Pinceles femeninos‏

Por Sandra Ferrer

 

perfil1Y no me refiero a los pinceles para maquillarse, que también son del todo lícitos y beneficiosos (sobre todo a cierta edad, por experiencia, lo digo). A los pinceles que me quiero referir hoy son los de muchas mujeres pintoras que a lo largo de los siglos quisieron dedicarse a crear hermosas obras de arte. Y lo consiguieron, ante la mirada atónita de sus homólogos masculinos, quienes en multitud de ocasiones intentaron esconder su arte o incluso firmarlo con su nombre.

Pero gracias a la determinación de muchas de esas artistas, hoy día podemos disfrutar de su obra genial. Y gracias también a la labor investigadora de muchos hombres  y mujeres de nuestros tiempo cada vez son más las pintoras que son rescatadas del olvido de la historia.

Algunas de aquellas mujeres demostraron al mundo que, además de ser grandes pintoras podían tener una familia y cuidar de sus hijos. Otras siguieron pintando a pesar de las críticas de los hombres. Pocas consiguieron un reconocido prestigio en su tiempo y lograron que no se perdiera con los años.

Empezamos el recorrido en la Edad Media, un tiempo en el que, sorprendentemente, encontramos algunas mujeres pintoras. Por supuesto no nos podemos olvidar de Hildegarda de Bingen , abadesa, mística, música, escritora que iluminó sus propios manuscritos. Pero en los fríos cenobios de Europa trabajaron mujeres como iluminadoras. Igual que hicieron los monjes a lo largo y ancho del viejo continente. De todas ellas, encontramos dos dignas de mención. Una en nuestras tierras, que firmó con su nombre, En Depintrix , ni más ni menos que una copia del famoso Beato de Liébana. La otra, Claricia , quien nos legó una graciosa letra capitular con su supuesto autorretrato colgado de la misma en un salterio del siglo XIII.

 

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Sería en los espléndidos siglos del Renacimiento cuando empezarían a brillar tímidamente con luz propia algunas mujeres pintoras. La primera de ellas, quien sin duda inició un fructífero camino de artistas excepcionales, fue Sofonisba Anguissola . Admiradora de Miguel Ángel, al que tuvo el honor de conocer en Roma, Sofonisba se especializó en el género del retrato. Sus obras fueron admiradas ya en vida y su fama traspasó el Mediterráneo. De Italia, Sofonisba marcharía a la España de Felipe II donde fue nombrada pintora de corte y dama de compañía de la reina Isabel de Valois. Compañera del gran pintor de cámara Alonso Sánchez Coello, de quien aprendió mucho, algunas de sus obras fueron atribuidas al maestro.

Tras ella vinieron otras pintoras de renombre, representantes del barroco, como Fede Galizia , con sus excepcionales naturalezas muertas o Lavinia Fontana , quien con sus retratos consiguió ganar más dinero que su marido, también pintor. Pero la mujer que destacó sobre todas ellas (incluso sobre algunos pintores) fue sin duda la pintora barroca Artemisia Gentileschi  quien plasmó en sus lienzos dedicados a Judith y Olofernes su propio odio hacia el hombre que la violó y a punto estuvo de truncar su carrera como artista.

Los años anteriores y posteriores a la Revolución Francesa, que convulsionó, nos dejaron también nombres propios de la talla de Elisabeth Vigée-Lebrun , quien con sus más de 600 retratos llenos de sensibilidad, detallismo y dulzura, se convirtió en una de las pintoras más reconocidas de su tiempo. Vigée-Lebrun era aceptada en la Academia de Pintura y Escultura de París en 1783, el mismo día que ingresaba otra pintora, Adélaïde Labille-Girard , quien disfrutó de cierto reconocimiento como artista neoclásica.

 

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El impresionismo de finales del XIX y principios del XX nos dejó dos nombres destacados. Berthe Morisot,  cuñada de Manet, o Mary Cassat , quien se inspiró en la obra de Degas, llenaron sus lienzos de tiernas y hermosas imágenes cotidianas de su tiempo.

Y ya en el siglo XX, no podemos olvidarnos de la gran pintora Frida Kahlo , quien utilizó el arte del pincel para plasmar su propia vida, llena de desgracias y momentos tristes.

Todas ellas, y muchas otras, regalaron a la historia del arte obras de gran valor artísticos. Reconocidas o no, fueron valientes, quisieron vivir de su arte, o usarlo para expresar sus anhelos y, a pesar de las críticas e intentos de negar su talento de hombres posiblemente llevados por la envidia, no se dejaron amedrentar. Y así, podemos contemplar sus obras de gran belleza y seguir descubriendo otros nombres que seguramente aun hoy esperan pacientes salir a la luz.

Seguramente haré una segunda parte de este artículo porque cada vez son más las mujeres pintoras que encuentro en libros y webs especializadas. Vamos por el buen camino.

 

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