La herencia ya está pagada
Por: Héctor Anaya
Este noviembre de 2014 se cumplirán 39 años desde aquel «Españoles, Franco ha muerto» pronunciado por un compungido y sobreafectado Arias Navarro; 39 años de la muerte del dictador que más muertes ha producido en tiempos de paz; 39 años del fin de una represión vengativa e insaciable. Pero, en estos 39 años, todavía no se ha acabado de todo con el franquismo. Podría resaltar muchos aspectos sobre la pervivencia franquista en nuestros días (¿acaso tiene Mussolini un gran mausoleo en el centro de Roma como el Valle de los Caídos? ¿Un mausoleo construido con el sudor y sangre de muchos presos republicanos? ¿Acaso permite Alemania la existencia de partidos nazis como aquí se permite la falange o la fundación nacional Francisco Franco?), pero lo que en este artículo voy a tratar, puesto que hace dos días Juan Carlos de Borbón abdicó, es el regalo que Franco hizo a todos los españoles, su herencia: la monarquía borbónica.
Este noviembre pasarán 39 años de la muerte de Francisco Franco y de la proclamación –que no coronación– de Juan Carlos I. Franco impuso una «monarquía del movimiento». El tránsito a la democracia culminó en 1978 con la Constitución y como forma política de Estado la monarquía parlamentaria. El poder del actual monarca y su estirpe era algo previo, algo pactado y procedente del franquismo. Franco estableció las bases para el futuro monárquico de España en 1947, con la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, que declaraba a España Reino y otorgaba al Jefe del Estado la facultad de proponer a las Cortes la persona que lo sucedería a título de rey.
Franco descartó a Juan de Borbón –legítimo heredero de Alfonso XII–, tal vez, por considerarlo demasiado liberal y contrario al régimen, pero se centró en su hijo, quien bien aleccionado –tal vez, amaestrado– por la ideología del régimen, podría funcionar.
Bien, así fue. Así hemos llegado a día de hoy. Con una monarquía cada vez con más escándalos (caza de elefantes, amantes despechadas, presuntos ladrones) y asemejada a Dallas o Dinastía. Pero, ¿es legítima esta monarquía que aceptó el pueblo español en sus momentos? ¿Se puede considerar legítima una decisión que se tomó en un momento turbulento, inestable, en el que el miedo a una posible nueva guerra flotaba en el ambiente? ¿No sería más justo volver a preguntar al pueblo? ¿Si la Casa Real está tan segura de su aceptación entre los españoles por qué no pregunta y hace referéndum? ¿De qué tiene miedo? Tal vez, que se decida que la monarquía es una institución arcaica y desfasada, ilegítima y que fue puesta tras un golpe de estado y una dictadura de casi 40 años. No debemos olvidar que antes de que los militares se inmiscuyeran en política allá por 1936, en España había una república.
Además, si el lector se pregunta por qué esta animadversión mía hacía los borbones o cualquier otra casa monárquica y si el hecho de que fuera algo impuesto no es suficiente, diré que hay muchos argumentos a favor de una república, algunos de ellos serían: el inexistente control sobre la figura del rey y el hecho de que su figura tenga impunidad y esté por encima de la ley; la incapacidad que puede mostrar el posible heredero (por ello la elección del representante es preferible, ya que si el candidato no es apto, no tiene por qué ser impuesto); y, sobre todo, la obviedad que supone que en una democracia real el representante simbólico del país debe ser elegido por el país y no impuesto por una tradición y por los deseos explícitos de un dictador. Por ello, sería lógico pensar que para iniciar una nueva etapa, se debería realizar un nuevo referéndum popular que muestre los verdaderos deseos de la sociedad española. Porque, personalmente, considero que la herencia de Franco ya está bien pagada.