En un rincón de Castilla lloró una princesa noruega
Por Antonio Costa
Fuimos a un pueblo de Castilla que se llama Covarrubias, yo había estado en él hacía tiempo, cogimos el tren hasta Lerma, un pueblo austero y prepotente con una enorme plaza desnuda, y desde allí fuimos en taxi a Covarrubias, nada más entrar nos sedujeron las casas con entramados, las iglesias románicas, el puente medieval sobre el río, las torres como casas un poco más fuertes pero no prepotentes, los trozos de muralla, la plaza mayor con sus soportales creando sombras, los suelos empedrados, era una ciudad callada y lírica, envuelta en la memoria, llena de aura, sin ruido y sin masas, sin turismo, no había ningún monumento espectacular, nada que aplastase con su importancia, pero todo el pueblo estaba lleno de encanto, parecía envolver en la memoria, mientras caminábamos por las calles yo explicaba algunas cosas, ese pueblo había llevado el premio Europa Nostra, Europa cuidaba su memoria y su patrimonio, su lirismo, no quería perderse, aquello era un Infantazgo, lo había creado Fernán González el fundador de Castilla como un retiro , era un lugar para que lo gobernasen princesas y no reyes, siglos después Alfonso X el Sabio había llamado a una princesa del norte, Cristina de Noruega, porque no tenía hijos con doña Violante, pero después sí los tuvo, y entonces cedió a la princesa al infante Don Felipe con el que tampoco tuvo hijos, y la princesa murió cuatro años después, según unos por nostalgia de sus tierras del norte llenas de fiordos, según otros por nostalgia de un matrimonio de amor, o por inadaptación al clima, pero yo creo, dije, que en todo caso pudo morir de soledad, de una vida fracasada.
Vimos la torre de doña Sancha con sus galerías de entramado y sus soportales cálidos, vimos la figura esbelta y estilizada de la princesa Cristina con un libro de piedra al lado , entramos en la Colegiata y pasamos a ver el museo, nos enseñaron cuadros sugerentes de Berruguete y de otros, y copas y vestiduras de misa, y finalmente nos abrieron la joya , el “Triptico de los reyes magos” de un discípulo de Gil de Siloé, nos quedamos prendados mirando al niño que extendía la mano, la virgen elegante y estirada, los reyes de pie a ambos lados, el de la izquierda arrodillado se quitaba la corona como si fuera un sombrero, encima estaban los templetes góticos que solemnizaban la escena, por una ventana asomaba una vaca para significar lo humilde y lo natural, después íbamos por la calle y yo decía: sé que estamos hartos de ver esas escenas, que no tienen valor para nosotros porque están gastadas, que durante siglos os impusieron eso y no le encontramos espíritu, pero la idea de ver unos Reyes Magos viajar para conocer a un niño divino, para descubrir un lugar sencillo donde lo divino aparece en la tierra, me parece bellísima, da la idea de que algo milagroso puede nacer en cualquier momento, de que todo puede ser genial en cualquier instante, y lo puede sentir cada persona y no solo los emperadores o los faraones, ojalá pudiera nacer algo divino cada día, que estuviéramos siempre en lo prodigioso, Europa ha sido eso durante siglos, un sueño secuestrado por jerarquías y aprovechados, por obispos con papada cargados de ropajes, por depredadores. El propio rey Alfonso el Sabio, dije, fue un gran soñador, intentó toda su vida ser cabeza del Sacro Imperio Germánico y de una Europa espiritual, y se dedicó a la poesía y a las estrellas, y a redactar leyes y a escribir la historia del mundo , y se sublevaron contra él todos sus hijos, y murió completamente solo en Sevilla, una vez escribió un poema en que soñaba con abandonarlo todo e irse solo en un barco en mitad del mar.
Estábamos comiendo en un restaurante de la plaza y dije qué era lo que me gustaba de ese pueblo, que parecía que estuviera habitado por seres de la memoria que siguieran vivos, que nosotros mismos al pasear por el pueblo nos volvíamos más interiores, parecía que cada casa era un mundo, incluso la torre de doña Sancha era una casa más y sus matacanes parecían más expresivos que defensivos, todo el pueblo está lleno de casas de piedra, y cada casa es un alma, y los soportales los protegen a todos, por eso aquí surgieron las personas, el intimismo, el amor, el comunicarse las personas apasionadamente, el ser sincero, el decírselo todo, dije que en otra época el lugar sería duro y aplastante, la vida de cada día no tendría tantos encantos, la gente viviría bajo fanatismos y mezquindades, pero ahora todas las calles se habían convertido en belleza, la vida se había convertido en leyenda y por eso resultaba cautivadora, porque la Historia siempre es brutal pero la leyenda expresa lo mejor de los hombres, y cuando las cosas se convierten en belleza dejan de ser amenazadoras y se vuelven expresivas y apasionadas, igual que la historia de los Reyes Magos que estábamos obligados a creer, cuando te torturaban si no la creías era horrible, pero ahora como un cuento de niños resulta hermosa y sugeridora, comíamos y mirábamos la plaza a través de las ventanas, entonces se puso a llover, el interior de los soportales se veía aún más recogido.
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