Martina Navratilova, una luchadora social con cáncer de mama que cambió la historia del tenis
Recibió los resultados de la biopsia y el mundo se le vino encima. Una atleta completa, amante de su físico, tenía cáncer según un diagnóstico médico. “Sentía que tenía el control de mi vida y mi cuerpo y entonces vino esto que está completamente fuera de mi alcance”, declaró para la revista People, Martina Navratilova (Praga, 1956), una institución del tenis iniciada que durante finales de los 70 y principios de los 80, dominó todo el lente deportivo que cubría al deporte blanco. En 2010, un cáncer de Mama, amenazaba a su optimista vida.
En 1978 consiguió el primer Wimbledon de nueve que ganaría. Desde su izquierda se recuerdan puntos emblemáticos. A la par de su carrera deportiva, su vida personal fue un estandarte para muchas mujeres. Navratilova practicaba tenis mientras se sentía atraída sexualmente por profesores de ambos sexos. Su vida cambiaría para siempre a los 18 años con su primera relación lésbica. Martina no revelaría esto al público hasta1981, cuando su carrera se consolidaba cada vez más. Durante esos años, tuvo que soportar la adversidad de toda una época. “Prefiero una hija prostituta”, le dijo su padre quien veía a su hija como una “enferma”.
Cuando tenía tres años, vivió el divorció de sus padres y se trasladó junto a su madre a las afueras de Praga. Su padre Miroslav, un hombre depresivo, terminó suicidándose cuando fracasó su segundo matrimonio. En ese tiempo se llamaba Martina Subertova. Después, su madre se casaría con Miroslav Navrátil, cambiando su apellido con la terminación “ova”, por ser mujer. Él se convertiría en su primer instructor de tenis y el que sembró una semilla que hasta la fecha, el mundo de la WTA sigue agradeciendo.
Desde los cuatro años mostró instinto para ser tenista profesional. Fue el entrenamiento lo que le dio el punto de partida. Entregada a su nueva pasión, supo desde muy pequeña que su estadía en Checoslovaquia, le limitaba los grandes sueños que tenía. Con 18 años, iniciaría su partida hacia los Estados Unidos con un miedo recurrente porque, según sus propias palabras, era un país donde “los gays eran enviados a asilos para enfermos mentales y las lesbianas nunca salían del armario”. A finales de los 80, con 22 años, iniciaría una carrera legendaria.
Alejada de sus padres y de su familia, obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1975 cuando ya figuraba para ser la jugadora más dominante del planeta. Después le contaría al mundo sus preferencias sexuales. Desde ese día, encabezaría una lucha por los derechos de las personas homexuales, además de convertirse en una acérrima detractora del comunismo que años más tarde caería. Martina escribiría varios libros, convirtiéndose en un emblema estadounidense. Enamorada de su nuevo hogar, representó al país norteamericano en todas las competencias. De pronto, se convirtió en una imagen que el capitalismo uso. Se adaptó a los dobles y a los mixtos. Su lucha compartida se plantó en cancha y afuera de las pistas.
Junto a Margaret Smith Court, es la única tenista que ha conseguido ganar cuatro slams en dobles, sigles y mixtos. Su palmarés luce repleto de gloria con 18 títulos de Grand Slam, uno más de los que ha conseguido Roger Federer. Wimbledon, lugar místico dominado por unos cuantos, fue su lugar favorito en el mundo ganando nueve veces, seis consecutivas. En total, 167 campeonatos en su carrera como profesional, 59 torneos grandes entre singles, dobles y mixtos. La número uno del mundo a principios de los 80, sigue estando vigente como veterana, dueña de sí misma. Tras seis meses de tratamiento, había superado el cáncer que le había asustado la vida. Escritora, activista y profesional del tenis, Martina reconvirtió el deporte, mientras se definía a sí misma. Al final, el mundo entero la reconoció. En 2008, la República Checa, le concedió la nacionalidad.
Francisco Espinosa/Sin Embargo