Microrrelatos de Jesús Fabregat
Artificial
Jesús Fabregat
La señorita que atiende la ventanilla de reclamaciones es en realidad un robot. Ella no lo sabe, claro, porque las máquinas aún no disponen de conciencia de sí mismas, pero yo lo he notado. Desde mi escritorio solo veo su espalda y ese cabello castaño que jamás se despeina, por muchos improperios que le escupan al cabo del día. A veces fuerzo mi turno para coincidir con ella en la sala de descanso. Mientras los demás cotillean y engullen donuts empapados en café, Clara Buendía, la señorita reclamaciones, se sienta en una esquina y lee novelitas de amor en formato de bolsillo. Nunca habla con nadie.
Llevo días pensando cómo entablar conversación, pero no logro que despegue sus ojos biónicos de esos libritos de cubierta rosa y dorada. Me siento frente a ella y la observo casi con descaro, pero no hay forma. Solo durante unos segundos, mientras termina con un libro y rebusca en su bolso otro con el que continuar la lectura, sus ojos se cruzan con los míos y descubro que son azules y casi perfectos. Tal vez sea un fallo de fabricación, o un montaje defectuoso, pero me ha parecido notar que parte del líquido en el que flotan, quizá lubricante transparente, se ha escapado de su depósito y resbala despacio por su mejilla artificial.
Juegos de infancia
Jesús Fabregat
Los nuevos vecinos también tienen un hijo muerto. Es algo mayor que Martín, pero al poco de llegar se hicieron amigos y ahora se pasan las tardes buscando pandilla. Parece ser que en la avenida Willmore han encontrado ya uno, y hay otro aquí al lado que con algo de suerte se unirá pronto al grupo, dice Martín, que está casi a punto.
Ahora el que nos preocupa es Eddie, que se pasa las horas muertas viendo jugar a su hermano, que se aburre mientras los otros se entretienen atravesando los muros del colegio, y se esconden bajo las gabardinas de las chicas, y saltan de cabeza desde la azotea del ayuntamiento. Su padre y yo no sabemos bien qué hacer, pero de momento hemos decidido que ya no vamos a esconder los cuchillos, y esta mañana hemos quitado el candado al botiquín.
Sobre el autor
Jesús Fabregat es uno de esos tipos raros que estudia ciencias para luego apasionarse por las letras, que escribe para no publicar, que gusta de lo críptico hasta rayar en lo incomprensible, y a pesar de todo reconoce que le encanta lo que hace y cómo lo hace.
Su faceta de traductor, un oficio como cualquier otro con el que ganarse el pan, le abrió las puertas de la escritura, estudió en la Escuela de Escritores y poco después pasó a formar parte de su claustro, en el que lleva más de un lustro impartiendo cursos de escritura creativa y recientemente también de microrrelato, un género que le apasiona y al que dedica ahora la totalidad de su creación literaria.
Frecuenta las redes sociales y es allí donde escupe la mayoría de sus hiperbreves, algunos de los cuales guarda en su blog (Lo bueno, si breve), un espacio minimalista en el que almacena brevedades.
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