Días de collage
para recortar y pegar.
Por Lilián Pallares
Hay días en los que deseas conjugar todos los verbos con todos los pronombres, otros en los que prefieres escuchar la lluvia caer mientras tomas una taza con chocolate caliente sentado en el sofá, están los premenstruales, aquellos en los que hasta el vuelo de una mosca te conmueve y lloras porque hay un vacío en ti que no comprendes, pero que los demás notan; también están los festivos, los hábiles, los insuficientes, los sin nombre, los días sin ti. Por cierto, ¿hoy qué día es?
Hay días monotemáticos y matemáticos, la sumatoria es tan categórica que de repente descubres frente al espejo que ya no tienes 20 años, entonces en un chispazo de iluminación decides cambiar la palabra ayer por la palabra ahora: el instante donde la vida sucede. Conclusión: todos los días son hoy.
Sin embargo estos días contrastan con los desmemoriados, con los que se quedaron en blanco como las hojas restantes de un diario abandonado. No sabes si los imaginaste o fueron producto de una borrachera en la que volviste a casa con los zapatos en las manos . Para sintetizar, quedaron perdidos en el limbo.
Hay días oníricos que son la continuación del sueño de la noche anterior y no entiendes por qué razón te cuesta distinguir la realidad, no estás preparado para afrontarla y sientes que el planeta es la almohada gigante sobre la que apoyas tu cabeza. Y qué decir de los días en los que tienes un sueño descomunal y por más cafés, red bull y coca -colas que bebas no consigues que las pestañas se pongan en su sitio. Pero si tengo que decantarme por alguno, prefiero los días en los que te levantas de la cama resuelto a cumplir tus sueños porque tienes la certeza de que el cosmos lo registra.
Hay días soleados en los que te vistes con todos los colores- la naturaleza te combina- y días nublados en los que el edredón es tu mejor traje, días para contar y días para ocultar, días de amor, música y poesía y días llenos de aburrimiento y malestar, días en los que quieres cubrirte por entero con una tirita y no ver a nadie porque las heridas todo lo manchan.
Días de s i l e n c i o . . .
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. . . absoluto.
También existen días significativos e inolvidables: el de tu nacimiento y el de tu muerte. Esa fecha siempre la recuerdan quienes te aman y quienes te odian, unos para bendecirte y otros para joderte.
Entre esos días también figuran tus primeros cumpleaños y esas fotos raídas que tus padres guardan con nostalgia, cuando diste el primer beso apasionado y descubriste que la vida es un orgasmo compartido; tu primer día de trabajo y para otros el último, la hora en que permitiste que la crisis cambiara tu sonrisa por ese gesto fruncido. ¡Ohhh! cómo olvidar el(los) día(s) de los santos inocentes que los políticos festejan con sus bromas de mal gusto, la tarde en que prometieron el relaxing cup of café con leche y la bajada de impuestos, el día de las vírgenes, los héroes y los tiranos, en fin, días con preguntas y pocas respuestas, días buenos y días mejores.
Es evidente que los días son distintos y tu vas mutando con ellos, no es lo mismo un lunes a las 8 de la mañana que un viernes a las 7 de la tarde, ni un sábado de fiesta que un domingo de recogimiento. En cada despertar te enfrentas al espacio vacío de un nuevo comienzo. Sólo depende de ti rellenar esas 24 horas con los recortes que tienes a mano.
Imagen: La boca de José Luis Carrascosa
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