Seguros de nada
Es inevitable que la vida suceda.
Por Lilián Pallares
Un martes de diciembre a las 12 am, día laboral y soleado, estás en tu casa bebiendo un Nespresso sin George Clooney, no quieres preocuparte por nada, tu mente está deshabitada de pensamientos nocivos. De repente suena el teléfono, te da pereza contestar, pero por si las moscas, te levantas del sillón esperando a que al otro lado alguien te diga: “¡Sorpresa! el dinero dejó de existir” (he de confesar que es uno de mis sueños) Pero no es así, quien te habla es una mujer con voz misteriosa llamada Gladys que dice trabajar para una importante empresa.
Mientras la escuchas pronunciar tu nombre en un tono entrañable, tomas los últimos sorbos de café. En sus palabras percibes la preocupación por tus circunstancias personales, prueba de ello son las más de 800 veces que ha insistido hasta localizarte. Tiene mucho mérito, ni siquiera un amante eficaz le supera en resistencia. Pero lo mejor de la conversación es cuando sin reparo te suelta una pregunta fulminante:
-¿Es usted consciente de lo urgente que es contratar un seguro de vida?
En ese momento el silencio les une más que cualquier defecto. No obstante, prefieres dejarla continuar con su discurso.
-Como le venía comentando, el seguro de vida y accidentes es la mejor opción para la tranquilidad económica de su familia, además, contamos con precios asequibles y descuentos especiales.
-Ehhhh… Es todo lo que alcanzas a decir porque Gladys cuenta con la habilidad especial de interrumpir a tiempo.
-No se si es de su conocimiento, pero es importante que tenga claro que en el ramo de los seguros hay varios tipos de pólizas: seguros de vida entera, seguro temporal, seguro de capital diferido, seguro de renta diferida, seguro de renta vitalicia, planes de capitalización, etc. Todos se pueden agrupar en dos tipos de póliza: seguros en caso de muerte y seguros en caso de vida.
Al hilo de semejante monólogo intimidador te limitas a respirar hondo para comprobar si aún sigues vivo… de momento.
-Si necesita asesoramiento, le puedo sugerir la póliza en caso de muerte, que es la más solicitada por nuestros clientes . Usted simplemente aportará anualmente una prima a lo largo de su vida y cuando fallezca, que no quiera Dios, la aseguradora pagará la indemnización acordada a las personas elegidas por usted, que imagino serán sus seres queridos.
-De verdad, no estoy interesada, gracias. Le contestas con toda seguridad. (Ojo: te están matando antes de que mueras)
-En todo caso, déjeme darle una información que le va a tranquilizar muchísimo. Si está especialmente preocupada por las consecuencias fatales de un eventual accidente, que Dios no lo quiera, existe la posibilidad de duplicar el capital asegurado en caso de fallecimiento por accidente. También cubrimos los accidentes de circulación y lo que usted menos se imagina. Nosotros somos muy precavidos con su futuro.
-No se si no me he hecho entender lo suficiente. No me importan tus proyecciones sobre mi futuro.
-No se trata ser alarmista, pero imagínese que un día le cae un andamio encima y queda inválida, ¿que sería de usted y de los suyos sin un seguro que los proteja?
-¿Tienes algún plan seguro para este AB SO LU TO presente? Le preguntas tajante.
-Ehhhhhh…
Entonces cuelgas el teléfono dejando a Gladys perpleja ante el plan de vida para el presente. Ella, como tantos asegurados, creen gozar de cierta inmunidad contra la incertidumbre, están comprometidos y endeudados con un futuro que no verán, que no saben si existirá.
Hemos llegado a un punto de locura en el que la garantía de vivir o de morir en paz se vende a cambio de una ilusoria sensación de seguridad. Me temo que estamos asistiendo a la macabra ficción de los pagos a plazos por aquello que quizá pueda acontecer: accidentes, tragedias, muertes en todos los formatos, pérdidas irreparables, imprevistos nefastos y un largo etcétera teñido de sufrimiento.
No soy consejera financiera y tampoco pretendo serlo, sin embargo, no puedo dejar de pensar que cada póliza de seguro camufla una esquizofrenia colectiva, y lo más sorprendente es que se venden porque en el fondo no estamos seguros de nada.