Berlín, una ópera rock inmortal
Concebido hace 40 años por el músico y poeta Lou Reed, fallecido ayer a los 71 años por un problema de salud aparentemente relacionado con un trasplante de hígado, el álbum “Berlín” es una poderosa ópera rock que narra con un estilo implacable la tragedia de una pareja atormentada por el abuso de heroína.
Por Juan Rapacioli
La obra, de una densidad demoledora, cuenta la historia de Jim y Caroline, románticos perdedores que transitan como sonámbulos por las calles berlinesas para encontrar algo de droga y, como extraídos del universo literario de William Burroughs, van descendiendo hacia un infierno personal que no perdona nada.
Una de las piezas claves del disco es el tema “The kids”, que narra, desde el punto de vista de Jim, cómo le son quitados por las autoridades sus hijos a Caroline, quien se prostituye para conseguir heroína, y él, despojado de sentimientos, solo puede decir: “Desde que ella perdió a su hija y son sus ojos los que desbordan de lagrimas, yo me siento más feliz así”.
El tema avanza lentamente hacia una atmósfera cada vez más opresiva que sin embargo no pierde cierta dulzura melancólica en la guitarra de Reed y hacia el final incluye la grabación de un bebé llorando que reafirma la situación desesperante de los protagonistas. Esa grabación fue motivo de polémicas, censuras y en algunos lugares la canción fue directamente suprimida.
En cuanto al trabajo y desarrollo musical, “Berlín” difiere bastante de los anteriores discos de Reed, “Lou Reed” y “Transformer”, donde aborda el mundo del glam acompañado por su amigo David Bowie, y se aproxima al clima de la ópera rock, con arreglos orquestales, coros y sesiones de músicos a los que Reed acompaña con una guitarra acústica.
Para la grabación, Reed reunió a un gran equipo con el que trabajó por partes, cambiando de instrumentista en muchos de los temas y obteniendo un aporte particular desde cada músico.
Entre los intérpretes que participaron figuran el pianista y productor Bob Ezrin, el bajista y compositor Jack Bruce, fundador de Cream, y Tony Levin, bajista de King Crimson.
Pero quizás el tema que mejor sintetiza el oscuro espíritu del disco sea “Sad Song”, la última canción del álbum, una bella pieza de orquesta que cierra la historia con una profunda tristeza que se traduce en una reflexión sobre el dolor, la pérdida, la violencia, el abuso, la depresión y el suicidio, todo armonizado por un artista extraordinario que ya pasó a la historia, Lou Reed.
Fuente: Télam