada ya no alcanzaba a explicarse sus incógnitas ni a remediar sus dificultades esenciales.

 

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‘En las guerras no crecen las flores’

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En 1929, se publica ‘Adiós a las armas’, en donde Ernest Hemingway elabora los recuerdos que tenía sobre la primera guerra mundial. Escogidos al azar, hay diversos textos que pueden venir a colación en este trabajo:

 

Parecía que la guerra fuese a durar mucho tiempo. Nosotros acabábamos de entrar en la guerra, pero yo pensaba que necesitaríamos un año para enviar cantidades importantes de tropas y adiestrarlas para el combate. El año siguiente sería un año malo, o tal vez un año bueno (…) Quizá ya no fuera posible ganar guerras. Quizá durarían siempre. Quizá aquélla sería otra guerra de los Cien Años.

 

Si mataban tantos hombres como en aquel otoño, los aliados estarían fritos dentro de un año. Dijo que todos estábamos fritos, pero que se podía ir tirando mientras no se dieran cuenta. Todos estábamos fritos. El secreto estaba en no admitirlo. El último país en darse cuenta de que estaba frito, ganaría la guerra (…) Dijo que todo estaba hecho un asco. Dijo que solo pensaban en divisiones y en mano de obra. Todos se peleaban por las divisiones, y apenas las reunían, el enemigo las liquidaba.

 

Cuando uno se enfrenta con este mundo con tanto valor, para vencerlo el mundo tiene que matarlo, y por supuesto lo mata. El mundo acaba venciendo a todos, y luego muchos son fuertes en el lugar en el que el mundo les ha herido para vencerlos. Pero a los que no se dejan vencer, los mata. Mata con toda imparcialidad a los que son muy buenos, a los que son muy mansos, a los que son muy valientes. Si uno no pertenece a ninguna de estas categorías, puede estar seguro de que también acabará por matarle, pero sin tener ninguna prisa.

 


 

[1] La palabra ‘socialismo’ se encuentra por vez primera en 1834, usada en Le Globe por Pierre Leroux.

 

[2] El científico, cirujano y defensor del arbitraje, el pasiego Enrique Diego-Madrazo le calificará argumentándolo de ‘bandido’, ‘fanático’, ‘ambicioso’, ‘despótico’ y ‘brutal’.

[3] Hoy, en Europa hay otra guerra soterrada, económica y política, que ha traído no pequeñas calamidades a los países del sur, instigadas por el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional y por el país del que estamos hablando.

 

 

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