El pan de la revolución
Por Sandra Ferrer
Montesquieu, Robespierre, Marat, Luis XVI, Lafayette, todos ellos fueron los nombres propios que rubricaron los grandes momentos de la Revolución Francesa, una de las revoluciones más determinantes de nuestra historia contemporánea. Junto a los grandes nombres propios, el pueblo llano, víctima o verdugo, según las circunstancias. Si hace unos meses recordamos los grandes nombres propios femeninos de la revolución, hoy recordamos a un grupo de mujeres anónimas cuya determinación y coraje fue también importante para el fluir de los acontecimientos: las mujeres que protagonizaron la marcha sobre Versalles de principios de octubre de 1789.
El 5 de octubre de aquel año revolucionario, las mujeres habían despertado de nuevo con la difícil tarea de llenar las bocas de sus familias. En los mercados el precio del pan era cada vez más exorbitado mientras seguía resonando en sus mentes la cruel frase atribuida a María Antonieta: “Si no tienen pan, que coman pasteles”. Que fuera verdad o no, poco importaba a aquellas mujeres con familias enteras esperando a llenar sus estómagos vacíos.
Aquella mañana la desesperación pudo con un grupo de ciudadanas que decidieron marchar hacia Versalles después de intentar asaltar el Ayuntamiento de París. En el palacio donde se escondía el rey y se reunía la Asamblea Nacional, aquellas mujeres consiguieron hablar con el rey y arrancarle la promesa de liberar las reservas de grano.
Los acontecimientos se precipitaron ante la consecución de nuevas promesas orales pero pocos hechos constatados. Al día siguiente el rey y la reina se vieron obligados por la turba de mujeres y hombres y soldados que les siguieron hasta Versalles a volver a París jaleados con canciones del tipo:
Hasta Versalles llevamos
con orgullo nuestros cañones.
Deberías habernos visto, unas simples mujeres
con un valor que no se nos puede reprochar.
Las conocidas desde entonces como “mujeres de octubre” se convirtieron en el símbolo de los primeros tiempos de la revolución. Sin ninguna intención violenta, aquellas madres, esposas, trabajadoras, consiguieron forzar la vuelta del rey a la capital y que Luis XVI aceptara al fin la declaración de los derechos del hombre entre otros decretos promulgados tras la Toma de la Bastilla.
Las “heroínas de la Revolución” y su marcha a Versalles simbolizaron el fin de la autoridad real y del antiguo régimen de privilegios demostrando que ellas también podían formar parte de la revolución ya fuera desde el anonimato y a través de los levantamientos populares con intenciones reivindicativas y no violentas.
Fuente: La mujer en la historia de Europa, Gisela Bock
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