Los atardeceres de cuadros famosos informan sobre la atmósfera del pasado

La proporción de rojos y verdes en la puesta de sol de un cuadro permite deducir la cantidad de aerosoles que había en el cielo en el momento en que se pintó. Así lo sugiere un análisis de obras maestras efectuado por científicos griegos. El trabajo es un ejemplo de la información ambiental que se puede obtener de las pinturas.

Los-atardeceres-de-cuadros-famosos-informan-sobre-la-atmosfera-del-pasado_image_380The Lake, Petworth: Sunset, Fighting Bucks / J. M. W. Turner

SINC/  Un equipo de investigadores griegos, junto con un científico alemán, ha demostrado que los colores de los atardeceres pintados por artistas famosos se pueden utilizar para estimar los niveles de contaminación atmosférica en fechas determinadas del pasado de la Tierra.

En concreto, los cuadros revelan que las cenizas y el gas liberado durante las grandes erupciones volcánicas dispersan los colores de la luz solar, de tal forma que las puestas de sol son más rojas de lo habitual. Los resultados se publican en Atmospheric Chemistry and Physics, una revista de acceso abierto de la Unión Europea de Geociencias (EGU).

Los aerosoles liberados por las
erupciones volcánicas dispersan
la luz solar y tiñen de rojo los cielos

“La naturaleza habla a los corazones y a las almas de los grandes artistas, pero también encontramos que, cuando colorean los atardeceres, sus cerebros están percibiendo los verdes y los rojos de una forma que aporta información importante sobre el medio ambiente”, dice el autor principal Christos Zerefos, profesor de Física Atmosférica en la Academia de Atenas (Grecia).

Zerefos y su equipo analizaron cientos de fotografías digitales de alta calidad sobre cuadros que muestran el último momento del día. Se pintaron entre los años 1500 y 2000, un período que incluye más de 50 grandes erupciones volcánicas en todo el mundo.

“Así encontramos que las proporciones de rojo y verde en las puestas de sol de los cuadros de grandes maestros se correlacionan bien con la cantidad de aerosoles volcánicos en la atmósfera, independientemente del pintor o el estilo”, apunta el investigador.

Los cielos más contaminados por las cenizas volcánicas dispersan más la luz solar, por lo que son más rojizos. Un efecto similar se observa con la presencia de los minerales del polvo del desierto o con los aerosoles generados por el hombre.

 

La ‘profundidad óptica de aerosoles’

Para realizar el estudio el equipo ha medido la denominada ‘profundidad óptica de aerosoles’, un parámetro que relaciona el ratio rojo-verde, y que es tanto mayor cuantos más aerosoles hay en el aire. Después compararon los valores con agentes independientes como núcleos de hielo o datos de explosividad volcánica.

Para confirmar  el modelo, también solicitaron a un pintor que retratara diversas puestas de sol durante y después del paso de una nube de polvo sahariano –algo que él no sabía– sobre la isla de Hidra. Los resultados de la profundidad óptica de aerosoles también coincidieron con la información que habían facilitado los cuadros.

Cuadros como los de Turner incluyen
las puestas de sol tras la erupción del
famoso volcán Tambora

Por tanto, el equipo propone que este parámetro se puede utilizar directamente en los modelos climáticos, especialmente para entender cómo los aerosoles han afectado al clima de la Tierra en el pasado. Esto, a su vez, puede ayudar a mejorar las predicciones climáticas futuras.

“Con este trabajo queríamos ofrecer vías alternativas para conseguir información ambiental de la atmósfera del pasado en momentos y lugares donde no estaban disponibles los instrumentos de medida”, concluye Zerefos.

Algunos de los cuadros que ha analizado el equipo son los de J.M.W. Turner, artista británico que pintó impresionantes puestas de sol en la época en la que estalló el volcán Tambora (Indonesia). Entró en erupción en 1815 y pintores de toda Europa pudieron ver los colores cambiantes del cielo durante casi tres años.

La ceniza volcánica y gas arrojado a la atmósfera viajaron por todo el mundo. Estos aerosoles produjeron bellos atardeceres rojos y anaranjados, pero el volcán también causó la muerte directa de unas 10.000 personas, más otras 60.000 que fallecieron después por hambre y enfermedades durante el ‘invierno volcánico’ que siguió a la erupción.

 

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