El día del manantial (Fábula Breve)
Por Juan Amor
1
De pronto y sin previo aviso, y ante la “supuesta” consumación de constantes y prodigiosos milagros, el manantial de las dos rocas, fue invadido, controlado y sometido.
2
Cientos de soldados, cercaron la fuente natural e impidieron el paso a cualquier ser, fuese animal o humano. Las gentes del lugar, fueron conquistadas. El lugar fue cercado por un inmenso domo metálico lleno de sofisticados e infalibles sistemas de seguridad que vigilaron cada centímetro de tierra. La paz se vio truncada por la intromisión del poder. En pocas horas, aquel lugar, hasta hoy libre y soberano, se convirtió en un territorio aislado del mundo y dominado por un temible ejército.
Ocurrió de pronto y sin previo aviso… y ante la “supuesta” consumación de constantes y prodigiosos milagros.
3
En menos de una hora, todos los representantes de las religiones más importantes del mundo, junto a los jefes de gobierno de todos los países (lujosamente vestidos para el acontecimiento), se reunieron delante del delgado hilo cristalino, acompañados por los mejores científicos y los más sofisticados equipos, dispuestos a analizar las “supuestas” aguas milagrosas.
Poco tiempo después, obtuvieron los resultados.
Los expertos afirmaron que aquellas aguas no poseían nada especial y sólo presentaban algunas pequeñas variaciones minerales. Nada más.
No hubo ningún comentario. Solo breves miradas y el inmenso deseo de beber.
Así que, sin perder más tiempo, todos los celebres invitados, (y sólo ellos), se prepararon para probarla.
Decididos a saborear y a experimentar juntos el famoso poder del manantial, acordaron hacerlo todos a la misma vez. Brindaron. Se desearon la mejor de las suertes y…
4
De repente, algunos hombres se convirtieron en mujeres. Algunas mujeres, en hombres. Surgieron hermafroditas. Aparecieron criaturas deformes. Se desató el caos y reinó la locura. Mecidos por un delirante ritmo que sólo parecían escuchar ellos, comenzaron a moverse frenéticamente. La grotesca danza les arrastró hacia los simples soldados, que se vieron sorprendidos e invadidos por un ejército de monstruos religiosos, militares, científicos, presidentes y reyes, que les vomitaban sus lujurias y desvaríos.
Todo fue rápido. Brutal. Salvaje. En un instante, los soldados fueron despedazados y devorados por el éxtasis de la bestial manada. El placer obtenido les contaminaba cada vez más. Todo era espantoso, y terrorífico. Las transformaciones producían nuevas mutaciones. Los monstruos engendraban más monstruos.
Todo era Sodoma. Todo era lujuria. Todo era avaricia.
Hasta que de pronto, como obedeciendo una misma orden, todas las criaturas detuvieron su macabra danza. Perdidas y absortas en el vacío, comenzaron a mirarse a sí mismas, se olieron, se tocaron e inspeccionaron cada palmo de su cuerpo. Después, se buscaron unas a otras e iniciaron el mismo ceremonial. Durante largos segundos de nauseabunda quietud, se recorrieron uno a uno. Primero lentamente, con mimo, después, el olor les arrastró y comenzaron a convulsionarse, acto seguido surgieron las posesiones, y finalmente, envueltos en una nueva danza salvaje, comenzaron a devorarse entre ellos.
El tiempo fue fugaz y certero.
Lo justo para ver como nadie sobrevivía.
Lo justo para ver cómo se devoraron unos a otros.
Y después, surgió la quietud.
5
Una engañosa quietud.
El viento se filtraba por los restos de la batalla, dando vida a entrecortadas sinfonías lastimeras.
En unos minutos, el manantial de las dos rocas, se había convertido en un inmenso cementerio repleto de cuerpos mutilados. Un amasijo de carne. Un escenario de actores devorados por sus propios instintos.
Formidables ríos de sangre, bañaron la colina. Lentamente se filtraron por las grietas de la tierra, y ceremoniosos, llegaron hasta los labios del manantial, que misteriosamente, mientras duró la bacanal, dejaron de surtir.
Casi mística, la lengua roja entró en la garganta de piedra.
6
De pronto, el suelo tembló y se abrió como una boca hambrienta, mostrando un abismo ardiente y lleno de lava.
Súbitamente, una fulgurante ola de fuego, brotó de las profundidades y se elevó majestuosa sobre la tierra. Se mantuvo quieta y erguida unos segundos, observando el territorio de su próxima dominación…hasta que poderosa, se desplomó arrasándolo todo; cuerpos muertos y mutilados, rocas y plantas, todo.
Todo sepultado por un mar de fuego.
El domo se abrasó por completo.
Y el mar ardiente, volvió a los abismos.
7
Instantes después, la naturaleza, milagrosamente, comenzó a devolver los pastos a la tierra y los rayos del sol, la llenaron de luz.
Cuando volvió a reinar la quietud y el ciclo de la vida iniciaba su curso, el agua clara y diáfana, volvió a brotar del manantial de las dos rocas. Las gentes volvieron. El viento volvió a sentirse libre. La tierra respiraba de nuevo en su ritmo natural, pausado, ceremonioso y mágico.
Todo volvió a su verdad natural.
El manantial volvió a ser “supuestamente” milagroso. Las aguas volvieron a bañar aquellas tierras libres, sin nombre y sin dueño.
La vida siguió su proceso, ajena a cualquier dominación.
8
Hasta que un día, sin previo aviso, y ante la “supuesta” consumación de constantes y prodigiosos milagros…