Aquella mudanza
Por Cata Umaña
Sentada en un baúl de mi casa, con un tabaco en la mano y descubriendo tesoros para empacarlos en grandes cajas y llevármelos a mi siguiente guarida. Ahí estaba yo, solamente viendo y clasificando todo entre “botar” y “conservar”, donde todo salía solo de los rincones más oscuros, donde todos los objetos cobran vida y me transportan a momentos lejanos de mi vida. Las cosas salen solas, las camisas, los libros, fotos, pulseras, todo cobra vida, empiezan a moverse y a buscarme.
Entre todo lo que vi, salió una cajita roja llena de polvo, soplé y encontré que tenía grabada la frase: “la clave está en la pasión” no sé si yo la encontré o tal vez ella me encontró a mí, pero logró sacarme una lágrima y recordarme aquella tarde cuando él y yo bailábamos en el barco, esperando las grandes olas, saltando, gritando y fotografiando hermosos atardeceres, donde nos jurábamos que el amor subsistiría. Ese día al anochecer brindamos con una champaña y el saco una cajita, una caja roja, que tenía grabada una frase en dorado y decía “La clave está en la pasión”, la abrí y descubrí que había ocho objetos, ocho objetos que significaban ocho momentos inolvidables para nosotros, ocho placeres compartidos y ahí amando el olor del mar, abrí mis brazos hacia el universo y lo abrace. De pronto días, meses o años después, ya no recuerdo, nos separamos, a él le gustan los números y a mí las letras, a él le gusta la velocidad y a mi caminar despacio para escuchar el viento y las hojas crujir cuando las piso, pero a pesar de todo siempre mis brazos se abren al universo esperándolo, puesto que a los dos nos encanta susurrar y suspirar en los cafés.
Fotografía.
Olga Lucia Goez
Hoy en mi mudanza me encuentro esta cajita y me doy cuenta que ya parecemos dos viejos, uno sentado al lado del otro, a millones de kilómetros, ya no gritando en el barco, sino que estamos en un mar de silencio, en una tarde caliente, donde las hojas no se mueven, donde los dos sostenemos un tabaco y el humo es el que dialoga. Él me mira, me sonríe y yo le devuelvo una sonrisa, pero nada más, nuestros pulmones huelen a tabaco, en un momento una tos incesante nos sacude, pero ninguno hace nada, solo nos miramos en el fondo del silencio; tantas palabras derritiéndose, este amor es como una laguna en el tiempo.
En esta mudanza mi corazón se desprende del hilo de abstractos en mi memoria, para mí las mudanzas no son tan usuales como salir a caminar por la noche, las mudanzas son manifestaciones de la entropía, donde renovamos recuerdos, arrojamos vergüenzas y donde, en medio de lo encontrado, descubrimos ese placer que le solía dar la vibra a nuestras vidas en aquella época.