¿Por qué escribe un escritor?
La escritura es un proceso que a cada quién apresa de distinta manera, y es profundamente individual. Sin embargo, no hay escritor que no se pregunte por qué escribe. Y quizá no hay lector que no sienta curiosidad de saber por qué escriben los que escriben, que los lleva a dejar un testimonio narrativo de lo que sucede en su imaginación.
Averiguar esto tiene un poco de voyeurismo psicológico y de presunción en que, si averiguamos qué mueve a los escritores a tomar la pluma, quizá nosotros lo podríamos replicar. Pero sea cual sea la razón, siempre es interesante conocer el impulso creador. Entonces ¿por qué escriben los que escriben? Para Scott Fitzgerald fue una necesidad emocional de expresión, para Susan Sontag un ejercicio de exploración, para Foster Wallace pura diversión.
En Why We Write: 20 Acclaimed Authors on How and Why They Do What They Do [Por qué escribimos: 20 aclamados autores sobre cómo y por qué hacen lo que hacen] Michael Lewis, uno de los más finos escritores de ficción actuales, comparte sus motivos detalladamente.
No hay una explicación sencilla que explique por qué escribo. Cambia con el tiempo. No hay un hoyo en mi interior que llenar ni nada por el estilo, pero una vez que comencé a hacerlo, no podía imaginar querer hacer cualquier otra cosa para vivir. Me di cuenta muy rápido que escribir era la única manera en podía perder la noción del tiempo.
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Al escribir a media noche, solía tener una sensación de completa inmersión. El día no está estructurado para escribir, así que desconecto los teléfonos. Bajo las cortinas. Me pongo audífonos y escucho el mismo soundtrack de veinte canciones una y otra vez y no las escucho. Aísla todo lo demás. Así no me escucho a mí mismo mientras escribo o me rio o hablo conmigo mismo. Ni siquiera me doy cuenta de que estoy haciendo ruido. Estoy teniendo una reacción física a una experiencia muy demandante. No es un proceso desapegado.
Lewis, además de confesar la atmósfera artificial en la que puede escribir sin parar, es movido por la consciencia de que su escritura puede cambiar maneras de pensar, puede afectar a sus lectores. Sabe que llega un momento en la vida de todo escritor en que se vuelve famoso y ya no puede pensar en la escritura como un mero pasatiempo, sino que la fama conlleva una responsabilidad con una audiencia invisible.
Las razones por las que escribo cambian con el tiempo. Al principio era la sensación de perder noción del tiempo. Ahora ha cambiado porque tengo la sensación de audiencia. Tengo la sensación de que puedo impactar al mundo un poco. No sé si tengo el control de la bola, puedo ejercer una fuerza.
Ese poder es una bendición mezclada. Es bueno tener algo que te haga sentarte en la silla. No estoy seguro de que para la escritura sea bueno pensar que eres importante mientras lo haces. Yo no pienso así. Pero no puedo negar que estoy consciente de los efectos que mi escritura tendrá.
No obstante, Lewis acata la fricción que existe entre las motivaciones intrínsecas y extrínsecas: la inspiración y el dinero. La aprobación del público, para alguien que ha adquirido fama, se vuelve cada vez más presente y puede interrumpir el pulso genuino.
El éxito comercial hace que escribir libros sea una empresa más fácil y también crea presión a ser un éxito comercial. Si vendiste un millón de libros una vez, tu editor cree fervientemente que podrás vender un millón de libros otra vez. Y realmente quieren que lo hagas.
Esa dinámica tiene la posibilidad de constreñir la imaginación. Existen presiones invisibles. Hay una incentiva enorme a escribir acerca de cosas que sabes que venderán. Pero yo no me encuentro pensando: “No puedo escribir sobre eso porque no va a vender”. Es tan difícil escribir un libro que no puedo imaginar escribir uno si no estoy interesado en el tema”.
Para terminar, el autor ofrece tres consejos sencillos e imprescindibles para el que quiera dedicarse a la escritura:
1. Siempre es bueno tener un motivo que te haga sentarte en la silla. Si tu motivo es el dinero, encuentra otro.
2. Tome el riesgo más grande cuando dejé pasar un trabajo lucrativo a la edad de veintisiete para convertirme en escritor. Me alegro de que era demasiado joven para darme cuenta qué tan tonta decisión fue, porque fue la decisión correcta para mí.
3. Muchas de mis mejores decisiones fueron tomadas en un estado de auto-engaño. Cuando estás tratando de crear una carrera como escritor, un poco de pensamiento auto-engañoso puede llegar muy lejos.
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