, «Los secretos de la lluvia»
Por Antonio Costa Gómez
Hay una novela serbia extraordinaria, El olor de la lluvia en los Balcanes, de Gordana Kuic, descendiente de judíos sefarditas de España. Me sentí poseído por ese título en cuanto lo leí, supe que tenía que leer esa obra como fuera. Ha impactado en varios idiomas, se adaptó al cine, a la televisión, al teatro, pero todavía no se ha publicado en español. Yo la he leído deslumbrado la versión francesa, “Parfum de pluie sur les Balkans” editorial L´Age d´Homme. Y le dejé una mantilla española como agradecimiento a Gordana Kuic en Belgrado.
La madre y las tías de la autora, las hermanas Salom , sobreviven en la Sarajevo de entreguerras. Nina pone una tienda de sombreros donde ahora está el Hotel Europa. Klara se casa con un tenorio que la abandona en París y se refugia en un rincón de Eslovenia. Buka escribe cuentos en sefardita. Riki es una bailarina fantástica y viaja alucinada por España pero se pone enferma y entonces pone una tienda de sombreros en Belgrado que se llama La Parisiense. Blanki se enfrenta a los prejuicios y toca a Chopin. Todas conservan su vitalidad indomable por encima de las brutalidades e intolerancias. Tienen nostalgia de España, el país de los orígenes, de donde los echaron unos reyes implacables, cuidan el recuerdo de esa tierra, conservan como un tesoro su español del siglo XV, sueñan al escuchar las guitarras que les evocan un país legendario que solo existe en las leyendas (triste España, al menos somos una leyenda para alguien). Y crecen como musgo y sobreviven como lagartijas aunque algunos se empeñen en excluirlas. Porque hay gentes idiotas que culpabilizan a razas enteras y lo esquematizan todo con sus simplismos criminales.
La autora las sigue en sus emociones, en sus momentos, en sus supervivencias, en su aura irreductible. Riki sobre todo con su arte fascina, supera inmovilismos y esquemas, fantasea con sus miembros más allá de la miseria de la gente, encanta con los secretos del baile. Y quiere vivir más allá de las elucubraciones intelectuales. El novio de Riki le suelta discursos filosóficos, pero ella quiere vivir y sentir y desplegarse. Por eso la novela capta lo que no captan la filosofía ni los estudios sociológicos. Esta novela nos hace vivir los Balcanes más que ningún libro de Historia. Es la magia del contar cosas, del seguir a unos seres vivos más allá de todos los conceptos. Historias de mujeres apasionadas y aprisionadas por el dominio de los hombres: Blanki tiene condiciones para aprender, pero la familia emplea el dinero inútilmente en pagar los estudios de su hermano que es un vago. ¿Para que van a estudiar las mujeres? Pero ellas se defienden con su sensibilidad y con el olor de la lluvia. La lluvia es su melancolía y es su alimento.
Esta obra muestra como pocas lo que es literatura: hacer vivir a la gente y recuperar los secretos de su vida. Las obras literarias son muchas veces más vivas que la vida, que está aherrojada por prejuicios y tópicos. Esta novela sacude a la gente y le hace ver que está viva en tantos instantes. El estilo es sencillo y ágil, fluye fácilmente, pero está lleno de observaciones sutiles, de comparaciones graciosas, de logros expresivos. Tiene la gracia de una mujer que recoge la gracia de la vida. Y sabe que solo nos salva el olor de lluvia, ese refugio sutil en medio de las convulsiones y los abismos de los Balcanes, esas pequeñas cosas que no caben en los conceptos ni en las doctrinas feroces de la Historia.
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