Noruega, ejemplo de turismo sostenible
Noruega, el país de las auroras boreales, es ante todo un ejemplo de turismo respetuoso con el medio ambiente, en el que sus gobernantes y ciudadanos han sabido aprovechar sus recursos naturales sin caer en la masificación y la explotación inhumana de sus increíbles paisajes.
Roros, Vega, Trysil y Laerdal están considerados destinos sostenibles. Roros, antiguo pueblo minero declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ofrece al visitante mucho que hacer en todas las épocas del año, también en invierno, cuando se puede practicar pesca en el hielo o conducir tu propio trineo tirado por un equipo de huskies con la ayuda de Alaskan Husky Tours, primera empresa de ecoturismo certificada de Noruega.
El archipiélago de Vega, en la provincia de Nordland, abarca 6.000 islas y constituye un paraíso para los ornitólogos, especialmente por sus patos eider, criados para obtener sus plumas, aunque además de la observación de aves estas islas son famosas por sus innumerables rutas para la práctica del senderismo o el ciclismo.
Las islas Vega recibieron el estatus de Patrimonio Mundial de la Humanidad en 2004 como reconocimiento por la interacción única entre el pato eider y la población de estas islas durante la temporada de anidamiento.
Pero, al margen del turismo sostenible, Noruega también es famosa por sus fiordos y por las espectaculares auroras boreales que se pueden ver, especialmente en el Norte del país, cerca de Tromso.
Desde comienzos de octubre se han comenzado ya a avistar auroras boreales en la Laponia noruega, como muestran numerosos testimonios con impresionante fotos colgadas en las redes sociales, y se podrán ver hasta mediados de abril, aunque eso sí, quien vaya en su búsqueda deberá ser paciente y recordar que está a merced de la naturaleza.
Los mejores meses para ver este fenómeno son octubre, febrero y marzo, entre las 6 de la tarde y la 1 de la madrugada, y aunque es posible verlas en toda Noruega, y de hecho esta semana se han visto algunas en Bergen, los mejores lugares para hacerlo están por encima del Círculo Polar Ártico, en el norte del país, entre las islas Lofoten y el Cabo Norte, especialmente en Tromso, la capital ártica.
Con todo, lo más visitado del país escandinavo son sus famosos fiordos, angostas entradas de mar formadas por la inundación de valles excavados por la acción de los glaciares, con increíbles y vertiginosos miradores como el de El Púlpito, una roca situada a 600 metros por encima del fiordo Lysefjorden; la roca Kjerag, un peñasco encajonado entre paredes con vistas al mismo fiordo; o la roca Trolltunga, en Hardanger.
Sognefjord y Naeroyfjord son los dos fiordos, de impactante belleza, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, en cuyo camino se puede hacer una parada para disfrutar de unas impresionantes vistas desde el premiado mirador Stegastein, construido en madera y acero y que cuelga 30 metros en el aire y 650 metros sobre el fiordo.
Pero la naturaleza inunda de tal forma Noruega que su poderío se deja sentir también en todas sus ciudades incluida su capital, Oslo, situada entre el Oslofjord, bosques y colinas, una combinación perfecta de vida urbana y acceso fácil a la naturaleza.
Igualmente Bergen, conocida por Bryggen, su muelle hanseático de coloridas casitas de madera nombrado Ciudad del Patrimonio Mundial por la Unesco, ofrece al visitante un inolvidable recorrido que le transportará 900 años atrás en el tiempo, aunque también puede convertirse en punto de partida para un crucero por los fiordos u otro tipo de actividades al aire libre, como el kayak, rápel en cascadas, rafting, pesca de altura o senderismo.
Avistamiento de ballenas en Vesteralen; trineos de renos o de perros; excursiones con motos de nieve por los desiertos paisajes nevados; o safaris del cangrejo real en Kirkenes, en la Laponia noruega, son solo otros ejemplos de lo mucho que Noruega tiene para ofrecer a los amantes de la naturaleza.
EFE