El Barrio Rojo de Ámsterdam: símbolo de tolerancia y convivencia
Posted on 19 marzo, 2014 By Redaccion Escapadas, portada, Viajar
Por Jose Rasero
Desde la plaza Dam, centro geográfico e histórico de Ámsterdam, la entrada natural para acceder al Barrio Rojo es Warmoesstraat, la calle más antigua de la ciudad. En el número 141 existe una tienda que disipará cualquier duda acerca de a dónde nos dirigimos: se trata de la Condomerie He Gulden Vlies, que presume de ser el primer establecimiento mundial dedicado de manera exclusiva a la venta de condones.
Al coger a la derecha por Wijdekerksstraat comenzamos a percibir la tolerancia y permisividad características de los holandeses al aparecer ante nosotros los primeros escaparates con luces rojas e inquilinas dentro. Esta sensación se incrementará en Ouderkerksplein, donde las prostitutas comparten plaza con la Oude Kerk (el edificio religioso más antiguo de la ciudad), cuyos orígenes se remontan al XIII, aunque la actual estructura gótica corresponde a los siglos XV y XVI.
Hay testimonios del siglo XIII que muestran cómo las autoridades intentaban ya regular el comercio carnal, que aunque prohibido, no cesará en su desarrollo. En el XVII aparecerán las primeras vitrinas rojas y será en 1999 cuando la prostitución quede oficialmente reconocida como profesión en la ciudad.
En dirección al puerto y a Central Station vemos la iglesia de San Nicolás (no por casualidad patrono a un tiempo de Ámsterdam, los marinos y las prostitutas), y por todo este área encontraremos locales de porno en vivo (la Cassa Rosso es quizá el mejor ejemplo), gran variedad de sexshops, el Museo del Erotismo (con un nombre puede que excesivo, pues no deja de ser una colección de juguetes y artilugios sexuales), el Museo del Tatuaje (cuya exposición recorre la historia de esta actividad, con grabados, fotografías e instrumentos de trabajo), coffee-shops o el Museo del Hachís, la Marihuana y el Cannabis (único en Europa sobre la materia y en el que aprenderemos la historia de estas plantas, curiosidades sobre su contrabando y ante todo su -por muchos desconocido- empleo terapéutico).
Sumados a la abundancia de locales dedicados al sexo o al cannabis también hallaremos diferentes atractivos que llamarán nuestra atención: la arquitectura de las casas sobre los canales, sus puentes, bares, restaurantes y otros edificios históricos.
Destacaremos, en el canal Ordezijds Voorburgwal, el Museo Amstelkring, también conocido como Nuestro Señor del Ático, una antigua iglesia clandestina (conocida y tolerada en su tiempo por las autoridades, que no impedían el culto católico de forma particular) en el ático de dos viviendas del XVII. Se trata de una muestra más del carácter tolerante de la ciudad, en unos tiempos en que los católicos eran duramente perseguidos en gran parte de Europa por la Reforma protestante.
La bulliciosa calle Zeedijk (‘dique de mar’) fue en sus orígenes un pozo que protegía las murallas. Posteriormente se cubrió y convirtió en la conexión directa con el puerto de Ámsterdam y en el lugar donde se emborrachaban y satisfacían sexualmente los marineros. Durante las décadas de los 50 y 60 aparecieron los primeros locales declaradamente gays y se convirtió en uno de los principales centros europeos de conciertos de jazz. Degradada durante los 70 a causa del tráfico y consumo de heroína, actualmente es una de las calles de mayor trajín y oferta turística. En sus alrededores veremos innumerables comercios y restaurantes pertenecientes a la colonia oriental. En pocos metros se concentran peluquerías, supermercados, agencias de viajes e incluso el templo chino He Hua, el mayor de Europa, conformando la zona una pequeña Chinatown.
En la parte oeste del Red Light Distric hallaremos una plaza abierta y adoquinada donde todo cambia. En Nieuwmarkt desaparecen las luces rojas y los escaparates y lo que sí contemplaremos son abundantes mansiones de los siglos XVII y XVIII y animados cafés y bares con terrazas junto a los canales.
Su historia tampoco tiene desperdicio. En el siglo XV fue mercado (aún hoy suele haber un rastro de antigüedades los domingos desde julio a septiembre) y la plaza pública dedicada a las ejecuciones hasta 1810 (según los historiadores en ella se ajustició a los reos de muy variadas formas: la hoguera, el degüello y descuartizamiento, la horca y la guillotina, librándose de la cámara de gas o la silla eléctrica puesto que la pena de muerte fue abolida en Holanda antes de su invención). También sufrió la desgracia de ser el lugar escogido por los nazis para concentrar a los judíos antes de ser deportados a los campos de exterminio.
La plaza se halla dominada por una pequeña edificación con torrecitas que es la única puerta de la antigua muralla que se ha conservado entera. El Waag, como no podía ser de otra manera, comparte pasado macabro con la plaza. En él aguardaban los condenados a que les llegase su turno y en sus torres colgaban habitualmente cadáveres y miembros descuartizados. Esto fue utilizado por los cirujanos, que desde 1679 ubicaron allí una sala de anatomía y disección (las dos lecciones de anatomía de Rembrandt se inspiraron en este lugar). El pequeño edificio también ha sido báscula pública, almacén de peaje de labradores y ganaderos, escuela de esgrima, estación de bomberos y museo.
Por suerte todo ese pasado macabro es historia y hoy en día la antigua puerta de la muralla está ocupada por el restaurante In de Waag, un alegre local que se ilumina con velas y cuenta con una sala con conexiones gratuitas a Internet.
Como hemos podido comprobar el popular Barrio Rojo de Ámsterdam es mucho más que sexo y drogas blandas y, sobre todo, representa como ningún otro el carácter abierto, tolerante y solidario de la ciudad y del país del que es capital: Holanda.