Lugares invisibles – El morbo y la información
Por Javier Vayá
Parece que no exista nada más suculento para quienes manejan los hilos de los llamados medios de comunicación generalistas (sobre todo televisivos) que un caso de asesinato que implique a menores y familiares. Visto lo visto es fácil imaginar a un frío y calculador directivo frotándose las manos al conocer una tragedia de este tipo mientras sueña con altos índices de audiencia. Uno no quiere caer en tan trillado tópico y prefiere pensar que dichos directivos son personas con un alma como la de cualquiera que se les destroza al enterarse del atroz suceso. Pero lo cierto es que viendo el tratamiento que realizan dichos medios sobre tales asuntos se hace muy cuesta arriba pensar algo positivo sobre estos personajes que deciden de qué manera será tratada esa información.
Porque cuando sucede alguno de estos horribles casos como los que todos tenemos en mente todas las cadenas, emisoras, periódicos y webs informativas parecen ponerse de acuerdo por una vez y da igual el medio que sea más serio o sensacionalista, más predispuesto a la prensa rosa o al amarillismo, más riguroso o ligero con los datos, incluso, sorprendentemente, el color político de cada uno. Desgraciadamente esa unanimidad solo se da en una dirección; la del morbo y la carnaza. El tratamiento es igual de repugnante (salvo en muy pocas y honrosas excepciones) en todas partes y enarbolando la bandera de una mal entendida libertad de expresión se vierte un exceso de información inútil, manipulada y poco o nada contrastada cuyo único objetivo parece hurgar en la terrible herida para ganar unas décimas de audiencia al contrario.
Miles de datos absurdos que quieren pasar por rigurosos e importantes, detalles macabros y truculentos que no aportan nada, entrevistas exclusivas con parientes o amigos de la víctima o el verdugo, fotos o imágenes antiguas, el color preferido de la víctima o qué comió el día antes, cuántas veces miró al estrado el acusado en el juicio, qué dijo el presunto asesino a un amigo hace cinco años, como iba vestido el policía que lleva el caso, hora exacta en que se dio el aviso, situación sentimental de la persona que encontró el terrorífico hallazgo, discusiones sobre la posición del cadáver…todo esto no es información, es repugnante y deleznable morbo.
Toda esta basura copa minutos y minutos en los telediarios, portadas y páginas enteras de periódicos y horas de radio, pero como nunca es suficiente para estos vampiros sedientos de la sensibilidad del espectador, nos regalan los consabidos y detestables programas especiales. Estos engendros son conducidos por presentadoras estrella que igual sirven para comentar el polvo del reality de turno que el último escándalo del hijo de una famosa tonadillera. La variopinta calaña de tertulianos incluye a periodistas de actualidad, criminólogos, grafólogos, abogados, expertos en lenguaje no verbal, ex-policías reconvertidos a showmans mediáticos, psicólogos y, si puede ser para más impacto en el espectador, algún bienintencionado familiar directo de víctima de otro caso reciente. Salvo esta última, los demás no son más que una versión 3.0 y sin gracia de los charlatanes de feria de toda la vida. Se encargarán de juzgar y sentenciar de antemano, entorpecer la investigación, aportar manidas opiniones y discutir detalles intrascendentes mientras un cacareado equipo de investigación monta unas cuantas imágenes y música manipuladas expresamente. Todo ello con el fin de retorcer la sensibilidad del espectador, como si de una bayeta de cocina se tratara, hasta sacarle la última lágrima que simbolice el dato ganador de audiencia. No parece importar a nadie cuánta mierda se haya removido por el camino y cuánto daño ajeno se haya podido causar.
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