En busca de una memoria colectiva sobre la obra de García Márquez
La obra del colombiano Gabriel García Márquez, referente indiscutido del realismo mágico latinoamericano, es releída por un grupo de críticos y escritores que, a través de un puñado de testimonios compilados en el libro “Gaborio”, confecciona una suerte de memoria colectiva sobre la escritura y la cotidianidad del Premio Nobel de Literatura.
En “Gaborio. Artes de releer a Gabriel García Márquez”, publicado en su segunda edición por Alcalá, el crítico peruano Julio Ortega reúne un conjunto de relatos, memorias y textos de lecturas de más de cuarenta autores, como los mexicanos Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, el peruano Alfredo Bryce Echenique, el español Enrique Vila-Matas y el argentino Tomás Eloy Martínez.
En su inicio, Ortega -estudioso del ganador del máximo galardón literario en 1982- invita a recorrer las impresiones, heterogéneas, de este grupo de lectores del legado del colombiano. “Todos tenemos, en efecto, una relación personal con su obra”, escribe Ortega como anticipo de este “gabinete de versiones” que se imbrica en una memoria colectiva sobre su figura.
Las percepciones aquí reunidas, como retazos de experiencias nacidas de la lectura o de un breve intercambio de palabras con el escritor, refieren en su mayoría a su fundacional “Cien años de Soledad”, “El amor en los tiempos de cólera” o “Vivir para contarla”, ese trío de volúmenes de sus memorias, en las que Gabo noveliza su historia y la historia que lo enmarca.
Justamente “Vivir para contarla” es el leitmotiv que agrupa este homenaje de voces distintas, convocado por Julio Ortega y publicado por primera vez en 2007. En ese relato aubiográfico, a modo de epígrafe, el colombiano escribió: “La vida no es lo que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Y en “Gaborio”, su compilador, Ortega, sobre el mismo libro opina: “García Márquez, hijo al fin de sus obras, parece haber hecho de su vida una creación de sus novelas. Pero no menos extraordinario es que escribiendo sus memorias haya terminado haciendo la biografía de nuestra lectura. Al cerrar el libro, nos hemos sentido implicados, cómplices, convocados.(…)”.
Su íntimo amigo, Tomás Eloy Martínez, también aporta su mirada en este encuentro de textos. Sobre “Vivir para contarla”, escribe: “En el legendario género de las memorias, que quizá sea mas antiguo que la escritura, los autores encuentran por lo general un relato no de lo que el autor es sino de lo que querría ser ante la historia…”.
“Lo mejor que se puede decir de `Vivir para contarla` es que, de todos los libros de García Marquéz, es el que más se le parece”, resume el escritor y periodista argentino, quien además participó en la creación de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, creada por Gabo en 1994.
También Carlos Monsiváis condensa que ese libro “explica narrativamente una parte considerable del proceso creativo de Gabriel García Márquez, su reelaboración incesante de la experiencia de los primeros años, su convicción de la correspondencia entre los paisajes físicos y estados de ánimo, entre la Naturaleza y el patrimonio sensual y cultural de los habitantes de una región”.
Nadie escapa a su clásica “Cien años de soledad”, la novela con la que Gabo renovó la literatura latinoamericana en 1967 y la que lo catapultó en un escritor de culto y prestigio. Estos escritores tampoco. Noveles y reconocidos se ponen el traje de “lectores” de su obra completa, la transitan y la evocan desde su experiencia.
Los textos se suceden entonces entre variedad de miradas, que van desde la impronta del realismo mágico, los recursos estilísticos y las características de sus personajes femeninos, por ejemplo, o el relato de aquellos días en los que “Cien años de soledad” revestía de efervescencia el mundo de las letras hispanoamericanas.
Así lo hace el fallecido escritor mexicano Carlos Fuentes, que recuerda: “Yo me fui a vivir una larga temporada a París y Gabo se encerró a escribir. Mercedes (Barcha, su inseparable esposa) cerró las puertas de la casa, las líneas de teléfono y abasteció el refrigerador. Un año más tarde, me llegaron las primeras cincuenta páginas”.
Y sobre su significado Fuentes escribe: “Frondoso por generoso, Gabriel García Márquez nos volvía a ubicar a todos en el Territorio de la Mancha, (…), donde se dan cita la épica de caballería, la picaresca, la novela bucólica, la trama bizantina, la novela dentro de la novela, la cárcel de amor, la generosidad literaria que García Márquez recupera para América Latina a partir de una tradición compartida y una ubicación geográfica amorosa”.
Entre elogios y apreciaciones, los testimonios reunidos en “Gaborio. Artes de releer a Gabriel García Márquez” le escapan a un simple homenaje en vida al escritor colombiano, se entrelazan en la constante de redescubrir su obra, la desmenuzan, la comparten y, sobre todo, la celebran.
[Télam]