Cuando desnudarse era una auténtica osadía
Por Sandra Ferrer
Ahora que en el siglo XXI aquello de «la liberación de la mujer» ya forma parte de la historia reciente de nuestra civilización. Que una mujer, famosa o no, aparezca en público como su madre la trajo al mundo para reivindicar algún derecho, denunciar alguna injusticia o simplemente quejarse de algo, tiene una cierta repercusión mediática, por lo vistoso de la noticia, imagino, que no será que hoy en día, todos han visto ya el cuerpo desnudo de una mujer.
Pero enseñar ciertos atributos de nuestra anatomía cuando la mujer era considerada fruto del pecado más ignominioso de la naturaleza, podía resultar toda una osadía. Tiempos en los que las pobres féminas iban más tapadas que el cielo londinense en cualquier época del año, y que intuir alguna punto de su anatomía era poco menos que encontrar una aguja en un pajar. Tiempos en los que las mujeres debían estar calladitas, con la cabeza gacha, y sin opinar en absoluto de nada.
Pero ni entonces las mujeres, al menos algunas, se resignaron a ser lo que ellos se empeñaron durante decenios que fuéramos, el sexo débil.
En la Antigua Grecia, según se canta en la Ilíada de Homero, la madre de Héctor, Hécuba, persuadía a su hijo de que se alejara de la batalla enseñándole sus pechos:
La madre de éste, que en otro sitio se lamentaba llorosa, desnudó el seno, mostróle el pecho, y derramando lágrimas, dijo: ¡Héctor! ¡Hijo mío! Respeta este seno y apiádate de mí.
En la oscura y amenazante Edad Media, encontramos la valiente historia de una dama inglesa conocida como Lady Godiva .
Cuenta la tradición que, en el siglo XI, vivió una hermosa condesa que se solidarizó con los vasallos de su avaro esposo y se enfrentó a él para exigirle que dejara de oprimir a su pueblo. El malvado Leofric, que así se llamaba el conde, aceptó ser más benevolente con sus discípulos sólo si su esposa se paseaba desnuda por las calles de Conventry. Y parece ser que la hermosa dama aceptó.
No sabemos si su historia fue del todo cierta o el sueño de alguien que pensaba en el poder de las mujeres. Pero lo cierto es que su imagen fue inmortalizada por el pintor John Collier quien ayudó a que su hazaña no cayera en el olvido.
En otro cuadro famoso, La libertad guiando al pueblo, de Delacroix, aparece una hermosa mujer que muestra sus pechos como gesto reivindicativo en una Europa asolada por la revolución.
Mujeres que, fueran reales o mitos, representan la valentía de aquellas que decidieron que su sexo no tenía que ser el sexo débil y que si hacía falta utilizarían su cuerpo para demostrarlo. Toda una osadía.
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