Novedades Literarias
Por Nuria García Arteaga
Pero llegas, amante silencioso,
Escurridiza voz de lo olvidado,
Pero llegas…y mi voz cubre los rincones todos,
Para vestir tu desnudez de sombras.
“Verbo de la tierra” Raúl Mellado Castro
Te conocí en Julio, hacia frio, Lima con su constante color gris, su temperatura baja, deprimente, no demasiado rigurosa pero tampoco agradable. Mis días eran oscuros, lentos monótonos. En la mañana, después de maldecir por milésima vez mi vida chata, programada e impersonal me instalaba en el escritorio y contestaba el saludo de los visitantes con una sonrisa que me costaba el alma, porque tenía ganas de llorar.
Acababa de llenar la ficha del último libro solicitado, cuando entraste. No terminaba de reflejarse tu imagen en mi retina y ese vibrato, feromonas o como lo llamen, ya me había invadido. Me preguntaste con tu mejor sonrisa si podías consultar algunos libros, debo haber tenido cara de tonta y el tartamudeo me delató cuando te dije que los estantes estaban marcados y que para simplificarlo consultaras los ficheros.
Volteaste y mire con ansiedad los hombros anchos, la espalda erecta; tu andar elegante y decidido me permitió aspirar una fragancia cara y varonil.
Tu pelo acariciaba la nuca fuerte, tus piernas avanzaron con agilidad y tus manos grandes sostuvieron firmemente un libro recién llegado. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo al pensar que podrías tomarme de esa misma manera.
Te fuiste y durante largos meses esperé con ansiedad tus esporádicas, irregulares visitas para consultar cada vez un nuevo titulo. A fines de enero me preguntaste por el ultimo libro de Silvina Bullrich, prometí tenerlo antes de quince días.
“Estas líneas descabelladas, febriles, son para decirte que te amo con locura, que no soporto la separación, que haría lo que me pidieras sin tomar un segundo para reflexionar. Nada pido y deseo darte todo, perdona mi impetuosidad, pero lo que siento por ti me desestructura, me desespera. Por favor, llámame, te espero ansiosamente. Sabrina”
Fernando sonrió, arrugó la nota y con una mueca de desprecio la tiró en el basurero de su elegante oficina…”
Cerró el libro, el relato era cruel, despiadado, pero la realidad era aún peor que esa novela. Mientras más amor dábamos más indiferente la respuesta. Si sólo una vez fuera diferente. Faltaban apenas cinco minutos para cerrar la biblioteca y con un poco de suerte hallaría un lugar en el “Yellow Pub” de la esquina de Larco con el Malecón, desde donde podría admirar el mar mientras tomaba un refresco. Me quité la blusa que llevaba sobre el vestido sin hombros, total, afuera no había aire acondicionado y se sentían en la piel los veintinueve grados. Alisé mi pelo y contemplé en el ventanal mi espalda bronceada que el escote permitía ver casi completamente.
Me estaba colocando unas gotas de “Shalimar” cuando abriste la puerta. No supe o no quise cubrir mi piel y me dirigí al estante de libros nuevos seguida por ti, sabía que tu mirada estaba fija en mi espalda y en el lunar que esta justo en la mitad; sentí tu respiración fuerte y cuando tomé el libro recordé la sonrisa cruel de Fernando al destruir la carta de Sabrina. Por una fracción de segundos supe que estaba demasiado cerca, que el voltear súbitamente, tu piel me rozaría y mandé todo al diablo. Vi en tus ojos ámbar una expresión indefinible, tus largas pestañas entornaban aún mas tu mirada y esas manos que tomaron tantos libros se posaron en mi cintura con fuerza; acariciaste mi espalda, mi pelo y no me arrepiento de mi vehemencia y mi impetuosidad.
Me pasan borrosas por la mente las imágenes de tu Fiat rojo, un departamento con alfombras persas, bordados de Nepal y cuadros para todos los gustos. Aún resuena en mis oídos la voz de Dionne Worwick susurrando “I know I’ll never love this way again, so I keep falling on before the good is gone..” Me ofreciste un trago, sin decir nada más me envolviste en tu calidez y me quemé en tu fuego lenta, gozosa, eternamente.
Esa noche de Febrero, larga, agitada, placentera, ha quedado grabada y es todo lo que tengo de ti.
Las novedades literarias siguen llegando, pero tu no ha venido a buscarlas, y una sensación extraña me invade cuando pienso que Fernando debe tener tu cara y que Sabrina y sus sentimientos fueron a parar al cesto de papeles. Tu leíste en mi cuerpo y me desechaste confinándome entre los estantes, los ficheros y la monotonía.
Santiago de Chile, MXMLXXI
«Cuento incluido en La Era de Acuario,
recopilación de cuentos galardonada con
el premio Gabriela Mistral de Chile.»