¿Todos somos bipolares? Reinventar la melancolía en psicoanálisis
En ¿Todos somos bipolares? Reinventar la melancolía en psicoanálisis, el psicoanalista argentino Mariano Acciardi critica el estatuto clínico de esa entidad como parte de la cosmética farmacológica para reposicionar los fenómenos maníaco-depresivos por fuera de la organización de los manuales de conducta y de los conceptos cyborg que tanto éxito tienen cuando el sujeto no es pensado como tal sino como una suerte de máquina.
El libro -publicado por la casa Letra Viva- recorre las concepciones de la Antigüedad y las de la edad de oro de la psiquiatría hasta llegar a la orientación de Sigmund Freud y Jacques Lacan.
Acciardi es psicólogo, graduado en la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde también es docente; es investigador del programa UBACyT y becario honorario del Hospital José Tiburcio Borda.
Pregunta obligada. ¿Todos somos bipolares? Bien: ¿todos somos bipolares? ¿Es una pregunta obligada o retórica?
De lo que se trata en el libro es un doble cuestionamiento al término bipolaridad. A partir de los manuales diagnósticos contemporáneos se produce una suerte de fusión de aquellas entidades clínicas clásicamente denominadas locuras maníaco-depresivas con casos de depresión neurótica, oscilaciones del humor, etcétera. La realidad es que el diagnóstico de bipolaridad es hoy tan difuso y generalizado que prácticamente no significa nada. Esto se ve agravado con la concepción de la farmacología contemporánea, que trata a las conductas como reflejos directos de mal funcionamientos de una supuesta máquina-cuerpo, donde los conflictos y las cuestiones singulares de la historia de cada uno quedan completamente dejados de lado, bajo la hipótesis -implícita- que somos eso, una máquina, con lo cual alterando mecanismos de sinapsis o bien hormonales se pretende influir sobre la conducta sin tratar lo que está en la base de la misma, el modo en que nos relacionamos con el Otro, con el lenguaje, el deseo de nuestros padres, etcétera.
¿Por qué habría que reinventar la melancolía para el psicoanálisis? Arriesgo: ¿está aplastada por el genérico depresión?
Efectivamente, se confunden dos entidades clínicas completamente distintas. Se confunde depresión neurótica, que es el modo en que en cada uno se produce un aplastamiento del deseo, con un anudamiento subjetivo bien particular no normado por el Nombre del Padre -tema que se desarrolla en el libro. Una vez más, la farmacología contemporánea nos engaña al plantear que la depresión neurótica o la depresión melancólica se tratan con los mismos medicamentos, ansiolíticos o antidepresivos, según sea el caso. La realidad es que si bien la medicación tiene una cierta eficacia en el caso de la manía-melancolía, en la depresión neurótica hace muy poco para solucionar definitivamente el conflicto que está en la base del aplastamiento del deseo neurótico que se identifica con el término depresión. Para el caso de la depresión neurótica los ansiolíticos tienen un efecto más o menos efectivo sobre la angustia, sin embargo no hacen nada por cambiar el conflicto subjetivo-cultural que se encuentra en la base de tal articulación del deseo. La reinvención de la melancolía en el psicoanálisis es simplemente volver sobre las importantes conceptualizaciones que se han realizado en el psicoanálisis tanto freudiano como lacaniano oponiéndolas al modo en que se generaliza y confunde todo en los manuales contemporáneos, algunos hasta realizando una simple diferencia de cantidad (depresión menor versus depresión mayor), cuando de lo que se trata es de otra cosa. El libro apunta justamente a recuperar las más importantes conceptualizaciones psicoanalíticas y contraponerlas al modo en que se entiende la cuestión en el seno de las doctrinas psicológicas que consideran al hombre como una simple máquina universal, sin tomar en cuenta la singularidad de cada caso para pensar su abordaje.
Como sea, entonces ¿cómo reinventar la melancolía, y cómo trabajar una melancolía en la clínica, sin los oropeles de Saturno y sus satélites; y sin la farmacología ad hoc?
Reinventar la melancolía alude simplemente a volver sobre las conceptualizaciones psicoanalíticas. El libro no toma la posición de decir que no se debe utilizar la farmacología cuando la gravedad de la angustia o de los síntomas lo requiere. Cualquier profesional que se las haya visto con la clínica en estos casos sabe que la medicación bien administrada puede ayudar y bastante. La cuestión es que no puede utilizarse la medicación como un recurso para actuar sobre los conflictos esencialmente humanos. El libro simplemente alude a que no es posible pensar ningún anudamiento subjetivo, ni neurótico ni no neurótico, por la simple referencia al hombre-máquina que responde a hormonas y neurotransmisión. Autores tan disímiles como Freud, Lacan, Vigotsky, se han detenido en esta cuestión acerca de que la semántica del hombre no es completamente abordable desde la fisiología o las manifestaciones orgánicas. Parte de la constitución del sujeto es precisamente el modo en que el cuerpo es alterado por el orden del lenguaje, por las determinaciones puestas en juego en el modo en que es capturado en lo simbólico y el modo en que su singularidad puede hacer con ello, que excede completamente a lo orgánico. Los últimos capítulos del libro se detienen justamente en el modo en que el psicoanalista debe rastrear en el seno de los síntomas del padecer subjetivo cuáles serían los elementos, si es que existen, para reconstruir una realidad compatible con las determinaciones de la estructura y que lleven a una persona hacia lo menos peor. No hay una técnica universal más que la búsqueda exhaustiva de las coordenadas propiamente subjetivas que serán los instrumentos mediante los cuales una nueva realidad será posible.
La manía, ¿es la otra cara de la melancolía, o bien es la agitación de una melancolía que desea despegarse de su objeto y cree que puede?
En primer lugar, es preciso no pensar estas cuestiones en términos de un agente, un yo que querría hacer tal o cual cosa. Por el lado del psicoanálisis -sobre todo el que se desprende de las enseñanzas de Lacan- puede estudiarse que la estructuración subjetiva puesta en juego en la manía y en la melancolía es la misma, y tiene que ver con la forclusión del Nombre del Padre, con la imposibilidad de estar normado por éste. Lo que permite la ilusión de un discurso compartido entre por ejemplo los neuróticos. En este sentido, la estructuración subjetiva es la misma, lo que no quita que el modo en que se asocian melancolía y manía puede variar bastante de un sujeto a otro. (Emil) Kraepelin decía que las oscilaciones y la mezcla de normalidad, sintomatología melancólica y sintomatología maníaca puede darse de maneras muy distintas.
En fin, la locura maníaco-depresiva, ¿es lo que hoy se llama trastorno bipolar, al menos en los manuales diagnósticos?
Sí y no, y en parte esto se complementa con la respuesta a la primera pregunta. Por la falta de referencia estructural, los manuales diagnósticos se encuentran imposibilitados de definir estructuralmente algo llamado bipolaridad; por lo tanto, a veces puede clasificarse en estos manuales como trastorno bipolar a lo que los clásicos conocían como locura maníaco-depresiva y otras veces no. La falta de referencia estructural y a la subjetividad hace este diagnóstico muy poco riguroso y por lo tanto reunir bajo la misma terminología cuestiones bien distintas siempre es un riesgo.
¿Cuál sería la vertiente creativa de la melancolía y cómo operaría desde el punto de vista procedimental?
No hay una forma procedimental universal que pueda aislarse teniendo en cuenta el modo en que el psicoanálisis considera esta cuestión. La vertiente creativa dependerá de muchas otras cosas que no tienen que ver con un mecanismo universal, sino con el modo en que un sujeto se las arregla con la determinación de su estructura. El resultado puede ser desde la construcción de una ciudad en lugares impensados, un sistema filosófico o lógico-matemático; o un pasaje al acto como un asesinato o su intento, etcétera. No depende de un mecanismo universal, sino del modo en que un sujeto se las arregla con su captura en el orden simbólico.
[Télam]