Hipatia de Alejandría
Por José Antonio Ricondo
O Hipacia, a la que hemos descubierto quizás más por la película de Amenábar, Ágora (2009), en la que nos narra cómo fue inmolada, aniquilada, despedazada y calcinada por los incondicionales del obispo cristiano san Cirilo (415)[1],
…víctima del fanatismo de la plebe cristiana[2] (…)
Parecería que aquello fue un hecho aislado, propio de aquella época y de una ciudad noble y tranquila, a fuer de poseer su famosa biblioteca, que se cree que la fundó Ptolomeo I Sóter a principios del s. III a.C. y que llegó a ser, entonces, la mayor del mundo conocido, albergando hasta 900.000 hológrafos.
Podríamos analizar esa masacre de la razón, de la ciencia y de la sabiduría que encarnaba, según todos los historiadores, Hipatia y a rebufo de todos los incendios y destrucciones que tuvo desde sus comienzos la Biblioteca de Alejandría, ya que el vacío y la nada que dejaba cada destrucción era ‘aprovechado’ para su reconstrucción para volver de nuevo a ser destruida.
Representación artística del interior de la Biblioteca de Alejandría, con base en algunas evidencias arqueológicas (O. Von Corven). Wikipedia.
Aquella época de guerras, de imperios, de dejar a fuego cada vencedor su sello ignorante -pues los guerreros nunca han sido muy proclives a los libros, con excepciones notables como, precisamente, la de Alejandro Magno- mataban también la cultura del pueblo vencido. Y también podríamos observar cómo aún hoy sigue el pueblo egipcio metido en el terror, como hace más de veintitrés siglos o dieciséis, como en el caso de la barbarie que nos ocupa.
Hipatia (Alejandría, 355 o 370–ibíd.,marzo de 415 o 416[3]) fue un objetivo triste e injusto más de una sociedad y unos poderes totalmente ajenos y despreocupados por la condición de los seres humanos en general, pero con más bilis y odio hacia la mujer en particular, sobre todo hacia esta extraordinaria mujer.
“Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hipatia, hija del filósofo Teón, que logró tales conocimientos en literatura y ciencia, que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción” (Sócrates Escolástico (450). Hist. Eccl., VII, 15.
A las clases de esta maestra neoplatónica griega y filósofa, nacida en Egipto, que se distinguió en las áreas de la astronomía y las matemáticas, y cerebro de la selecta Escuela neoplatónica de Alejandría a comienzos del siglo V, asistía todo el mundo, desde aristócratas paganos y cristianos hasta esclavos interesados en el saber, y el público en general, cuando hablaba en el ágora, en la plaza pública.
Aristócratas que tuvieron elevados destinos, como el obispo de Ptolemaida Silesio de Cirene, quien mantuvo una respetable comunicación con ella; Hesiquio de Alejandría, un gramático que inventarió el más completo diccionario de 15.000 entradas con términos griegos inusuales y foscos que se haya atesorado -en un palimpsesto del XV- con una abundante clasificación de palabras, modos o giros y frases singulares, con la explicación de su connotación y acepción, incluso muchas veces con una alusión al responsable que las utilizó o al departamento o circunscripción del país en donde eran frecuentes.
Y Orestes, prefecto imperial de Egipto en la fecha de la muerte de Hipatia. Este gobernador osó enfrentarse a Cirilo, Patriarca de Alejandría, debido a su pretensión de meterse en política. Aquella amenaza fue un mal augurio, el peor de los presagios, por no haber medido sus fuerzas. No transcurrieron dos años desde su nombramiento a la Prefectura, cuando diversas facciones de la Iglesia apoyaron al obispo Cirilo.
El patriarca Cirilo de Alejandría en un icono.
Orestes sufrió una conspiración de una turbamulta, de una banda de cenobitas que lo agredieron y lo hirieron gravemente. Amonio, corifeo de los agresores, fue torturado y ajusticiado. El obispo intentó erre que erre elevar a Amonio a categoría de mártir, sin embargo los jefes de Alejandría, incluso Teodosio II, el emperador, condenaron el atentado de los religiosos contra Orestes, teniendo el obispo que rehusar idea tan peregrina.
Los marcos políticos y los religiosos no estaban ni mucho menos definidos. Ambos pretendían encuadrar el mayor inmenso poder para sí en la ciudad -así ha sido a lo largo de la historia-. Y en esta lucha de tronos siempre hay alguien que, sin comerlo ni beberlo, cae injusta y cobardemente. Esto le sucedió a Hipatia. Los historiadores, aunque apuntan maneras, coinciden en que fue asesinada por la envidia, por su poder ingente y por no ser una persona codiciosa. Solo aspiraba al saber y su transmisión.
Hipatia, creada (1885) por Charles William Mitchell, pintor prerrafaelista inglés.
Resumidamente, era un palo en la rueda de la codicia del poder político y del poder religioso de la época porque mentalizaba, enseñaba a pensar, concienciaba. Su gran influencia entre los diferentes sectores, unida a su autoridad moral, la convirtieron en chivo expiatorio de la ruindad y mezquindad de aquellos representantes del poder. Y así, una multitud de cristianos enloquecidos,
(…) hasta que en el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas, su nombre olvidado (Sagan[4]).
Y con Cirilo la Iglesia consiguió lo que él no pudo con Amonio. Fue investido santo el inductor de la barbarie y el sacrificio de la encarnación de la ciencia y de la cultura. La aniquilación de Hipatia estuvo asociada a un nuevo asolamiento de la famosa Biblioteca. Hypatia tuvo el honor de ser la última científica que en ella trabajó. Orestes hubo de marcharse de la ciudad, y Cirilo, por fin, vio resuelta su ansiedad. Quedó la ciudad a su merced. La muerte de Hipatia fue un negativo más en la lucha de las mujeres por ser dueñas de su vida.
Qué maldad podría tener esta buena mujer sacrificada al saber y a su transmisión a los demás y cuya vida fue totalmente ascética. Admiradora de Plotino, desarrolló los aprendizajes lógicos y las matemáticas. Hizo una interpretación a la obra Arithmetica de Diofanto, el padre del álgebra, (200/214-284/298), ensayo muy fundamental, casi enteramente original, que posteriormente influyó sobremanera en el avance del álgebra por los árabes, además de en la teoría actual de los números[5].
Frente al fanatismo y lo esotérico, en la ciencia no hay secreto alguno, ningún misterio. Simplemente, el denuedo por la inteligencia, por el estudio de métodos detallados y precisos. (Doc. Schwab-Fotogram).
[1] Dzielska, María (2004). Hipatia de Alejandría. (2ª ed.) (págs. 30, 34 y ss). Siruela.
[2] (Abbagnano, N y Visalbergui, A. (1978). Historia de la Pedagogía -4ª reimp.-. Madrid: Fondo de Cultura Económica).
[3] Los historiadores dudan de la fecha correcta de su muerte. Lo que sí está claro es que fue en marzo, “en el tiempo de los ayunos”, conforme a Sócrates Escolástico (Historia ecclesiastica, VII, 15).
[4] Carl Sagan (1982). Cosmos. Planeta
[5] Hipatia era hija del matemático Teón de Alejandría, impresor de los Elementos y la Óptica de Euclides, además de exegeta del Almagesto de Tolomeo.
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