Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa: enemigos íntimos
Se quisieron y se enfrentaron con idéntica pasión. Foto: EFE
Por Mónica Maristain
(20 abril 2014 SinEmbargo) La historia de su encuentro, desencuentro y una reconciliación civilizada que nunca llegó es la historia misma de la literatura latinoamericana y sobre todo del modo en que los escritores de los ´60 y ’70 se involucraron con la convulsionada situación política de la época.
La muerte de Gabriel García Márquez hizo pensar inmediatamente en el lazo complejo que lo unía a su colega peruano Mario Vargas Llosa, quien desde una trinchera totalmente distinta, permaneció siempre cerca de los acontecimientos más relevantes en Latinoamérica, llegando incluso a ser candidato a presidente del Perú.
Ambos ganaron el Premio Nobel. El de Gabo fue en 1982, cuando todavía era un hombre vigoroso y joven de 55 años y usaba guayaberas, su clásico bigote apenas comenzaba a encanecer y los países de la región iban dejando de a poco, con un saldo de sangre que aún mantiene abiertas muchas heridas, las dictaduras militares.
El de Vargas Llosa, el célebre autor de Conversación en la catedral y La ciudad y los perros, entre otras novelas paradigmáticas del tan mentado boom latinoamericano, llegó cuando el autor de Arequipa ya no era joven. El Nobel para el escritor peruano se dio en 2010 y él tenía entonces 74 años. Sin ser joven como era Gabo, mostró igual vigor en Estocolmo. A vigor, se sabe, nadie le gana Vargas Llosa, tenga la edad que tenga.
FUERON MUY AMIGOS
Eran amigos desde 1967, cercanos y llenos de energía. Vargas Llosa es nueve años menor que Gabo y a mediados de los ´70, ya comenzaban a crecer las diferencias políticas entre ambos. Si en los inicios de su amistad veían la política continental con las mismas gafas y apostaban por un pensamiento que desde la izquierda encontrara respuestas a una Latinoamérica en llamas, fueron virando cada uno al lado enfrentado de la calle, irremediablemente.
Mario Vargas Llosa y Mariano Rajoy. Foto: EFE
Asolaban las cruentas dictaduras, con militares educados en la tenebrosa Escuela de las Américas (cuyas aulas visitó, por ejemplo, el argentino Leopoldo Fortunato Galtieri, factótum de la absurda Guerra de Malvinas); los focos guerrilleros albergaban el sueño de la revolución a la vuelta de la esquina y se multiplicaban en todo el continente. Gabo era de izquierda. Mario comenzaba a dejar de serlo. Fue en 1976 (año en que el asesino Jorge Rafael Videla dio un Golpe de Estado en la Argentina) cuando un asunto personal cuyos detalles ninguno de los dos reveló posteriormente (un presumible lío de faldas) los enfrentó de forma física y sin vuelta atrás.
Con su gran amigo, Fidel Castro. Foto: EFE
El escritor peruano dejó el ojo morado a Gabriel García Márquez como resultado de un puñetazo en un restaurante de México, que quedó perpetuado en las imágenes del famoso fotógrafo mexicano Rodrigo Moya, quien las dio a conocer en 2007.
Mercedes Barcha, la esposa de Gabo, habría explicado que “Mario es un celoso estúpido”, siempre según la versión de Moya. “Mientras ambas parejas vivían en París, los García Márquez habían tratado de mediar en los disturbios conyugales entre Vargas Llosa y su esposa, Patricia, acogiendo sus confidencias”, agregaba el fotógrafo, en una historia que jamás fue confirmada por ninguno de los protagonistas.
El británico Gerald Martin, en su biografía Gabriel García Márquez: una vida, contó: Vargas Llosa le dijo al colombiano: “esto es por lo que le dijiste a Patricia” o “esto es por lo que le hiciste a Patricia”.
LA POLÍTICA, LA VERDADERA RAZÓN
Pero haya sido como haya sido, el episodio personal que produjo la ruptura entre ambos genios de la literatura en español, fue sólo la punta de un iceberg que con el paso del tiempo hundió la amistad entre ambos como si del Titanic se tratara. Y ese promontorio de hielo eterno se llamó política, fue la izquierda, fue la derecha. Hay una cosa que los hace, sin embargo, iguales, a ellos, tan diferentes.
Tanto a Mario Vargas Llosa como a Gabriel García Márquez les gustó siempre codearse con el poder. Claro que el poder entendido desde trincheras enfrentadas. La historia cuenta que el lazo profundo que unía al líder cubano Fidel Castro con el autor de Cien años de soledad no se rompió jamás.
En 1971, el caso del poeta Heberto Padilla, encarcelado por sus “ideas subversivas”, produjo el desencanto con la Revolución Cubana en muchos escritores del boom. No en García Márquez. Ni siquiera cuando en 2003 aconteció lo que hoy se conoce como la “Primavera Negra de Cuba”, por medio de la cual fueron fusilados tres opositores al régimen, se enfrentó al gobierno de la isla. Dijo estar en contra de la pena de muerte y no dijo más.
Foto: EFE
Por ser amigo, también lo fue del poderoso hombre de la política panameña, Omar Torrijos y tuvo estrecha relación con el ex presidente de España, Felipe González y el ex de los Estados Unidos, Bill Clinton.
Fue precisamente el político demócrata uno de los primeros en emitir un comunicado oficial para lamentar la muerte de su amigo. «Tuve el honor de ser su amigo y de conocer su gran corazón y mente brillante durante más de 20 años», dijo Clinton. «Él logró captar el dolor y alegría de nuestra humanidad común en escenarios tanto reales como mágicos», agregó. «Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal», era Fidel Castro para Gabriel García Márquez.
A LA DERECHA DE LA DERECHA
Mario Vargas Llosa lo llamaba “cortesano de Castro”, sin molestarle en cambio su propia amistad con el ex presidente español José María Aznar, cuyo pensamiento está a la derecha del casi ultraderechista Partido Popular, lo que ya es decir.
Como el periodista colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, que fue muy amigo y compartió sus ideas de izquierda con el Gabo, el peruano se volvió un anticomunista furibundo, un combatiente incansable de todas las ideas de izquierda y defensor acérrimo del liberalismo más rancio.
Mario Vargas Llosa y José María Aznar. Foto: EFE
Sin embargo, esas diferencias parecen haberse esfumado con el fallecimiento del autor colombiano, un hecho que acongojó a su otrora rival, quien presuroso envió las condolencias de rigor a la familia, al tiempo de lamentar profundamente la partida del que consideró «era un gran escritor». «Ha muerto un gran escritor. Sus obras le dieron gran difusión y prestigio a la literatura. Sus novelas le sobrevivirán y seguirán ganando lectores por doquier. Le envío mis condolencias a su familia», dijo Vargas Llosa desde la provincia andina de Ayacucho.
«Él seguirá vivo en el recuerdo de todos, por intermedio de aquellas obras que le dieron pantalla y difusión a la literatura de esta parte del mundo», agregó.