Los espacios del arte: Mezquita de Selim en Edirne
Si hubiera de elegir sólo una mezquita turca sobre la que hablar, tendría serias dificultades: ¿Santa Sofía, a la que los avatares históricos la han hecho adaptarse a ritos bizantinos, otomanos y hoy en día, al lento pero implacable rito de la visita turística?; ¿La Mezquita Azul en Sultanahmet, con su interior cuajado de azulejos de Nicea de la mayor calidad?; ¿La bellísima, por dentro y por fuera, mezquita de Ortaköy a orillas del Bósforo?; ¿La magnífica Süleymaniye camii, con su extraordinaria altura?; ¿La barroca Nuruosmaniye de Çemberlitaş?… Con más de 2.000 mezquitas donde elegir, Estambul propone un complicado dilema. Y si miramos fuera de la ciudad, la elección se hace entonces casi imposible. Pero, ¿Y si supiéramos de una mezquita y un arquitecto que ejemplifican todo lo que todas las mencionadas combinan?
Nos situamos para ello en la corte Otomana de Solimán el Magnífico, y sus descendientes Selim II y Murad III, en el siglo XVI. En ella, un solo hombre fue capaz de recoger todas las características que durante el siglo XV se habían ido desarrollando en la arquitectura otomana -grandes espacios cerrados por cúpulas de poca altura, planta centralizada, exteriores sobrios, y estilizados minaretes acabados en punta-, para fijarlas en un estilo arquitectónico determinado y claramente reconocible, que hoy denominamos «Estilo Otomano».
El que llegó a ser conocido como «El Gran Arquitecto Sinan» (Koka Mimbar Sinan, 1489-1588) trabajó incansablemente en la corte del imperio durante más de 50 años. Dejó tras de sí un apabullante número de edificios, civiles y religiosos, entre los que se contaron 81 grandes mezquitas, 50 de menor tamaño, 55 colegios, 34 palacios y 19 mausoleos, además de hospitales, comedores sociales, puentes y otras construcciones, hasta sumar un total de 334, más que cualquier otro arquitecto europeo hasta bien entrado el siglo XVIII.
No todas sus construcciones han llegado hasta la actualidad, pero las muchas que aún se conservan se caracterizan por un diseño y fábrica perfectos, así como una decoración interior exquisita, para la que Sinan elegía azulejos de Nicea. En cuanto a su maestría, «El Gran Arquitecto» fue capaz de llevar a cabo el ideal de gran espacio de planta diáfana centralizada que había obsesionado a los arquitectos renacentistas durante decenios.
Su obra más exquisita fue la Mezquita de Selim (1567-74) –Selimiye Camii– en Edirne, capital del Imperio Otomano durante casi cien años, hasta la toma de Constantinopla.
La mezquita, construida para Selim II, hijo y sucesor de Solimán el magnífico, corrige y amplía la fábrica de Santa Sofía de Constantinopla, y ha pasado a la historia no sólo como uno de los mejores ejemplos de arquitectura islámica, sino como uno de los mayores proyectos arquitectónicos del mundo.
El edificio se inscribe dentro de un complejo mayor, que incluye una madrasa, un hospital, un cementerio, un colegio y una biblioteca, además de otros servicios, como baños públicos, etc.
En cuanto a cuestiones arquitectónicas, su cúpula es más ancha que la de Santa Sofía, y su planta centralizada se resuelve con un octógono inscrito en un cuadrado, lo que permite que el mihrab pueda ser visto desde cualquier punto del interior del edificio. Además, la disposición del mihrab le permite abrir tres vanos que sirven para iluminar su interior decorado con azulejos, con luz natural. La profusión de cúpulas y semicúpulas de menor tamaño no hace sino incrementar la sensación de un espacio único en el que los volúmenes se combinan y se confunden. En el exterior, los cuatro puntiagudos minaretes idénticos sirven para envolver y cerrar visualmente el espacio de la mezquita, acentuando la idea centralizadora del conjunto.
El interior destaca por su sencillez decorativa y la limpieza de sus líneas. La decoración bicolor (blanco y rojo) de las arquerías del patio y de los ocho arcos que soportan la gran bóveda central, si bien pintada, remite a la combinación decorativa de caliza y ladrillo tradicional en la arquitectura islámica. Otros ejemplos donde encontramos esta alternancia son la Mezquita Şehzade o de los Príncipes y la Mezquita Rüstem Pasha, ambas levantadas por Sinan en Estambul; o el bosque de columnas de la Gran Mezquita de Córdoba (ss. VIII-X). La relación no es casual pues Córdoba, capital del Califato Omeya Independiente, llegó a ser la ciudad y el centro cultural más importante de Occidente y referente artístico del mundo islámico durante los siglos X-XI.
Ruth Cereceda
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