La seria proposición de Mary Astell
Por Sandra Ferrer
La igualdad de hombres y mujeres ha sido la gran batalla de las mujeres a lo largo de la historia. Igualdad de derechos civiles, igualdad de oportunidades, igualdad de acceso al conocimiento. Una igualdad que aún hoy sigue siendo irregular. Aquellos que intentaron boicotear sistemáticamente el acceso de la mujer a los mismos derechos que los hombres, decidieron unilateralmente que ellas no podían tener derechos porque simplemente eran diferentes e inferiores a los hombres. Que si éramos seres sin alma, un mal necesario o culpables de todo el mal en el mundo. Por supuesto, ante tal panorama, se podía aceptar que las mujeres no eran dignas de nada más que ejercer su rol de garante de la especie.
Pero, por suerte, tarde o temprano se destaparía el engaño. Las mujeres eran inferiores, sí. Pero simplemente porque no habían tenido acceso al conocimiento. Para muestra, todas aquellas sabias, científicas y eruditas que se saltaron las normas establecidas y accedieron al conocimiento desmontando poquito a poco las teorías misóginas largamente defendidas y gritadas a los cuatro vientos.
En definitiva, lo que se empezó a ver, tras largos siglos de ceguera, fue que las mujeres eras incultas simple y llanamente porque no tenían acceso al saber.
El 12 de noviembre de 1666 nacía una de aquellas mujeres que decidiría poner por escrito tal idea revolucionaria y transgresora y marcar un plan de acción para conseguir que, al final, ellas también pudieran acceder a una educación formal.
Mary Astell una niña inglesa nacida en el seno de una familia conservadora, vivió en sus propias carnes la injusticia de ver a su hermano pequeño acceder a libros y profesores mientras ella se resignaba a esperar sentada a un marido al que servir. En semejante horizonte desolador, Mary tuvo la suerte de contar con la ayuda de su tío, un pastor anglicano, quien decidió formarla en matemáticas, filosofía y lenguas modernas.
Mary aprovechó aquella oportunidad excepcional y pasado el tiempo se propuso dedicar su existencia a la lucha por los derechos elementales de la mujer.
Sus ideas vieron la luz en una obra titulada Una seria proposición a las mujeres. Publicado en 1694, el texto reivindicaba la creación de instituciones educativas para mujeres para evitar, según sus propias palabras, que la ignorancia siguiera inclinando a las mujeres al vicio.
Mary propuso también la creación de una facultad universitaria dedicada a la futura reina Ana de Inglaterra y fundó en 1709 una escuela de caridad para niñas.
Su trabajo, como el de muchas otras mujeres valientes, fue el punto de partida de las reivindicaciones de los movimientos feministas de siglos posteriores. La obra de Mary Astell fue uno de los pilares de esa lucha y como tal merece todo nuestro reconocimiento.
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