NELIS (Drama)
Entre las causas que nos degradan, ninguna tan avasalladora como el alcohol. ¡Ah, el alcohol! ¡La maldición más grande! Aunque con él se fabrican explosivos que en pedazos hace saltar a los hombres, nada como la malicia, que en silencio roba el alma y multiplica la carne podrida. Si queréis saber la salud física y moral de un pueblo, ved el alcohol que ingiere.
Así iba el título de una de las trece obras de teatro sobre el cultivo de la especie humana del cirujano anatomopatólogo cántabro don Enrique Diego-Madrazo, y así era el tercer párrafo de la introducción que él mismo hace a la obra. El ilustre pasiego era un entusiasta, cada día en progreso, de la Eugenesia. Su lema era hacer hombres mejores. Y será la propaganda del teatro, según él, la que establecerá y determinará una nueva conciencia y un nuevo sentido común en la raza humana.
No conocemos todos los secretos de la impregnación sexual; pero la observación comprueba que el alcoholismo inveterado debilita y mata a todas las células de la economía. Lo cual no obsta para que una sencilla y accidental borrachera tenga eficiencia en el engendro. La inconsciencia inhibe a la imaginación, que debe estar sugestionada por la belleza para transmitirla mejor. Todas las fortalezas y debilidades de los sexos se concentran en el coito; y en la nueva vida nada surgirá que no esté allí presente. Si en el zoospermo y en el óvulo, va la síntesis de las energías orgánicas, es natural que la intoxicación perturbe el proceso evolutivo subsiguiente. El alcohol da origen a todas las decadencias. La tuberculosis no sería azote sin el alcohol. El bacilo de Koch se regocija y multiplica en la carne alcohólica. El alcohol nada respeta, y aún parece que se complace en humillar las más nobles funciones. Los retardos y desequilibrios del sistema nervioso de abolengo alcohólico se arrastran hasta dar en el manicomio, la cárcel y el sepulcro.
Así sigue en la Introducción este ilustre cirujano pasiego, con estas palabras tan duras pero sentidas. Conocía de sobra este problema en sus pacientes. El drama Nelis lo publica en 1913 y yo quisiera relacionarlo con el magnífico artículo publicado el día 2 de los corrientes en las páginas de ENTRETANTOMAGAZINE, titulado “El alcohol deja huella en el ADN de los jóvenes”, según una investigación llevada a cabo por investigadores de la Universidad del País Vasco y de la Universidad Autónoma de Nayarit, de México.
Velázquez: Baco, 1628/29. Óleo sobre lienzo, 165,5 X 227,5 cm. Madrid, Museo del Prado
Durante el XIX, se mantuvo que atendía a una circunstancia realista -una juerga popular-, dándosele la denominación de Los Borrachos.
El avance en los sistemas empíricos en cuanto al ADN ha asimilado la presencia de series definidas o transformaciones de exclusivamente un principio nitrogenado actual en una cantidad reducida, no obstante característica representante, de la sociedad. Ello puede acreditar un sentido hereditario que incrementa el alcoholismo definido o provocado por el mismo genoma. De ahí que sea la drogodependencia que -con diferencia- más somete y subordina a la persona en Occidente.
En 1884, el Dr. Jimeno de Erguvide -en el Centro Escolar Dominical de Pamplona- descifró a los trabajadores oyentes un poema, cuyo título significativo era Quien mal anda, mal acaba[1]. Con un acento pedagógico, exponía con enorme dramatismo la vida de dos trabajadores amigos, Antonio y Juan. El primero, de carácter inseguro, dilapidaba sus pobres haberes en el bar. Soltero, residía con su madre a quien maltrataba y tenía en la necesidad. La pobreza en su autodominio le llevó a la muerte.
Al contrario, Juan resultaba ser un obrero sacrificado que intentaba guardar a la semana unos céntimos, siendo su sueldo limitado. Y, en vez de ir a la bodega, asistía a la clase de los domingos. Su moderación, su autocontrol y serenidad le posibilitaron asentar una familia, facilitándole también su mejora social y convirtiéndose en un pequeño empresario. Llegó así a relacionarse con los adinerados, elegantes y refinados poderes sociales de su ciudad.
Así percibía el alcoholismo la jet culta de aquel entonces. Y Enrique Diego-Madrazo, nada paternalista e interesado como el conferenciante anterior, nos cuenta que nunca tomó una evaluación quirúrgica sin relacionarla con el alcohol. Nos relata una experiencia, entonces conocida, que ponía al corriente de la trascendencia de esta lacra. En Nueva York hubo una mujer -Ana Juke-, origen de toda la violencia de los abismos. Del fondo de aquella dipsómana apareció un espectáculo de fecundidad patético, en donde rebosaban las abominaciones y las naturalezas penosas:
Esta monstruo dio una descendencia -durante cuatro generaciones que duró la casta- de mil doscientos individuos. Faltan en esta verídica historia los registros de la infancia, cuya mortalidad no bajaría del cincuenta por ciento. Los registros de la Policía nos indican que, de los mil doscientos, mil fueron malhechores, borrachos, pordioseros, vagabundos, criminales y locos. A Ana Juke la apellidaron madre de los criminales; y los yankes [sic], que lo puntualizan todo, dicen que los gastos de justicia y cárceels ascendieron a un millón de dólares. En esta cuenta no entran hospitales, manicomios y Guardia civil (Enrique Diego-Madrazo: Nelis, 1913, VII).
Como vemos, son dos concepciones diferentes. Don Enrique utiliza el recurso del teatro para educar, y piensa eugenésicamente. Incluso como un problema de Estado. Nelis, curiosamente un médico joven respetado es alcohólico. Inteligente, infatigable trabajador, acabará su vida en un ataque de alucinación con delirio de persecuciones (…) precursor del delirium tremens con choque apoplético y muerte (Ibídem, XI).
Para acabar, otra lectura muy interesante es la novela naturalista La Taberna, de Émile Zola. Una lectura que a nadie puede dejar impávido.
[1] Jimeno Egurvide, M. (1884). Diálogo poético. Quien mal anda, mal acaba. En La embriaguez y sus consecuencias morales y físicas (págs. 17-24). Pamplona.