El fantasma de Drácula

 

Por Antonio Costa

La gente me hablaba de Vlad Tepes, el Drácula histórico que defendió Rumanía contra los turcos con métodos brutales , pero a mí no me importaba nada el Drácula histórico, me fascinaba el Drácula ficticio de la literatura y el cine, y quería ver Transilvania porque allí soñó genialmente Bram Stoker a su personaje (nada que ver con el best seller simplista “La historiodora” de Elizabeth Kostova) aunque nunca estuvo en esa tierra, fui a Brasov des Bucarest , y en el tren fui pensando que a los rumanos les cabreaba admitirlo pero Transilvania había sido de Hungría durante siglos, ( y sus ciudades eran fundaciones de colonos alemanes que habían emigrado a las últimas fronteras y habían desarrollado el gótico alemán), y en su novela Stoker hace que Drácula sea un húngaro de la familia de los Szekely y reivindique sus orígenes hunos, porque Drácula ante todo se presenta como un noble orgulloso y rebelde, como un bárbaro que no quiere ser asimilado, como un hombre de la selva que no quiere ser domesticado por la civilización, y los europeos del oeste creían que los Cárpatos y los Balcanes eran la zona oscura ( todavía los ve así Robert Kaplan en “Fantasmas balcánicos”), una zona de violencia y de mal, de caos y de peligro, lejos de la zona civilizada, sin embargo les fascinaba como fascinaban los bárbaros a Cavafis.

Llegué a Brasov y caminé por las calles elegantes hasta la plaza grandiosa y vi las agujas góticas y admiré los edificios negros y miré las montañas llenas de espesuras, estaba en un hotel elegante , me acerqué a la ventana con una botella de vino, veía la torre negra de la catedral a lo lejos y miraba la gente pasar por la calle, me dije que Drácula nos fascinaba a todos porque representaba lo prohibido y secreto, la sexualidad que reprime el cristianismo, el poder del diablo que es todo lo que nuestras convenciones rechazan, igual que la iglesia convirtió en diablos a los dioses antiguos, como los griegos habían convertido en monstruos a las diosas matriarcales, y se convierten en brujas las ninfas y las mujeres todas, y Drácula era el mal que quería invadir Europa, que venía en un barco con su tierra maldita hacia Inglaterra en la novela de Stoker y hacia Alemania en las versiones de Murnau y de Herzog, que traía la peste y la noche y la muerte, y al traer la peste traía el desenfreno y la inmoralidad, era la ruptura de nuestro puritanismo, de nuestras costumbres bienpesantes que lo prohíben todo, que ven en el cuerpo algo malo, pero ese mal al fin y al cabo lo necesitábamos, Drácula era nuestro lado oscuro y nuestra rebelión, era nuestra pasión mas indómita, era el solitario escondido en su castillo, el que habla con lobos y vive de noche, el representante de lo más escandaloso, el que se viste de rojo y bebe sangre porque bebe la vida, y quiere tanta vida que se niega a morirse, y está muerto pero está vivo secretamente, y le clavamos una estaca y le ponemos ajos pero secretamente nos atrae, igual que atrae a las mujeres a las que fascina, y también es el amor loco y la soledad furiosa y la invasión de los lobos.

Me dije que el lobo estepario de Hermann Hesse, que en una página se subleva contra todo lo que hay de olímpico y de oficial en Goethe, reclama la energía y la libertad del lobo con todas sus ocurrencias y todas sus magias, y así también Drácula era ese lobo de los Cárpatos, de esas montañas indómitas y misteriosas, de ese rincón oscuro de Europa que también quería ser Europa, Drácula traía el mal y la peste a la Inglaterra elegante y entonces traía el delirio, quería subvertir nuestras ciudades tranquilas y nuestras costumbres burguesas, y le teníamos miedo , pero necesitábamos de ese mal para agitarnos y formaba parte de nosotros, aunque no lo sepa Drácula está buscando a una muchacha que ame de verdad, y la muchacha está buscando a alguien que lata de verdad más allá de la muerte, y así se pueden rescatar el uno al otro, por medio de la pasión.

Me quedé unos días en Brasov y quise ir al castillo de Bran, que era el que enseñaban a los turistas como castillo de Drácula, no tenía nada que ver con el Drácula histórico pero sí valdría mucho como escenario de la novela, tenía la atmósfera que se reflejaba en ella, y para mí valía mucho más eso que la Historia, la Historia no es más que un montón de brutalidades y fanatismos, a mí me importaba mucho más la literatura y el mito, fui en un autobús y desde la parada se veía a lo lejos con sus torres elevadas, su laberinto de almenas y ventanucos en distintos niveles, sus superposiciones de estructuras delante de los montes agitados, entré aunque grupos turísticos lo llenaban todo escuchando como pasmones explicaciones de folleto , pero cuando me quedaba solo aquello cobraba un silencio sobrecogedor, había infinidad de estancias oscuras y góticas, iba por pasillos y escaleras que me llevaban siempre a lo inesperado, quedaba atrapado en zonas oscuras, llegaba a salas en las que perdía la orientación, salía a alturas en la muralla en las que los montes se hacían muy lejanos , descendía a patios cerrados donde podía imaginar todas las locuras, salía a balcones inverosímiles, estaba en estancias con chimeneas y mesas de roble donde podía inventar cenas delirantes y depravaciones, imaginaba oír los lobos en los montes a través de las ventanas góticas, sí , este castillo gótico, me dije , íntimo y lleno de secretos y atormentado, con esta exaltación de torres afiladas y barbacanas, parece hecho para enfrentarse a las montañas más indómitas y los bosques más espesos, (aunque eso es una paradoja, porque Transilvania es una zona muy poblada, y llena de cultura alemana que es la menos exótica de Europa, claro, Europa es una paradoja).

Otro día estaba sentado tomando cerveza en una mesa de madera al lado de la catedral y se sentaron a mi lado unos gitanos, como vio que era extranjero le parecí más tolerante, me contó que dedicaba a diversos negocios, me dijo que podía llevarme a una fiesta con bailarinas y música, nos empeñamos en rechazarlos, me dije, pero todos los europeos tenemos algo de gitanos y de inquietos, y el propio Drácula sería capaz, con tal de llevar un poco de tierra natal, de desplazarse fuera de Europa con su maldición, tal vez podría empezar por Boston y Nueva Inglaterra, donde una institutriz como la de “Otra vuelta de tuerca” de Henry James se espantaba con las sugerencias de sensualidad y voluntad de vivir en unos niños, es curioso, despreciamos a los gitanos, pero hemos cogido de ellos muchas cosas, y han amenizado las fiestas de nuestros palacios, y han aparecido como seres misteriosos en nuestras novelas, y venían de la India pero tal vez todos los europeos vinieron de alguna zona indeterminada de Asia, y todos los pueblos europeos tal vez acabarán desapareciendo en el mar, en el fondo Europa es como la Atlántida , me dije otro día cuando fui a Sighisoara y estaba comiendo en el restaurante que había sido la casa de Vlad Tepes, fantaseé mientras comía que acabaríamos añorando una Europa desaparecida que nos esforzaríamos por saborear en sus restos, en los flecos que quedaran casualmente de ella, en el sabor de algún vino, en algún rito amoroso, en la forma de hacer un guiso de conejo como lo hacía mi abuela.

 

 

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