Los espacios del arte: Madinat al-Zahra, la Ciudad Brillante de Abd-al Rahman III
Por Ruth Cereceda
Cuenta la leyenda que, en el 936, al pie de la Sierra Morena, a unos siete kilómetros al oeste de la ciudad de Córdoba, el primer Califa de Al-Andalus mandó erigir la mayor superficie urbana construida de una sola vez en todo el Mediterráneo, en honor a su favorita, Azahara.
La ciudad palatina de Medina Azahara, síntesis de la confluencia del placer, el lujo, la fantasía y el poder, necesitó de cuarenta años y diez mil personas trabajando a diario, para ser completada pues, a pesar de las leyendas, la causa última de su construcción fue el deseo de mostrar al mundo el poder y la independencia del recién fundado Califato Omeya de Córdoba, y de su auto-proclamado califa, Abderramán III (891–961).
Para ello, el califa no escatimó en dinero ni en materiales: los mejores canteros trabajaron los ricos mármoles de tonos azules, rojos -destinados a los muros- y blancos -para los suelos-; se utilizaron técnicas de orfebrería bizantina para las decoraciones en oro y piedras preciosas, que hicieran de ésta una corte de tal esplendor y belleza, que anulase la de las admiradas cortes califales abbasíes de Oriente, como la de Samarra (en el actual Irak, el origen etimológico del nombre de Samarra remite a la expresión “una delicia para la vista”).
El conjunto palatino, orientado de norte a sur, se organiza en tres terrazas que, protegidas por una muralla, dominan la llanura del Guadalquivir. En las terrazas superior y media se sitúa el Alcázar Real -palacio fortificado-, que incluye las dependencias del Califa en la zona más alta -como el Salón Alto con sus cinco naves con arcadas-, y las construcciones oficiales -como la Casa de los Visires, los Salones de los Embajadores o el Salón Rico-, en la segunda terraza. Era en esta zona media, dedicada a actividad política y a la recepción oficial, donde se concentraba la decoración más suntuosa. La tercera terraza se dispone separada de las otras dos por la muralla del Alcázar, y albergaba las viviendas de trabajadores y artesanos, los mercados, los baños, los jardines públicos y la mezquita.
La planificación del conjunto obedece al un plan rectangular, que contrasta con la tradicional organización laberíntica de la ciudad musulmana, y se estima que hasta 25.000 personas llegaron a habitar el espacio urbano de la Medina Azahara, durante los 70 años de su corta vida, pues sería la guerra civil (fitna) y posterior desintegración política que pondría fin al Califato Omeya de Occidente, la causante de la destrucción y el saqueo de la ciudad, en el 1010.
Durante los siglos siguientes se sucedieron en la Medina constantes expolios e incendios, y fue además utilizada como cantera para nuevas edificaciones en la cercana ciudad de Córdoba. No será hasta el siglo XIX cuando se recupere la conciencia de la necesidad de proteger este fantástico conjunto que, parcialmente cubierto por la tierra de la historia, se redescubre con las primeras excavaciones realizadas en 1911 y, en mayor profundidad, con las campañas realizadas a partir de los años cuarenta.
De lo conservado y restaurado destaca, sin duda, el Salón Rico, símbolo de la Medina por su decoración y por ser el centro de la actividad palaciega. En este espacio se celebraban fiestas y recepciones, se situaba el salón del trono y se llevaban a cabo ceremonias con las que impresionar a los embajadores extranjeros.
El salón se divide en tres naves separadas por columnas de mármoles rosas y azules, con capiteles de avispero -una evolución extrema del capitel corintio, típicamente andalusí, que surge de la fábrica de Medina Azahara-, sobre los que se asientan arcadas de herradura. Los arcos presentan la característica decoración bicolor de dovelas alternantes beis y rojizas -similar a la de la Mezquita de Córdoba-, y se cuenta que una de las albercas del Jardín Alto, al que se abría el salón, contenía mercurio en vez de agua, con lo que el interior del recinto se iluminaba con destellos de mil colores.
Otras construcciones de las que quedan restos son la Casa Militar, el Gran Pórtico, la Mezquita Aljama, la Casa de la Alberca, la Casa de Yafar o la Casa Real, además del arte mueble extraído en las excavaciones que, lamentablemente, se encuentra en gran parte diseminado en colecciones internacionales públicas y privadas.
Madinat al-Zahra se construyó en el momento de máximo esplendor de Al-Andalus, entonces el centro mundial del conocimiento técnico y científico. Visitada por multitud de extranjeros en busca de soluciones médicas, astronómicas y matemáticas, el tiempo llegaría a convertirse en el aliado de un protocolo intrincado y ceremonioso, por lo que resultaba esencial contar con un entorno cómodo y agradable, tanto para el visitante como para el residente.
Cronología de Al-Andalus
711-756 Invasión árabe de la Península Ibérica (Califato de Damasco)
756-929 Emirato de Córdoba
929-1031 Califato de Córdoba
1031-1238 Periodo de Reinos de Taifas (e Imperios Almohade y Almorávide)
1238-1492 Reino Nazarí de Granada
http://leyendoelmundoconlospies.wordpress.com/ | Noviembre 2013
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