Roma: el Trastévere y la isla Tiberina
Por Jose Rasero
Trastévere (detrás del Tíber) tiene su origen en el Bajo Imperio Romano. Con la implantación del Cristianismo se levantaron iglesias y a su alrededor se fue instalando la población. Durante los siglos X y XI el barrio comenzó a crecer y en el XVII se construyeron nuevos edificios y se abrieron calles para mejorar la comunicación con el Vaticano. Ya en tiempos contemporáneos será a partir de los años 60 del siglo XX cuando se inicie el ‘boom’ turístico con la apertura de restaurantes y locales nocturnos.
Podríamos decir que el Viale de Trastévere divide el barrio entre la parte más turística, la más cercana al Vaticano, al norte, y la más auténtica, al sur, aunque sería simplificar en exceso. Sí es cierto que la zona sur es más tranquila y adecuada para pasear y perdernos por sus callejuelas y sus casas repletas de plantas, enredaderas y ropa tendida, pero también encontraremos sitios de obligada visita turística. Todos los domingos se celebra junto a Porta Portese un mercadillo popular. A todo lo largo de Via Portuense el colorido de sus 4000 puestos y el bullicio de sus miles de visitantes serán el paisanaje que nos rodee. Los puestos exhiben antigüedades, muebles, libros, decoración para el hogar, ropa, zapatos, juguetes, discos, bicicletas y algunas imitaciones, entre otras cosas. Es recomendable vigilar nuestras pertenencias, en prevención de sorpresas desagradables. También resulta conveniente llevar ropa y calzado cómodos, pues, para verlo completo, habrá que caminar bastante.
Entrando por el Ponte Palatino a la zona sur veremos en Piazza in Piscinula la iglesia de San Benedetto, la basílica románica más pequeña de Roma. Muy cerca se encuentra uno de los tesoros del barrio: la basílica de Santa Cecilia. Se cree que fue construida sobre la casa donde vivieron la santa y su marido. Entre sus joyas: la capilla del Caldarium, donde se dice que estuvo la santa durante su martirio, y el coro de las monjas, con el magnífico cuadro El Juicio Universal de Pietro Cavallini. Siguiendo nuestro paseo por la zona sur del Trastévere alcanzaremos la iglesia de Santa Maria dell’Orto. Levantada en 1495, lo más bello es su interior, decorado con suntuosidad barroca. Por último la iglesia de San Francisco a Ripa, que acogió a San Francisco de Asís durante su estancia en Roma. En la capilla Paluzzi-Albertoni podemos contemplar la última escultura de Bernini: la Beata Ludovica Albertoni.
Al lado norte del Viale es donde se concentra el mayor trasiego de turistas, y, durante las noches de fin de semana, una impresionante aglomeración de jóvenes romanos. En la Piazza se encuentra el templo más antiguo dedicado a la Virgen, Santa Maria in Trastevere (la primera iglesia data del IV, aunque el edificio que vemos es del XII). La Piazza y sus alrededores rebosan vida: restaurantes, bares, enotecas abiertos a cualquier hora así como todo tipo de tiendas y puestos situados a lo largo de la Via della Lungaretta. Siguiendo en dirección al Vaticano llegamos a Via della Scala donde se encuentra Santa Maria della Scalla, cuyas obras se iniciaron en 1563 para conservar la imagen de una virgen de la que se decía que hacía milagros. Es interesante también –si tenemos la suerte de hallarla abierta- visitar la Farmacia, gestionada por los Carmelitas Descalzos. Más cerca del río, en el Borgo de Trastevere, se hallan el Palazzo Corsini (en su interior se halla el Jardín Botánico y en algunas de sus salas podemos contemplar obras pictóricas de Van Dyck o Murillo) y la Villa della Farnesina, con obras de Rafael y sus discípulos.
Gianicolo es el nombre de la colina del Trastévere (que no es una las siete colinas tradicionales de Roma) y un buen lugar para hacer una pequeña excursión y ejercitar las piernas. Durante el itinerario, siempre en cuesta, llegaremos al Mausoleo Osario de Garibaldi, que contiene los restos de Garibaldi y su esposa así como de los caídos en las batallas de Roma sucedidas entre 1849 y 1870. Continuando la ascensión veremos la espectacular Fontana Paola, construida a imagen de las fuentes de la Roma antigua. Ya en lo alto del monte Gianicolo se abre el Piazzale Garibaldi con una terraza a 82 m sobre el nivel del mar, con una de las vistas más espectaculares de la Ciudad Eterna. En su centro una gran estatua recuerda las batallas dirigidas por el general Giuseppe Garibaldi contra el Papa y los soberanos de Nápoles, motivo por el cual da la espalda a la cúpula de San Pedro.
El puente Cestio (del I a. C. y reconstruido en el XIX) une el Trastévere con la isla Tiberina. De este islote fluvial, de unos 300 m de largo y 80 de ancho, cuenta una leyenda que se formó por la acumulación del fango que la gente arrojó al Tíber tras expulsar al rey Tarquinio en el VI a.C. Otra mito aún más fantástico asegura que una nave griega quedó encallada en el río y en pocas horas se vio recubierta por mármol travertino. La realidad nos dice que la isla está formada por rocas de origen volcánico, que siempre ha sido un lugar poco habitado y que los romanos, en el II a.C, construyeron un templo en honor a Esculapio (dios de la medicina) donde hoy se levanta el Hospital Fatebenefratelli. También sabemos que en el siglo XVII sirvió de refugio para los enfermos de la gran epidemia de peste. Hoy en día, junto a la iglesia de san Bartolomeo (siglo X), se celebra todos los veranos un festival de cine. El puente Fabricio, del 62 a.C, es el más antiguo que aún se utiliza en toda la ciudad y nos conducirá, al otro lado del Tíber, al barrio judío de Roma.