La distorsión de los musulmanes en las ‘guerras santas’ llegó a límites caricaturescos
Fueran pasajes bíblicos o representaciones profanas, los relieves de las iglesias románicas siempre transmitían enseñanzas morales a los feligreses de la Edad Media. Inés Monteira, profesora de Historia del Arte de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), ha publicado el libro El enemigo imaginado (Méridiennes, 2013), donde recoge sus diez años de investigaciones sobre el arte románico, haciendo especial hincapié en la imagen que se tenía en torno al mundo musulmán.
La principal conclusión de sus investigaciones es que los relieves románicos no solo representan pasajes bíblicos como se suele creer, ¿no es así?
Efectivamente. Aunque ya se han realizado numerosos estudios sobre las representaciones profanas en el arte románico, estas imágenes, con frecuencia, se han encasillado en las categorías de ‘sacras’ o ‘profanas’, considerando que solo las primeras tuvieron un contenido profundo y dogmático. De hecho, las representaciones profanas han sido consideradas tradicionalmente por los especialistas como un simple reflejo de la vida cotidiana, sin intención pedagógica. Lo que analizo en mi estudio es el modo en que todas las imágenes están impregnadas de la religiosidad del momento, que llevaba a interpretar en clave trascendente tanto los comportamientos cotidianos como los pasajes bíblicos.
¿Puede poner algún ejemplo?
Cuando encontramos escenas del trabajo en el campo, por ejemplo, se está legitimando el sistema feudal, subrayando que esos trabajos son los impuestos por Dios en el Génesis. Cuando vemos figuras y escenas obscenas no se está tratando de divertir al pueblo sino de amonestarlo, expresando una censura sobre esos actos. Y cuando vemos escenas guerreras y figuras de santos caballeros se está formulando la misma lectura moralizadora, tratándose de imágenes estrechamente relacionadas con el contexto de sacralización de la guerra. Por todo ello, no existe una separación tajante entre lo sagrado y lo profano, y podemos decir que los relieves románicos transmitieron siempre enseñanzas morales a los fieles.
¿Cuántas iglesias románicas ha estudiado en estos diez años de investigación?
Me he centrado en el románico hispano y en el trabajo de campo abarqué unas 250 iglesias distribuidas por todo el norte peninsular, pero menciono otras que he conocido a través de estudios. Además, también he realizado trabajos de campo fuera de España, pues el románico es unitario en Europa. Habré fotografiado unas veinte iglesias en Francia e Italia.
¿Qué es lo más complicado de este tipo de investigación?
Hay bastantes impedimentos. Por un lado, el estado de conservación de los relieves, frecuentemente dañados por estar a la intemperie. La pérdida de la policromía que un día los recubrió hace muy difícil su lectura. Por otro lado, el románico es simbólico y hermético, resulta difícilmente accesible y es preciso conocer bien la mentalidad y las fuentes de la época (monásticas, cronistas y literarias) para poder interpretar las imágenes. El carácter simbólico y metafórico de la escultura hace que el grado de certeza respecto a su significado conlleve siempre un margen de error.
¿Por qué el arte religioso se hizo eco del contexto guerrero contra el Islam?
La lucha contra el Islam en la península ibérica y en Tierra Santa no sólo estuvo presente en la realidad territorial sino en la mente del clero y del pueblo, en los textos monásticos, en las crónicas y en los cantares de gesta. El estudio de estas fuentes arroja luz sobre los relieves de las iglesias, permitiendo inscribir la interpretación de sus formas en su contexto político-religioso. La ideología de la guerra sacralizada se volcó en la demonización de los musulmanes, en la distorsión de su imagen hasta límites caricaturescos. Esta noción de los infieles encontró en la piedra de las iglesias el mejor medio de difusión, siendo capaz de movilizar a la guerra y de atribuirle un carácter sagrado.
¿De qué forma se representaba en estos relieves a los musulmanes?
A través del estudio de las fuentes y de un gran número de imágenes (especialmente en los manuscritos, donde existe un texto interpretativo) he podido determinar los elementos de la indumentaria que permiten identificar a los musulmanes: turbante, bonete cónico, instrumentos guerreros… También he identificado algunos rasgos de la fisonomía que se les atribuye en el arte, como rasgos negroides, gestos histriónicos y hasta atributos bestiales. Estos elementos de identificación se superponen con frecuencia en una misma figura, de tal modo que podemos encontrar un centauro con turbante, arco y rasgos negroides que representa a un musulmán.
¿Qué valores se les atribuían?
Estos elementos figurativos llevaban aparejados valores morales negativos, de manera que la bestialidad viene a indicar su incontinencia sexual y su carácter demoniaco, mientras que la presencia del arco se refiere a las técnicas guerreras de los andalusíes de la época. Los rasgos negroides tuvieron connotaciones igualmente negativas y se asociaban a los musulmanes porque contaban con contingentes subsaharianos en sus huestes. Los musulmanes aparecían de múltiples formas: como prisioneros encadenados, como músicos y bailarinas, como guerreros feroces, pero también como animales y monstruos (simios, harpías, sirenas y distintos híbridos).
Los monstruos y demonios, ¿qué simbolizaban?
Generalmente los monstruos y las bestias en el románico suelen representar al demonio, al anticristo y al ‘Mal’, en general, a partir del Apocalipsis, donde es descrito como una ‘Bestia’. Pero, como indicaba antes, el discurso eclesiástico del momento mantuvo un doble plano, trascendente y terrenal, donde los buenos fieles eran comparados con los santos y los pecadores considerados avatares del Anticristo. Las representaciones monstruosas representaban generalmente colectivos o comportamientos humanos que eran considerados heréticos, o seguidores del demonio. Por otro lado, algunas representaciones bestiales como los pájaros pudieron tener un carácter positivo, aludiendo a las almas.
¿Y los seres mitológicos?
Las figuras mitológicas perdieron generalmente su significado original grecolatino, pues eran imágenes destinadas al pueblo inculto. Aunque los monjes que ideaban los programas iconográficos podían conocer la historia mitológica de grifos, centauros o sirenas, no tuvieron interés por narrar la leyenda pagana a los fieles de su tiempo, sino por mostrar estas antiguas imágenes como representaciones del mal, procedentes de una cultura precristiana y politeísta.
La iglesia de San Martín de Tours (Palencia) pertenece al románico y es referente a escala europea / PMRMaeyaert.
¿Qué influencia tenían estos relieves en los feligreses?
Tuvieron una enorme autoridad sobre la comunidad de fieles. Este universo conformó el imaginario principal de la gente, cuyos estímulos visuales se limitaban a lo que encontraban en la iglesia. El sermón y la imagen fueron elementos complementarios que permitieron perpetuar el orden establecido y un sistema, el feudal, donde existieron profundas desigualdades. Pero esto no es exclusivo de la Edad Media, como generalmente se cree. El miedo al infierno y la autoridad de la Iglesia sobre los feligreses permaneció a lo largo de toda la Edad Moderna.
¿Variaban mucho las representaciones de una iglesia a otra?
En la Edad Media el arte tuvo un carácter mucho más universal, y prácticamente hemos encontrado las mismas representaciones en todas las iglesias de Europa. La voluntad individual del artista apenas se proyecta en la obra, debido a que las imágenes de los templos respondieron al proyecto de reforma gregoriana liderado por el papado en connivencia con los monarcas europeos. Las imágenes de los templos eran en piedra, inmutables: al situarse en la casa de Dios alcanzaron prácticamente la dimensión de palabra divina.
¿Encuentra paralelismos entre este ‘enemigo imaginado’ que da título a su libro y conceptos más actuales como el famoso ‘eje del mal’, extendido tras el 11S?
Lo cierto es que sí. De la misma manera que el antisemitismo nazi encuentra sus raíces en la apologética medieval, los tópicos que se extendieron sobre los musulmanes durante la denominada Reconquista y las cruzadas han permanecido hasta épocas muy recientes, algunos hasta la actualidad. En el caso español y Occidental resulta muy notable. El hecho de que se siga hablando de Reconquista, cuando los reinos que ocupaban territorio andalusí eran distintos de quienes los habían perdido (los visigodos), resulta bastante elocuente. La construcción de la identidad nacional española se realizó en directa oposición al Islam desde la época de los Reyes Católicos, y conceptos como el de “cristiano viejo” han permanecido hasta hoy. En toda Europa las naciones se han definido históricamente en estrecha asimilación con el cristianismo: los conflictos con los turcos mantuvieron viva la ideología antiislámica en la Edad Moderna. El período colonial posterior tampoco ha contribuido a los conceptos de igualdad y respeto entre los pueblos. De hecho, existen viejas heridas entre cristianos y musulmanes que siguen vivas a día de hoy.
¿Cree que su investigación ayuda a conocer el origen de todos estos conflictos?
Me suelen preguntar por qué me dedico a sacar a la luz los textos de descalificación y ataque al Islam, y a estudiar la imagen demonizadora que se construyó sobre ellos, como si estuviera contribuyendo a la discordia entre los pueblos. Creo que, por el contrario, poder conocer el origen y la naturaleza de esos conflictos ayudaría a comprenderlos y a superarlos. No se trata de quitar todas las estatuas de Santiago ‘Matamoros’, las banderas con cabezas de ‘moro’, ni de suprimir las fiestas de moros y cristianos, sino de comprender lo que fueron y significaron. Si no reconocemos la carga ideológica que existió en aquellas imágenes y ritos nunca las descargaremos de las connotaciones ofensivas y xenófobas. Llamar a las cosas por su nombre es el primer paso para no cerrarlas en falso. Entiendo que esto es válido también para muchos otros procesos, como el que está tan de actualidad en España respecto a la reparación de la memoria histórica de los represaliados en la Guerra Civil. Creo que no se trata de abrir viejas heridas sino de curarlas.