“La cultura científica debería estar en primera fila en el siglo XXI”
El profesor de la Universidad Complutense de Madrid Francisco González Redondo reivindica la figura del inventor Leonardo Torres Quevedo y la confronta con la actual situación de la ciencia, ignorada por la Marca España
Leonado Torres Quevedo
José Pichel Andrés/DICYT Aunque muy desconocido para el gran público, el español Leonardo Torres Quevedo es uno de los grandes inventores del siglo XX en campos tan diferentes como la aeronáutica y la informática. Francisco González Redondo, profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), reivindica su figura a través de proyectos como la web http://www.torresquevedo.org/. Recientemente, el profesor de la UCM ha ofrecido un seminario dentro del Máster en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología de la Universidad de Salamanca en el que contrapuso la figura de Torres Quevedo con la idea de que los españoles no son buenos inventores y sobre todo con la actual situación de la ciencia en España, huérfana de inversión pública.
Según explica Francisco González, la famosa frase “¡Que inventen ellos!” de Miguel de Unamuno tiene en realidad un significado contrario al literal que a veces se le atribuye. De hecho, esta expresión evoluciona a lo largo de los años en un prolongado debate con José Ortega y Gasset en el contexto de una España de principios del siglo XX que buscaba la regeneración y se miraba en el espejo de Europa tras el desastre de 1898. Finalmente, Unamuno, que poseía un “importante bagaje científico”, asegura González, no desdeñaba el papel de la ciencia y la tecnología, sino que ponía de manifiesto el atraso de España en esta materia.
Tanto las fuerzas políticas conservadoras como progresistas entendieron en los comienzos del siglo XX que el país sólo podía avanzar apostando por la educación, la ciencia y la investigación y por eso recibieron un gran impulso por parte de los diferentes gobiernos, que se apoyaron en figuras relevantes de la ciencia como Santiago Ramón y Cajal o Leonardo Torres Quevedo para crear instituciones científicas y que crearon la Junta para la Ampliación de Estudios, antecedente del actual Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Ciencia y educación, recetas para superar crisis
De hecho, el país ha apostado por la inversión en educación y en investigación para superar sus crisis, no sólo la del 98, sino también la que llegó tras la Guerra Civil, una situación mucho más dramática, con un país destruido y aislado de una Europa inmersa en la II Guerra Mundial. “Los ideales del regeneracionismo de comienzos del siglo XX y del franquismo eran muy diferentes, pero incluso el sistema de autarquía de la postguerra comprendió que sólo se podía salir de aquella situación a través de la financiación pública de la ciencia y la educación”, afirma el experto. Por eso en 1939, sobre la base de la Junta para la Ampliación de Estudios, se creó el CSIC, que hoy es la mayor institución pública dedicada a la investigación en España y la tercera de Europa.
En opinión de Francisco González, todo ello contrasta con este inicio del siglo XXI, en el que no existe esa apuesta por la ciencia que permitió al país salir adelante en crisis pasadas. La mejor prueba es la importancia que se le concede a la Marca España como fórmula para difundir las virtudes del país. Sin embargo, basta echar un vistazo a la página web para comprobar que la imagen que se proyecta poco tiene que ver con la ciencia y la tecnología.
«El más prodigioso inventor de su tiempo»
Ante esta situación, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid se pregunta: “¿De qué tiene que presumir España?”. Y su primera respuesta es Leonardo Torres Quevedo, inventor, científico y tecnólogo, ingeniero de Caminos, precursor de la Automática y de la Informática sorprendentemente desconocido por los propios españoles a pesar de que en los años 30 estaba considerado como “el más prodigioso inventor de su tiempo” en palabras de Maurice D’Ocagne, a la sazón, presidente de la Sociedad Matemática Francesa.
Entre sus grandes aportaciones está la patente del transbordador, un sistema funicular aéreo que fue el primer teleférico para pasajeros del mundo y aún hoy sigue funcionando en las cataratas del Niágara. También inventó el telekino, un autómata que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas, el primer antecedente del mando a distancia. Asimismo, concibió máquinas de cálculo que resolvían ecuaciones polinómicas. Y diseñó dirigible que, a pesar de la fama del modelo de Zeppelin, es la auténtica referencia para la construcción de este tipo de aeronaves. La lista es interminable, pero entre sus logros está anticiparse en varias décadas al desarrollo de la informática y la automática.
Cultura científica en España
Por todas estas contribuciones, el desconocimiento generalizado de Torres Quevedo resulta incomprensible. Quizá la explicación esté en que este inventor abarca tantos campos que no se puede identificar fácilmente con ninguna actividad concreta, comenta Francisco González, como sí ocurre con Isaac Peral y su submarino o el aerogiro de Juan de la Cierva. En cualquier caso, en España la cultura sólo se asocia a la literatura o al cine, cuando “la cultura científica debería estar en la primera fila en el siglo XXI”, asegura.
El Master en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología, marco en el que Francisco González expresó todas estas ideas, está organizado por el Instituto de Estudios de la Ciencia y la Tecnología (eCyT) de la Universidad de Salamanca.