¡Eureka!
Por Luis Borrás
Para mí la literatura no tiene nada que ver con la edad. Es decir, se puede escribir bien –lo que para mí es escribir bien- con independencia de la edad que se tenga. La juventud no es para mí ningún merito en sí ni un motivo para desconfiar o sospechar. Se puede ser un genio o un mediocre con veinte años. Y con treinta. Y con cuarenta. Y con cincuenta.
Con esto no quiero decir que crea que ésta antología sea innecesaria. Ninguna lo es. Me hubiera parecido igual de bien una de escritores manchegos o de coleccionistas de sellos. Lo que me importa es el resultado no el motivo que los reúne. Me parece muy bien que Juan Gómez Bárcena haya seleccionado y nos presente a un grupo de escritores que como él han nacido en la década de los ochenta y que por edad representan a “la nueva narrativa española” y que gracias a este libro podamos conocer una parte de “su más joven presente”. Lo que realmente me sorprende es que haya hoy en día alguien con menos de treinta años interesado en la literatura. Sólo por eso ésta antología es una muy buena noticia. Y un alivio. Hay alguien ahí.
Estoy de acuerdo con Juan en la conveniencia de una antología como ésta para dar a conocer, hacer visibles, darles publicidad y difusión a unos autores a los que –por su juventud- los “grandes sellos” editoriales ignoran. En reconocer el valor de nuevas editoriales independientes que están dispuestas a publicarles y darles una oportunidad. Y también –aunque eso Juan no lo dice- que en cuanto puedan –tal vez antes de cumplir los cuarenta- alguno de esos autores firmarán un contrato con una editorial “grande” y brindarán con cava por subir a primera división. Pero eso forma parte del juego y no quita para reivindicar “el trabajo” de las editoriales “Indie” y su necesaria existencia: los que hoy tienen menos de veinte pasado mañana tendrán menos de treinta y necesitaran a alguien que les publique si es que queda alguno que crea que la literatura sirve para algo.
Pero a lo que iba. Para mí esta antología tiene el mismo valor y fin que cualquier otra: darme la oportunidad de descubrir a un buen escritor que no conocía. Un nuevo nombre que apuntar en mi libreta de libros pendientes. Y de los catorce autores seleccionados hay dos que ya conocía: Matías Candeira y Juan Soto Ivars. De Matías ya hablé en su momento, siendo “En la antesala” –el cuento que se incluye en este libro- uno de los buenos relatos que tiene su irregular libro “Todo irá bien. Y de Juan se incluye un texto inédito: “La última obra de arte” -que es el prólogo a su novela “El futuro no os recordará”, que escribe desde 2008- y que me confirma lo que ya sabía: su enorme talento y estilo personal que espero no abandone por conseguir que le lean amas de casa o funcionarios en el metro.
De los doce restantes he apuntado con asombro y sincera alegría de ¡Eureka! los de Víctor Balcells, Aixa de la Cruz, Jenn Díaz, Julio Fuertes Tarín y Cristina Morales. De ellos -tras esta brillante presentación- espero poder leer los libros de relatos y novelas que han publicado y espero también no perderme lo que hagan después. Y me han parecido excelentes por uno: no hacer de la literatura algo abstruso, o dos: no convertir a la narración en la simple trascripción de un vídeo doméstico.
Y es que en general parece que entre los escritores jóvenes hay dos tendencias o estilos mayoritarios. Por un lado el gusto por la narración abstracta, simbolista, subterránea o incluso psicodélica; premeditadamente enrevesada con tal de no hacerla caer en lo sencillo o evidente. No reniego de que en los relatos pueda haber un cierto –e incluso saludable- componente metafórico, pero no me gustan los cuentos que, abusando de la extrañeza, acaban no siendo otra cosa que un arcano inextricable.
La otra tendencia que parece también repetirse es la de pretender hacer de los cuentos la reproducción narrada y fidedigna de un cortometraje en el que no pasa nada. Un realismo de lo cotidiano que curiosamente es todo lo contrario a ese enrevesamiento cubista y excéntrico. Pero pasar a ese extremo creo que tampoco es la solución porque la literatura; escribir no es hacer una copia de Dogma 95. Convertirla en eso es desvestirla, desnaturalizarla, hacerla inocua, anodina, inane. La literatura no es simplemente la narración fría, plana y deshidratada de unos hechos.
Ya sé que la literatura es un recipiente maleable en el que cabe todo; que cada estilo puede tener sus seguidores; pero me resisto a que a cualquiera de esas dos tendencias se les otorgue otra cosa que no sea el visado de turista. Para mí lo peor que puede pasarle a la literatura es uno: que se convierta en un lugar con acceso restringido, un lenguaje extraño que lleve a la frustración; o dos: que no sea otra cosa más que una pálida naturaleza muerta que no conmueva, no provoque ninguna emoción, ninguna reacción en nuestro sistema nervioso.
Por eso me quedo con los textos de Víctor Balcells, Aixa de la Cruz, Jenn Díaz, Julio Fuertes Tarín y Cristina Morales. Por su sensibilidad, riqueza y profundidad; por su lenguaje salvaje, impactante, vertiginoso e hiriente, por reformar el costumbrismo y en un nuevo territorio hacer neo-realismo agridulce, por su desbordante imaginación, humor desbocado e indiscutible talento; por su ironía metaliteraria y su personalidad.
No nos basta con una píldora que tenga proteínas y aminoácidos líricos. No somos astronautas más allá de Orión. Necesitamos comida de verdad y no un chicle de nicotina.
VV. AA. “Bajo treinta”. Antología de nueva narrativa española. Selección y prólogo de Juan Gómez Bárcena. 155 páginas. Editorial Salto de Página. Madrid, 2013.
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