Nadie cree en Dios
Por Javier Vayá
Durante varios días el bullicio mediático de este país, ese mismo que decide lo que es noticia y lo que no sin importarles un pepino la realidad, ha estado machacando durante horas con el adiós como presidente de la Conferencia Episcopal de ese ser abyecto y siniestro llamado Rouco Varela y su sustitución por otro señor que dicen que es “más moderado”. No contentos con esto, a los pocos días todos esos medios dedican varias horas a celebrar el aniversario en el puesto del Papa Francisco, ese hombre al que muchos periodistas no titubean a la hora de calificar como visionario o revolucionario.
No acierto a comprender esta masiva cobertura mediática, esta desmedida pleitesía y especie de cortesanismo servil hacia una institución que parece instaurada más allá del bien y del mal. No me importa que sea (dicen) la religión mayoritaria del país ya que estamos en un país laico y aconfesional (Artículo 16.3 de la CE: «Ninguna confesión tendrá carácter estatal») y una cosa es el respeto y otra cosa es hacer de los cambios en esta organización religiosa o el aniversario de su máximo exponente una especie de asunto de estado. Respeto e importancia mediática que no se otorga a ningún otra religión, siendo todas por ley iguales.
Lo peor de todo es que dicha religión, la católica, es la institución que más dolor, sufrimiento y miedo ha generado a la sociedad española a lo largo de los siglos y hasta la fecha. Una religión que campa a sus anchas, se permite todo tipo de injerencias en la vida y la política del país, gobierne quien gobierne, y se mide por una justicia aparte del resto de la humanidad. Mientras el Papa Francisco pone cara de simpático y pronuncia buenas palabras no mueve dedo alguno para que las cosas cambien en realidad, más que ese cacareado revolucionario, Francisco no es más que el necesario lavado de cara de una institución que sigue aferrada a sus arcaicas ideas.
Porque a estas alturas yo he llegado a la conclusión de que ninguno de estos personajes tétricos cree realmente en Dios alguno. Rouco Varela no cree en Dios, el Papa no cree en Dios, no creen en Dios los que permiten, ocultan y defienden la pederastia, no creen en Dios los que roban bebés, no creen en Dios los que dicen que la homosexualidad es una enfermedad y el aborto un asesinato, los que promueven la violencia machista, los culpables del genocidio africano producido por la prohibición de usar preservativo, los que roban impunemente edificios y monumentos públicos como la Mezquita, los que cambian la historia a su antojo, los que apoyaban y formaban parte de la dictadura franquista, los que alentaban y estaban del lado de Hitler, los que hacen funerales de estado en un estado laico y lo aprovechan para verter su interesada ponzoña, los que prohíben la eutanasia y obvian a los inmigrantes muertos, los que poseen la mayor parte de la riqueza del mundo y se dan golpes en el pecho con su falsa caridad, y tantos y demasiados etcéteras.
Tampoco cree en Dios el político corrupto, el dueño del Banco intervenido, el jefazo de beneficios millonarios y ERE en su empresa, el señorito y cacique de pueblo que acuden a misa todos los domingos. No creen sus esposas con las mantillas, las que pisotean su condición femenina en un escaño, las que tienen doscientos asesores, no creen ninguno de los que pertenecen a la Conferencia Episcopal, ni al Opus Dei, ni a los legionarios de Cristo. En lo único que creen todos estos señores es en el poder, el poder del miedo instaurado durante siglos, el poder de las apariencias, el poder de los contactos, el poder de la ignorancia, el poder de la muerte, el poder del dinero, obviamente. Me pregunto cuándo va a ser este país el que deje de creer en ellos.
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