Madres
Hoy, primer domingo de mayo, celebramos el Día de la Madre. Con motivo de este día, y en homenaje a todas las madres del mundo, presentamos esta galería de fotos, cedida por Survival, que retrata las vidas de las madres indígenas, de sus bebés y de las tierras en las que crían a sus hijos.
En la cuenca del Congo, una madre pigmea lleva consigo a su bebé cuando sale en busca de alimento por la frondosa selva. Las palabras “aiya”, “ngu”, “anaanak” y “nae” comparten el mismo significado, pero en diferentes lenguas: madre. Esta galería retrata las vidas de las madres indígenas y de sus hijos.
Comunidad indígena penan en Sarawak, Malasia. La maternidad es universal; las madres indígenas dan a luz y crían a sus hijos sin mayores problemas desde las profundidades de la selva amazónica hasta el gélido Ártico.
Una pastora y un niño nenéts de la Península de Yamal. Tradicionalmente las mujeres nenéts daban a luz en sus chums (tipis), aunque en la actualidad la mayoría de los partos tienen lugar en los hospitales. Para muchos pueblos indígenas y tribales el concepto “madre” se refiere no solo a quien les da la vida, alimento, refugio y amor, sino también a la tierra en la que viven, que es su hogar. Estos vínculos son muy potentes.
Cuando los lazos se rompen a causa de la colonización, las expulsiones forzosas, la minería, la tala o “el desarrollo”, las consecuencias pueden ser devastadoras. Survival International lleva 40 años trabajando para proteger las tierras y los derechos de los pueblos indígenas y tribales. En la imagen vemos a una madre y un niño yanomamis. Las indígenas yanomamis suelen alejarse de sus casas comunales acompañadas de sus madres o de otras familiares para dar a luz en la selva.
Los hadzas son una pequeña tribu de unos 1.300 cazadores recolectores que viven en el noroeste de Tanzania. Cuando las mujeres hadzas se desplazaban a través de su tierra ancestral, cubierta de arbustos, muchos de los partos se producían durante la misma marcha, a veces en las cavidades de los troncos de los ancianos árboles de baobab. Una vez que daba a luz, la mujer simplemente cogía a su bebé y seguía caminando para alcanzar al resto de la familia.
Un niño bodi de Etiopía sujeta a su cabra. Los niños bodis también aprenden poemas que cantan a sus vacas favoritas. Muchos niños indígenas todavía viven en comunidades complejas donde crecen en una intimidad más profunda con un mayor número de personas que la mayoría de los niños que residen en las ciudades. Muchos niños aprenden desde pequeños que compartir es un principio fundamental en la vida social y que las decisiones de la comunidad se toman por consenso.
Los niños yanomamis aprenden a “leer” el rastro de los animales, a utilizar la savia de las plantas como veneno y a escalar los árboles haciendo uso de lianas que se atan a los pies. “En aquellos días mi madre siempre me llevaba con ella a la selva para buscar cangrejos, pescar con timbó o recolectar frutos silvestres. A veces los cazadores también me llamaban de madrugada cuando iban a salir hacia la selva. Así es como crecí yo en la selva”. Davi Kopenawa Yanomami, Brasil.
Una madre asháninka con su hija, ambas con la vestimenta tradicional kushma. Las mujeres embarazadas se abstienen de comer carne de tortuga por miedo a que sus hijos salgan lentos. Los niños asháninkas también adquieren desde pequeños conocimientos que los hacen autosuficientes, como cazar y pescar.
Las madres inuits llevan a sus hijos en un amautik durante los primeros años de sus vidas. Tradicionalmente el amautik se hacía con la piel del caribú, que los mantenía cálidos y confortables.
Un bebé recién nacido en su dhulon, la cuna tradicional jumma. Para dormirlo su madre le canta cunas a las que llaman olee daagaanaa. Gentil, compasivo y religiosamente tolerante, el pueblo indígena jumma de las Chittagong Hill Tracts del sureste montañoso de Bangladés, difiere étnica y lingüísticamente de la mayoría bengalí.
En los frondosos bosques y valles fluviales de la cuenca del Congo en África, un niño “pigmeo” aka juega con su madre. A los bebés bakas, como a otros niños tribales, se los tiene en brazos casi todo el tiempo.
Los padres bakas pasan aproximadamente la mitad del día cerca de sus bebés, y a veces incluso ofrecen sus pezones para que el niño los chupe cuando llora y la madre u otra mujer no están disponibles. “No es nada raro despertar en la noche y escuchar que un padre le está cantando a su hijo”, explica el antropólogo americano Barry Hewlett, que ha vivido con los bakas durante años.
En Brasil, las madres de la tribu awá, uno de los dos únicos pueblos indígenas nómadas de cazadores-recolectores que quedan en el país, siempre han conocido un estatus igualitario con respecto a los hombres awás. Algunas mujeres awás pueden tener varios maridos, una práctica que se conoce como poliandria.
Además de a sus propios bebés, las mujeres awás dan de mamar a crías huérfanas de monos y de otros animales, como el agutí, un roedor de América del Sur. “Paso mucho tiempo amamantando a los monos bebés”, le explica una mujer awá llamada Periquito a una investigadora de Survival International. “Y cuando han crecido lo suficiente vuelven a vivir a la selva. Puedo oír al mono aullador que solía ser mi mascota, cantando ahí en los árboles”.
En Malasia los penanes han vivido durante mucho tiempo en armonía con su selva, repleta de enormes árboles, extrañas orquídeas y rápidos ríos. “La selva es nuestra Madre”, dicen. “Pertenece a los innumerables muertos, a los pocos que viven y a las multitudes que están por nacer”.
En Papúa occidental la mayor mina de oro y cobre del mundo, que gestiona la empresa americana Freeport McMoRan, ha arrasado el hogar de la tribu de las tierras altas, los amungmes, destruyendo la montaña que ellos conocen como “Madre”. Muchos indígenas amungmes han sido asesinados por los soldados indonesios que defendían la mina.
Esta madre awá y su bebé pertenecen a la tribu más amenazada de la Tierra. Los awás dependen de su selva para sobrevivir. Sin embargo, están en peligro por las crecientes invasiones de su tierra por parte de madereros, ganaderos y colonos. Más del 30% de uno de los territorios awás ya ha sido destruido. Para esta mujer y otras madres indígenas, la solución para garantizar su supervivencia y la de sus hijos recae en el reconocimiento de sus derechos fundamentales.
Es necesaria la autodeterminación y la protección de las tierras en las que viven y de las que dependen. Solo así podrán vivir libremente en sus territorios, del modo que elijan: libres de las amenazas de opresión, violencia y expulsión. Si destruyes la selva, nos destruyes también a nosotros, dijo esta madre awá al equipo de Survival International. “No estamos aquí por nosotros. Estamos aquí por nuestros hijos, y los hijos de nuestros nietos”. Bosquimano, Botsuana.