Gamonal
Por Javier Vayá
Resulta significativo que entre todo el ruido y la furia mediática que ha convertido estos días a un humilde y anónimo barrio de Burgos en protagonista de los titulares se haya omitido lo más obvio. En la era de la desinformación y la hipocresía en la que vivimos cualquier cosa, por cristalina que parezca o por aberrante que resulte, es rebatida por el lenguaje político actual basado en la propaganda de Goebbels; exageración, desfiguración, verosimilitud, vulgarización, etc, ayudándose de la inestimable colaboración de la manipulación mediática. De este modo en Gamonal, como en cualquier protesta mayoritaria de las muchas que tienen lugar cada día, se acalla lo único que queda totalmente claro; si un gobernante tiene a la mayoría de su pueblo protestando en su contra de manera tan continuada e insistente y no es capaz de escucharlo, ¿para quién se supone que gobierna?
Que una conclusión tan simple se pierda entre tanto ruido de fondo dice mucho del nivel de alienación al que por exceso de información nos han llevado. Habrá quien, como el presidente del gobierno, esgrimirá las famosas mayorías silenciosas, demostrando que la anteriormente comentada propaganda ha hecho buena mella en su cerebro. Aun aceptando esta mentira cabe preguntarse si en la tan cacareada democracia en la que dicen que vivimos los gobernantes solo deben regir para la mayoría. Es más, habría que dilucidar si en una verdadera democracia un dirigente debería echar marcha atrás en una decisión ante el rechazo frontal y total de sus ciudadanos por más justa y beneficiosa que fuera dicha decisión desde todos los puntos de vista para esos mismos ciudadanos. Haciendo gala de esa propaganda y manipulación se ha llegado a tachar desde algunos sectores de antidemocrático al, quizá, acto más democrático que se recuerda en mucho tiempo.
Queda pues acusar de desquiciados violentos antisistema, de terroristas psicópatas a los que osan enfrentarse al poder. Desde el poder se han preocupado muy mucho de que la palabra “violencia” venga siempre acompañando en todos los medios al nombre de Gamonal convirtiendo esa violencia en la protagonista por encima de las justas reivindicaciones de los manifestantes. Que se hable del cómo, aunque ese cómo sea discutible y tergiversado, en lugar del porqué. Pero parece que les ha salido el tiro por la culata, porque esa violencia que ha existido por parte de un pequeño grupo de radicales ha sido la que ha conseguido que se hable de Gamonal en todas partes y que su lucha haya sido escuchada. Ante tanto ninguneo continuado, ante tanto grito silenciado, ante tanto derecho pisoteado, la gente termina por explotar y, por desgracia, en este mundo solo se escucha al que más ruido hace al estallar.
Una violencia para nada deseable ni deseada, pero no queda claro si justificada. Una violencia nacida en defensa propia ante esa otra violencia ejercida desde el poder, la violencia económica, salvaje y continuada contra los ciudadanos. Me pregunto si acaso existe una violencia licita y otra no y si la primera es tan solo la esgrimida por el que gobierna, si a un pueblo se le puede vejar, humillar, aplastar y empujar hacia la miseria y la desesperación sin esperar que este en el algún momento se revuelva. Me pregunto quién es en realidad el culpable de esta violencia y, peor aún, el responsable último de que dicha violencia sea el único, peligroso y repudiable, vehículo de ese pueblo para hacerse escuchar de una vez.