Ley y moral

Por José Antonio Ricondo

“¿Qué era la justicia? ¿Lo que decían los libros o lo que se imponía y aplicaba en la vida real? ¿O más bien lo que, independientemente de los libros, obligaba a cumplir el ordenamiento de la época?”

(‘El lector’, de Bernhard Schlink).

Muchas veces hemos podido darnos cuenta de la división entre la ley o la norma y la moral. El concejal de turno ha diseñado unos preciosos paseos ajardinados y poco a poco vamos viendo una línea recta y fija que atraviesa el césped, facilitando el camino al viandante. Y lo que anteriormente pudiera haber sido una sanción, ahora se resuelve con un nuevo trazado hecho ley, sobre todo si el nuevo camino ya estaba muy hecho, muy pisado.
Otros casos siguen la misma pauta: el uso y desuso de vocablos hace que muchos dejen de tener validez y otros tantos se incorporen a su uso en el habla y en la escritura porque la sociedad progresa y avanza. Finalmente, hoy la población en general es más sensible a casos de violencia que antaño en donde el silencio colectivo era más patente. Por ejemplo, hoy, los menores de edad pueden sentirse más protegidos legalmente que siglos atrás. Que no vayan los procesos con la celeridad que deseamos no significa que no se esté avanzando en este derecho y deber.

Pero a corto plazo, y en España, asistimos a un retroceso y pérdida de las libertades y los derechos de los ciudadanos, debilitando y desmantelando así el Estado de Derecho. En una dictadura, las acciones del Gobierno no tienen por qué obedecer a norma jurídica alguna. Y, sin embargo, parecidos resultados se obtienen cuando una mayoría absoluta democrática impone los deseos de un ministro, con el silencio del Presidente, sin consenso alguno.
Serán por ley las costosas tasas judiciales, la eliminación de unos 1.200 jueces en régimen de sustitución, la seguridad ciudadana según la entienden ellos -no la ciudadanía-, la reforma de la justicia universal, un corcusido que ya ha liberado inmediatamente a 43 narcotraficantes y deja abandonadas a los dos centenares de niñas secuestradas por Boko Haram en Nigeria, por ejemplo. Las personas, los individuos, están por encima del Estado a quien pertenecen.

 

¿Y son morales esas decisiones de un ministro a quien le gusta ser centro, dar la nota? No, porque se me antoja pensar que es un amoral, no tiene sentido moral. Sus normas jurídicas, sus leyes, las dicta disléxicamente, torticeramente, con enorme menoscabo de la mayoría de la población: ¿Quién va a pleitear cuando las costas, aun ganando el juicio, no se devuelven? La Justicia para quien se la pueda pagar; y la Justicia como recurso comercial: quién se atreve a llevar la contraria a China en el proceso contra cinco antiguos jefes suyos, uno de ellos el que fuera presidente -Jiang Zemin-, por su presunta responsabilidad en los delitos de lesa humanidad y genocidio en Tíbet, cuando ese país es dueño del 20% de nuestra deuda…

 

unnamed(De facua.org)

 

La moral se configura mediante éticas individuales que inspira la conciencia, el sentido común, o lo que uno sabe a través del modo de actuar y pensar del común de los seres humanos de una determinada población, de la generalidad de un colectivo, aunque esto puede contrastar con lo que uno cree que son los derechos humanos. Ejemplos de ello puede ser el apoyo de la población alemana, en general, a la barbarie nazi: ese era el sentido común de la generalidad de aquella población en aquel instante; o los linchamientos a los negros en los estados del sur de los Estados Unidos a últimos del siglo XIX y principios del XX: era el sentido común de una generalidad enfurecida e insegura y atemorizada por los corifeos más sinvergüenzas y con menos sentido.

La moral es aquello que, si infringimos nuestras normas éticas, nos hace sentirnos mal, angustiándonos por la mala conciencia. Somos autónomos cuando somos capaces de establecernos nuestras propias normas. Y seguimos siéndolo cuando, si esas propias normas llegan a ser incompatibles con la ley o leyes impuestas, nos declaramos en resistencia a esas leyes que sentimos que conculcan e incumplen los derechos fundamentales de la persona o que intentan amordazar la libre y pacífica expresión de la ciudadanía.

udiled(Dilema moral, Manel Fontdevila/eldiario.es)

 

Acabamos como empezamos: la relación entre la ley y la moral es tal que la segunda es el origen de la primera, a la que alimenta. La ley evoluciona, y así debe ser, según va modificándose y adaptándose la sociedad y su moral. No es cosa de ahora. Así ha sido siempre desde el antiguo Derecho Romano, y esa evolución de ambas debe ser bienvenida.
El conflicto viene solo cuando los que nos gobiernan y los políticos que legislan, están tan lejanos a la gente, a quienes deben administrar, que quieren limitarnos las protestas pacíficas, siendo ellos precisamente los que crean la intensa conflictividad social que existe. La moral en democracia no es precisamente la trágala.

 

 

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